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Foto: Vatican News. Dominio pública |
"Vivir la caridad en atención al bien integral del prójimo, de hecho,
'es una gran oportunidad para el crecimiento moral, cultural e incluso
económico de toda la humanidad'". León XIV enmarca así el significado de
las obras de caridad, haciéndose eco también del pensamiento de sus
predecesores, al citar la carta encíclica de Juan Pablo II "Centesimus Annus",
publicada en 1991, en el centenario de la publicación de la encíclica de León
XIII "Rerum Novarum".
El Papa dirigió este pensamiento a un grupo de la Opera San Francesco per i Poveri di Milano, reunido
esta mañana, 1 de septiembre, en el Palacio Apostólico, subrayando tres
"aspectos complementarios y fundamentales de la caridad", a saber,
"asistir, acoger y promover". Desde hace más de 60 años, esta
fundación, fundada por iniciativa de los Frailes Menores Capuchinos de Milán,
trabaja para servir y ayudar a los pobres y a los marginados de la sociedad.
Para el Pontífice, estos tres elementos encapsulan "la tarea que la
Iglesia" confía a la Opera San Francesco "en
beneficio de las personas que gravitan en torno a las estructuras" que
gestionan y "también de toda la sociedad".
Al destacar estos tres aspectos importantes de la caridad, el Papa ofrece
una guía para quienes realizan actividades al servicio de los demás. Comienza
por la asistencia, que significa "hacerse presente a las necesidades del
prójimo", explica.
De hecho, aplaude las iniciativas de la Opera San Francesco per i
Poveri de Milán, que atienden a "más de treinta mil personas al
año" y van desde "comedores a guardarropa, desde duchas a clínicas,
desde servicios de apoyo psicológico a orientación laboral".
"Es impresionante la cantidad y variedad de servicios que, a lo largo
de los años, habéis conseguido organizar y ofrecer a quienes acuden a
vosotros", reitera. Junto a la asistencia, pues, está la acogida, "es
decir, hacer sitio a la otra persona en el propio corazón, en la propia vida,
dando tiempo, escucha, apoyo, oración", prosigue León XIV.
“Es la actitud de mirar a los ojos, de dar la mano, de inclinarse, tan querida por el Papa Francisco, que nos impulsa a cultivar, en nuestros ambientes, una atmósfera de familia, y que nos ayuda a superar la soledad del yo mediante la comunión luminosa del nosotros. ¡Cuánta necesidad tenemos de difundir esta sensibilidad en nuestra sociedad, donde a veces el aislamiento es dramático!”
Promover la dignidad en la libertad
A continuación, el Pontífice afirma la importancia de "promover" a las personas, "como Dios hace con cada uno de nosotros, mostrándonos un camino, ofreciéndonos toda la ayuda necesaria para seguirlo, pero dejándonos luego libres". Y vuelve a citar la encíclica "Centesium Annus" de Juan Pablo II, en la que explicaba que "valorizar eficazmente la dignidad y la creatividad de cada persona" significa darle la capacidad de "responder a su propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios, contenida en ella".
“Aquí es donde entran en juego el desinterés del don y el respeto de la dignidad de las personas, mediante los cuales uno se ocupa de la persona que encuentra simplemente por su propio bien, para que pueda crecer en todo su potencial y seguir su camino, sin esperar contrapartidas y sin imponer condiciones.”