San Pedro de Cardeña se constituyó durante siglos como un destacado foco de la cristiandad. Entre sus muros se veneraron reliquias de San Pedro, San Pablo o San Juan Evangelista
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Crédito: Archidiócesis de Burgos |
Una rafia de
tropas musulmanas pasó a cuchillo a 200 monjes mártires del monasterio de San
Pedro de Cardeña (Burgos, España) el 6 de agosto de 953. Desde entonces y a lo
largo de casi 500 años, el pavimento del lugar del martirio se tiñó de sangre
una vez al año.
Este prodigio
fue ininterrumpido hasta pocos años antes de que concluyera la Reconquista
en el año 1492, con la toma del Reino de Granada por parte de los Reyes
Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, Sierva de Dios.
El origen del
cenobio donde se produjo el martirio y el milagro, se remonta hasta el siglo V
según algunos historiadores, si bien los actuales habitantes del convento
constatan que no hay pruebas fiables hasta finales del siglo IX.
En cualquier
caso, San Pedro de Cardeña se constituyó durante siglos como un destacado foco
de la cristiandad. Entre sus muros se veneraron reliquias de San Pedro, San
Pablo o San Juan Evangelista.
Como toda la
zona burgalesa, durante decenios el entorno del cenobio fue terreno de
frontera, donde se sucedían las luchas entre los reinos cristianos y los
musulmanes. Los sarracenos aprovechaban además las peleas entre monarcas y
señores feudales cristianos para sus ataques.
Así sucedió en
el caso de la incursión que dio origen al martirio de los 200 monjes
benedictinos de San Pedro de Cardeña. El primer califa omeya de Córdoba,
Abderramán III tomó ventaja de las desavenencias entre el Rey de León Ordoño
III y el Conde de Castilla Fernán González.
El saqueo y
asesinato por odio a la fe de los monjes quedó registrado en la Crónica General
de Alfonso X El Sabio, primera historia de España de gran formato escrita
directamente en castellano a finales del siglo XIII.
Tras el saqueo,
el Conde de Castilla García Fernández, hijo de Fernán González, restauró el
monasterio. Fue en el claustro donde fueron degollados, conocido desde entonces
como claustro de los mártires, donde cada año brotó la sangre de los mártires
hasta el reinado de Enrique IV, fallecido a finales del siglo XV.
Su hermana, la
Reina Isabel de Castilla, la Católica, fue una de las más reputadas peregrinas
que acudieron a San Pedro de Cardeña para honrar la memoria de los mártires,
como hicieron también los monarcas Felipe II, Felipe III y Carlos II.
La devoción
popular fue tal que en 1603 el Papa Clemente VIII autorizó el culto mediante un
breve pontificio fechado en 1603.
La huella del
Cid Campeador
La vinculación
del Monasterio de San Pedro de Cardeña con una de las figuras legendarias de la
Reconquista española también aporta al lugar un aura especial.
Según el Cantar
de Mio Cid, fue en San Pedro de Cardeña donde Rodrigo Díaz de Vivar dejó a su
esposa, Doña Jimena, y a sus hijas cuando tuvo que partir al destierro en la
segunda mitad del siglo XI. En aquellos momentos, el abad era San
Sisebuto.
El Cid murió en
Valencia en 1099. Su esposa quedó al mando de la ciudad, pero el empuje de los
musulmanes hizo necesaria la huida en 1102. Así, decidió trasladar el cadáver
del mítico guerrero desde la Catedral de Valencia a San Pedro de Cardeña.
La tumba del
Cid fue profanada en 1808 por las tropas napoleónicas, pero el general
Thiébault decidió colocar los restos del caballero en un mausoleo situado en
una avenida principal de la ciudad de Burgos. Los restos fueron llevados de
nuevo al monasterio en 1826.
Tras el proceso
conocido como “Desamortización”, que arrebató en el siglo XIX a las órdenes
religiosas su patrimonio, incluidos los conventos, los restos del Cid fueron
guardados en la capilla del Ayuntamiento de Burgos. Era el año 1842.
No fue hasta
1921 que los restos del Cid hallaron reposo junto a su mujer en la Catedral de
Burgos.
En el
monasterio, sin embargo, queda un monolito alusivo al caballo Babieca, la fiel
montura del Cid, donde la tradición dice que fue sepultado el animal.
Múltiples
refundaciones
Debido a la
“Desamortización”, el monasterio de San Pedro de Cardeña se vio privado de sus
monjes durante 106 años. La Orden Benedictina trató de recuperar la vida
monástica en el lugar a finales del siglo XIX sin éxito, al no poder disponer
de tierras para el sustento de la comunidad.
De manera
breve, los Padres Escolapios ocuparon el monasterio entre 1888 y 1901. Cuatro
años más tarde llegaron unos frailes capuchinos franceses expulsados de
Toulouse. Estuvieron hasta 1921.
Ya en 1933, una
comunidad cisterciense llega al lugar procedente de San Isidro de Dueñas, en
Palencia. El estallido de la Guerra Civil impidió su instalación definitiva
hasta 1942, pues durante el conflicto bélico fratricida el recinto fue
convertido en campo de prisioneros. Ya en 1948 logra el título de abadía.
En la
actualidad vive en el monasterio una comunidad de monjes trapenses que cada mes
de agosto conmemora el martirio de sus predecesores.
Por Nicolás de
Cárdenas
Fuente: ACI Prensa