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Dominio público |
2.-
La conversión es la llamada insistente a asumamos, reconozcamos y purifiquemos
nuestras debilidades.
3.-
La conversión es ponernos en el camino, con la ternura, la humildad y la
sinceridad del hijo pródigo, de rectificar los pequeños o grandes errores y
defectos de nuestra vida.
4.-
La conversión es entrar en uno mismo y tamizar la propia existencia a la luz
del Señor, de su Palabra y de su Iglesia y descubrir todo lo que hay en
nosotros de vana ambición, de presunción innecesaria, de limitación y egoísmo…
5.-
La conversión es cambiar nuestra mentalidad, llena de eslóganes mundanos,
lejana al evangelio, y transformarla por una visión cristiana y sobrenatural de
la vida.
6.-
La conversión es cortar nuestros caminos de pecado, de materialismo, paganismo,
consumismo, sensualismo, secularismo e insolidaridad y emprender el verdadero
camino de los hijos de Dios, ligeros de equipaje.
7.-
La conversión es examinarnos de amor y encontrar nuestro corazón y nuestras
manos más o menos vacías.
8.-
La conversión es renunciar a nuestro viejo y acendrado egoísmo, que cierra las
puertas a Dios y al prójimo.
9.-
La conversión es mirar a Jesucristo -como hizo Teresa de Jesús a su Cristo muy
llagado- y contemplar su cuerpo desnudo, sus manos rotas, sus pies atados, su
corazón traspasado sentir la necesidad de responder con amor al Amor que no es
amado.
10.-
Y así, de este modo, la conversión, siempre obra de la misericordia y de la
gracia de Dios y del esfuerzo del hombre, será encuentro gozoso, sanante y
transformador con Jesucristo.
Fuente: Ecclesia