Los hijos del matrimonio de Charlotte (Carolina del Norte) tienen entre uno y 23 años
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Conor y Ashley Gallagher, con 15 de sus 16 hijos. |
Si hay algo
que Conor y Ashley Gallagher (Charlotte, Carolina del Norte)
saben que se puede hacer con 16 hijos, eso es rezar en familia,
encontrar orden en el caos y que siempre va a haber excusas para eludir los
hábitos de oración. Sin embargo, como contó recientemente este padre de familia
numerosa, hace mucho que asumió que la imagen idílica del matrimonio y
los hijos rezando de rodillas en silencio es con frecuencia una utopía
para los Gallagher.
En su caso, el
rosario comienza por movilizar a casi una veintena de personas contando
con los padres. Una vez reunidos, si están todos en casa, comienza lo más
parecido a ese momento de paz espiritual en familia que no suele ser sinónimo
de silencio, orden y concentración.
Rezar el
rosario en familia... con 18 personas
En su caso, el
rosario suele incluir a su hijo de dos años mordiendo las cuentas y
otros más mayores se pelean por un sitio en el sofá, mientras
varios niños de entre medias suplican dirigir un misterio aún sin saberse de
memoria el padrenuestro.
“Es adorable,
pero también quiero irme a la cama”, menciona Gallagher, matizando que, además,
esa imagen responde a “una de las noches más tranquilas”.
Lo normal para
ellos, buscando rezar en un momento que coincidan todos los
miembros de la familia, es rezar mientras unos terminan los deberes,
tratando de elevar las oraciones por encima del sonido de la aspiradora o,
incluso, sujetando un teléfono que permite a uno de los hijos
que está camino a casa unirse a la oración en familia.
“La realidad es
que nuestra casa no es un monasterio. No somos monjes y monjas santos,
somos una familia. Y lo que he descubierto es que, aunque falte la piedad,
aunque las distracciones arrecian, seguimos juntos, seguimos rezando a
nuestro Padre Celestial”, subraya Conor.
Criar en el
valor, el esfuerzo y la gracia
Gallagher es
autor de varios libros, incluido el recientemente publicado Raising
Blue-Collar Kids in a White-Collar World , que ofrece maneras en que
los padres católicos pueden criar a sus hijos con “valor y gracia”.
En recientes
declaraciones a National Catholic Register, Gallagher comentaba que esa
rutina de oración, aunque no sea la espiritualidad perfecta que todo cristiano
podría evocar en un primer momento, es de hecho crucial para el futuro
de su familia.
Ser católico no
es tarea fácil, dice, y si tu hijo quiere practicar su fe de adulto, entonces
debe aprender a ser abnegado, trabajar duro y, como practican día a día en su
hogar, perseverar.
“La Iglesia
necesita hombres y mujeres valientes que sepan sufrir. Y esto
comienza desde el principio de la educación, encomendándoles tareas, imponiendo
restricciones tecnológicas y diciendo "no". Un niño que pueda vivir
con eso, está en el camino hacia la santidad”, agrega.
Vigilar esos
aspectos de forma simultánea facilitará la misión educativa.
Comenzando por
el aspecto tecnológico, admiten que todo es más sencillo al tomar
conciencia de que los niños acceden por primera vez a la pornografía con
9 años o que y el 79% de los hombres y el 76% de las mujeres de entre 18 y 30
años la consumen al menos una vez al mes.
Sin embargo, en
su caso comenzaron antes de tener el problema encima.
“Crear una
cultura de responsabilidad. Tener una agenda de tareas. Tener una
política digital. Establecer una hora de acostarse y de levantarse…
Los adolescentes, escribe, “no tienen derecho a la privacidad con respecto a su
tecnología, como tampoco un niño pequeño debería tenerlo mientras juega con
productos químicos debajo del fregadero de la cocina”.
También
menciona la importancia, en su orden familiar, de que cada hijo tenga asignada
una tarea doméstica. Cumplir con ellas no solo “ayuda a desarrollar los
hábitos adecuados”, sino que también es fundamental de cara a adquirir
virtudes como la humildad o la fortaleza. Tener un espíritu trabajador, dice,
conlleva un componente inherente de humildad, pero también ayudará
en la carrera profesional de los hijos “más que cualquier otra cosa”.
Sus hijos,
observa, “nunca perdieron el impulso de ensuciarse las manos, de trabajar
incansablemente por algo bueno, no por elogios ni recompensas, sino porque
aprendieron que el trabajo duro no es solo un medio para un
fin, sino que puede ser el fin en sí mismo”.
Una educación
en el esfuerzo y el trabajo desde la infancia también contribuye, según su
experiencia, a adquirir “la determinación para soportar las luchas de la vida
diaria”. Y especialmente, a hacerlo “de una forma virtuosa, caritativa
y humilde”, pues la persona santa “sabe cómo sufrir, soportar pruebas y
tribulaciones. Llegar a la virtud es una tarea difícil y la abnegación es un
requisito previo. Cargar con la propia cruz es bastante típico
de la clase trabajadora”.
1º
Establecer metas razonables
En otra
ocasión, Gallagher escribió en Catholic
Link un artículo donde desvelaba a sus lectores los hábitos
y cambios de mentalidad necesarios en su vida para poder rezar en
familia.
Uno de ellos es
el de establecer metas razonables. Cuenta que, al principio, rezaba en familia
el Ángelus antes de irse a trabajar, consciente de la importancia de que sus
hijos viesen que lo último que hacía su padre antes de irse era
rezar con ellos.
“Conforme los
niños crecen y las agendas se vuelven más apretadas, hemos cambiado nuestro
tiempo de oración a un Rosario de madrugada. Mi esposa y yo nos
propusimos rezar todos juntos cuatro veces por semana, y casi
siempre lo logramos. ¿Y por qué solo cuatro veces por semana? Porque es una
meta razonable. Con todos yendo y viniendo, siete noches simplemente no se
puede”, comenta.
2º Como la
viuda, dar lo que se tenga
El padre de 16
hijos observa que “algo hermoso” surge en sus momentos de oración,
sin importar que hubiese gritos, peleas o juegos entre medias. “Susurran [la
oración] Usan la voz de la Iglesia en nuestro hogar, porque saben que algo
sagrado está ocurriendo. Y en medio de ese tiempo de oración, una especie de
calma nos invade a todos, por breve que sea. Es como si en algún lugar de
nosotros, más allá del ruido, supiésemos que algo importante está
ocurriendo”, comenta.
En este
sentido, llaman a ser como la viuda y dar lo que tienen. Mi esposa y yo,
continúa Gallagher, nos esforzamos por dirigir la oración familiar con piedad y
esperamos que los niños lo entiendan. No importa si la oración puede ser
mecánica: al fin y al cabo, es la ofrenda familiar de los
Gallagher, como la de la viuda en el Evangelio. “Estas oraciones descuidadas y
endebles son todo lo que tenemos para ofrecer a nuestro Señor”.
3º Un cambio
en la oración de la noche
Otro de los
aspectos que le llamaron la atención fue cambiar su rutina de oración nocturna.
Antes, preguntaba a cada hijo tres cosas del día por las que daba las gracias.
Pero ahora, añade otra pregunta: ¿Por qué tres cosas malas das las
gracias?
“Nuestra hija
de cuatro años me preguntó: "¿Cómo puedes agradecer algo malo?". Y
ahí está mi oportunidad de enseñarle lo más importante que podrá aprender.
Damos gracias por todo lo bueno, pero Dios también quiere que lo malo entre en
nuestras vidas. Una discusión, cuando se rompe el coche o se pierde un trabajo…
Me parece importante para enseñarles a agradecer no solo lo bueno, sino
también el sufrimiento. ¡Esto es lo que los santos descubrieron! Dios nos
trae dificultades para ayudarnos a crecer conforme a su voluntad”, explica.
4º
Agradecerlo todo
En este
sentido, comparte que los ratos de oración descritos por el padre de familia
numerosa pueden no ser “la imagen perfecta de una familia piadosa y santa”. “Es
católica, desordenada… Pero aún así lo hacemos. Ya sea un rosario
completo con los dieciocho, o mi hijo de siete años y yo solos dando gracias a
Dios por lo bueno y lo malo, las dos son oración, tanto los grandes
momentos como los pequeños, ambos son importantes”.
Un cambio de
mentalidad trascendental
Gallagher
concluye su escrito mencionando un cambio de perspectiva crucial en su vida de
oración, cuando descubrió la importancia de la oración desde la perspectiva
de esposo y padre.
Si bien mi
relación personal con Dios es fundamental, comenta, “orar como cabeza de
familia me ayuda a superar el egocentrismo y la introspección. Me obliga a
preguntarme: "¿Cuál es la vida espiritual del jefe de la familia
Gallagher?". Mis oraciones deben estar a la altura de mi posición”.
Desde que
comprendió su importancia, admite que ha cambiado su forma de pensar y rezar.
“Cuando rezo
como cabeza de familia es para vincularme a la voluntad de Dios, para ayudar
a guiar a mi familia al cielo. ¡Porque ese es el objetivo de todo! Estamos
llamados a ser santos, y eso es lo que más deseo para mi esposa y mis hijos. La
oración, perfecta o imperfecta, es oración. Una señal visible de
nuestra lucha por acercarnos a Dios”, agrega el padre de familia, que concluye
con un llamado: “Rezad. Con vuestra familia, a solas,
en la adoración, en el coche o mientras pasáis la aspiradora.
Pero rezad”.
José
María Carrera Hurtado
Fuente: ReligiónenLibertad