EL ROSARIO, ESCUELA DE ORACIÓN CONTEMPLATIVA

Suena paradójico: precisamente porque si bien en el Rosario se dicen muchas palabras, se trata de una oración en la que el corazón, en silencio, es capaz de contemplar y amar de manera asombrosa.

Dominio público
El Rosario - ¡algo muy fácil!

Es interesante que la Madre de Jesús en Lourdes, Fátima y otros santuarios recomiende repetidamente el rezo del Rosario y que no invite a rezar el oficio divino, ni a hacer lectura espiritual, o a tener adoración eucarística, o a practicar oración interior u oración mental.

Todas las mencionadas formas de rezar son buenas, reconocidas por la Iglesia y practicadas por muchos santos. ¿Por qué María "sólo" nos coloca el Rosario en el corazón? Una posible respuesta la dan los videntes, a quienes la Madre de Dios se apareció en Lourdes y Fátima. Siempre fue, por otra parte, a niños de muy poca instrucción, que no podían siquiera leer o escribir de manera correcta.  

Precisamente, a muchos hombres pensantes los ayuda el Rosario a que, con labios y cabeza ocupados, se les vaya abriendo el corazón para la contemplación, y luego así poder repetir –al modo de los niños o amantes enamorados- un simple “¡que hermoso eres!” a modo de cumplido, o un pedido suplicante “¡Ayúdame!” o un sincero agradecimiento “¡Qué sería sin Ti!” ¿Cómo se consigue esto?

7 consejos concretos para "orar en contemplación"

Los siguientes consejos, pensados para todos los que rezan el rosario individualmente, pueden ayudar a llegar desde la oración vocal, pasando por la meditación, hasta la contemplación interior.  Es el inicio del camino hacia el “castillo del alma” en cuyo interior, dice Santa Teresa, habita Jesús. Cuenta a cuenta, paso a paso, –esto es, con paciencia, confianza y decisión – todos pueden llegar cada más cerca al Rey del palacio de la propia alma. El tiempo que le dediquemos a Él es el más valioso.

1) Tomarse el tiempo

Nuestra agenda está llena de citas. Más o menos conscientemente planeamos también el tiempo que vamos a necesitar para cada tarea o cita. De vez en cuando es bueno reservar de 20 a 30 minutos para rezar el Rosario y ponerlo por escrito en la agenda.  Esta cita con Jesús y María es entonces tan importante como todas las otras planeadas. Esta cita me reserva sobre todo a mí mismo un espacio en el cual no tengo nada que hacer sino solamente amar. A todos nos es posible separar un tiempo para rezar el Rosario, al comienzo una, dos o tres veces semanales. Con el tiempo –y esta es la meta- se hará más fácil encontrar un tiempo para rezar el Rosario diariamente.

2) Darse el tiempo

Es de las personas enamoradas de quienes una y otra vez podemos aprender a rezar bien. En una romántica cena a luz de vela, nadie estaría mirando continuamente el reloj, ni atragantándose la comida, ni dejando de lado el postre para acabar lo más rápido posible. Así es, incluso cuando uno se demorase toda una hora para beberse a sorbitos un aperitivo, con tal de tener la oportunidad de disfrutar al máximo el estar juntos, sería aquella una velada formidable.  Así también el rezo del Rosario, no se debe realizar como si fueran “50 avemarías que tengo que lograr”, al modo de un levantador de pesas frente a la pesa. Puedo quedarme dándole vueltas a un pensamiento. Puedo bien interrumpirlo. Puedo, principalmente al inicio, simplemente estar tranquilo.  Y si llevo esto en cuenta durante la oración – es decir, tranquilizarme y tomar consciencia de cuán importante es la cita que tengo en este momento – durante los 20 a 30 minutos que toma, entonces habré rezado bien. Así es, habrá sido una buena oración, porque mi voluntad ha estado centrada en dar gusto al Amado y no a mí mismo.

3) Saborear el tiempo

San Ignacio recomendaba la así llamada “tercera forma de oración”, que consiste en ajustar las palabras al ritmo de la propia respiración. Muchas veces es suficiente en el rezo del Rosario hacer una breve pausa entre los misterios y nuevamente tomar consciencia, que Jesús y María me miran llenos de alegría y amor; reconocer agradecido, que no tengo que hacer nada y como niño pequeño,  balbucear palabras a cada tanto apenas para de algún modo afirmar que amo a Dios. Para ello puede ser útil, respirar de dos a tres veces, antes de retomar la oración vocal.

4) El tiempo para miradas llenas de amor

Las oraciones vocales del Rosario proporcionan “sólo” el ritmo de la oración. Con mis pensamientos puedo y debo salirme del ritmo para encontrar el Misterio que está siendo contemplado. Sólo en alemán se le añade el misterio a cada avemaría; en otros idiomas se enuncia el misterio apenas al inicio de la decena. Esta repetición es increíblemente útil, pues a cada momento se topa uno con lo esencial. Se trata –como entenderán mejor los que se aman- de mirar a la persona amada a los ojos y dejarse mirar por sus ojos llenos de amor.

5) El tiempo del asombro 

Uno de los primeros y más importantes pasos para la oración interior es el ir del pensamiento y la especulación hacia el mirar y el quedar asombrado. Cuando los amantes se encuentran, no es para planificar lo que se regalarán mutuamente o lo que podrían hacer en las próximas vacaciones, sino para disfrutar el tiempo juntos y alegrarse el uno al otro. Ver el álbum de fotos familiar es muy distinto a ver un libro de historia. En el primero vemos personas que nos son importantes, que amamos – y más aún- ¡que nos aman! Así debe ser nuestro mirar a Jesús y María.

6) Ojos cerrados, ojos abiertos – el tiempo para el camarógrafo interior

Algunas personas cierran los ojos para concentrarse y así poder rezar mejor.  Eso puede resultar útil, aunque a menudo es suficiente en la oración mantener la mirada fija y no estar mirando alrededor. De cualquier forma, lo importante es que los ojos del corazón estén abiertos. El rezo del Rosario es como ir al cine. Se trata de ver imágenes. Resulta útil preguntarse qué, a quién, dónde miro cuando contemplo el nacimiento de Jesús, o su crucifixión, o su ascensión a los cielos. Y en algunas ocasiones, tal cual hace un buen camarógrafo, hacer un acercamiento de un detalle y contemplarlo ampliado: la tibia respiración del buey que da calor al Niño, la mano traspasada de Jesús que tanto amor distribuyó, las lágrimas en los ojos de Juan, que contempla al Señor subiendo a los cielos.

7) El tiempo para la boca, la cabeza y el corazón.

Las palabras acompañan, la cabeza abre, pero es el corazón el que domina la oración. Todos los grandes autores espirituales coinciden en que la oración interior se trata de permanecer en los afectos, esto es, los sentimientos y mociones interiores. Teresa de Ávila dice muy sencillamente: “¡No pensar mucho, amar mucho!” Una señora de edad se me quejaba con dolor que no podía reflexionar durante su rezo diario del Rosario, y que en esa situación siempre decía apenas, “¡Jesús, María, yo los amo!” – yo felicité a la señora. Precisamente a eso es a lo que nos debe conducir el rezo del Rosario.

Monseñor Florian Kolfhaus

Fuente: ACI