Suena paradójico: precisamente porque si bien en el Rosario se dicen muchas palabras, se trata de una oración en la que el corazón, en silencio, es capaz de contemplar y amar de manera asombrosa.
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Dominio público |
Es
interesante que la Madre de Jesús en Lourdes, Fátima y otros santuarios
recomiende repetidamente el rezo del Rosario y que no invite a rezar el oficio
divino, ni a hacer lectura espiritual, o a tener adoración eucarística, o a
practicar oración interior u oración mental.
Todas
las mencionadas formas de rezar son buenas, reconocidas por la Iglesia y
practicadas por muchos santos. ¿Por qué María "sólo" nos coloca el
Rosario en el corazón? Una posible respuesta la dan los videntes, a quienes la
Madre de Dios se apareció en Lourdes y Fátima. Siempre fue, por otra parte, a
niños de muy poca instrucción, que no podían siquiera leer o escribir de manera
correcta.
Precisamente,
a muchos hombres pensantes los ayuda el Rosario a que, con labios y cabeza
ocupados, se les vaya abriendo el corazón para la contemplación, y luego así
poder repetir –al modo de los niños o amantes enamorados- un simple “¡que
hermoso eres!” a modo de cumplido, o un pedido suplicante “¡Ayúdame!” o un
sincero agradecimiento “¡Qué sería sin Ti!” ¿Cómo se consigue esto?
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consejos concretos para "orar en contemplación"
Los
siguientes consejos, pensados para todos los que rezan el rosario
individualmente, pueden ayudar a llegar desde la oración vocal, pasando por la
meditación, hasta la contemplación interior. Es el inicio del camino
hacia el “castillo del alma” en cuyo interior, dice Santa Teresa, habita Jesús.
Cuenta a cuenta, paso a paso, –esto es, con paciencia, confianza y decisión –
todos pueden llegar cada más cerca al Rey del palacio de la propia alma. El
tiempo que le dediquemos a Él es el más valioso.
1) Tomarse el tiempo
Nuestra
agenda está llena de citas. Más o menos conscientemente planeamos también el
tiempo que vamos a necesitar para cada tarea o cita. De vez en cuando es bueno
reservar de 20 a 30 minutos para rezar el Rosario y ponerlo por escrito en la
agenda. Esta cita con Jesús y María es entonces tan importante como todas
las otras planeadas. Esta cita me reserva sobre todo a mí mismo un espacio en
el cual no tengo nada que hacer sino solamente amar. A todos nos es posible
separar un tiempo para rezar el Rosario, al comienzo una, dos o tres veces
semanales. Con el tiempo –y esta es la meta- se hará más fácil encontrar un
tiempo para rezar el Rosario diariamente.
2) Darse el tiempo
Es
de las personas enamoradas de quienes una y otra vez podemos aprender a rezar
bien. En una romántica cena a luz de vela, nadie estaría mirando continuamente
el reloj, ni atragantándose la comida, ni dejando de lado el postre para acabar
lo más rápido posible. Así es, incluso cuando uno se demorase toda una hora
para beberse a sorbitos un aperitivo, con tal de tener la oportunidad de
disfrutar al máximo el estar juntos, sería aquella una velada formidable.
Así también el rezo del Rosario, no se debe realizar como si fueran “50
avemarías que tengo que lograr”, al modo de un levantador de pesas frente a la
pesa. Puedo quedarme dándole vueltas a un pensamiento. Puedo bien
interrumpirlo. Puedo, principalmente al inicio, simplemente estar tranquilo.
Y si llevo esto en cuenta durante la oración – es decir, tranquilizarme y
tomar consciencia de cuán importante es la cita que tengo en este momento –
durante los 20 a 30 minutos que toma, entonces habré rezado bien. Así es, habrá
sido una buena oración, porque mi voluntad ha estado centrada en dar gusto al
Amado y no a mí mismo.
3) Saborear el tiempo
San
Ignacio recomendaba la así llamada “tercera forma de oración”, que consiste en
ajustar las palabras al ritmo de la propia respiración. Muchas veces es
suficiente en el rezo del Rosario hacer una breve pausa entre los misterios y
nuevamente tomar consciencia, que Jesús y María me miran llenos de alegría y
amor; reconocer agradecido, que no tengo que hacer nada y como niño
pequeño, balbucear palabras a cada tanto apenas para de algún modo
afirmar que amo a Dios. Para ello puede ser útil, respirar de dos a tres veces,
antes de retomar la oración vocal.
4) El tiempo para
miradas llenas de amor
Las
oraciones vocales del Rosario proporcionan “sólo” el ritmo de la oración. Con
mis pensamientos puedo y debo salirme del ritmo para encontrar el Misterio que
está siendo contemplado. Sólo en alemán se le añade el misterio a cada
avemaría; en otros idiomas se enuncia el misterio apenas al inicio de la decena.
Esta repetición es increíblemente útil, pues a cada momento se topa uno con lo
esencial. Se trata –como entenderán mejor los que se aman- de mirar a la
persona amada a los ojos y dejarse mirar por sus ojos llenos de amor.
5) El tiempo del
asombro
Uno
de los primeros y más importantes pasos para la oración interior es el ir del
pensamiento y la especulación hacia el mirar y el quedar asombrado. Cuando los
amantes se encuentran, no es para planificar lo que se regalarán mutuamente o
lo que podrían hacer en las próximas vacaciones, sino para disfrutar el tiempo
juntos y alegrarse el uno al otro. Ver el álbum de fotos familiar es muy
distinto a ver un libro de historia. En el primero vemos personas que nos son
importantes, que amamos – y más aún- ¡que nos aman! Así debe ser nuestro mirar
a Jesús y María.
6) Ojos cerrados,
ojos abiertos – el tiempo para el camarógrafo interior
Las
palabras acompañan, la cabeza abre, pero es el corazón el que domina la
oración. Todos los grandes autores espirituales coinciden en que la oración
interior se trata de permanecer en los afectos, esto es, los sentimientos y
mociones interiores. Teresa de Ávila dice muy sencillamente: “¡No pensar mucho,
amar mucho!” Una señora de edad se me quejaba con dolor que no podía
reflexionar durante su rezo diario del Rosario, y que en esa situación siempre
decía apenas, “¡Jesús, María, yo los amo!” – yo felicité a la señora.
Precisamente a eso es a lo que nos debe conducir el rezo del Rosario.
Monseñor Florian Kolfhaus
Fuente: ACI