PAZ EN LA CONTRADICCIÓN
II. La «contradicción de los buenos».
III. Frutos de las incomprensiones.
“En aquel tiempo, Jesús,
levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: -«Dichosos los pobres,
porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre,
porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas» (Lucas 6,20-26).
I. En su camino a la
santidad, el cristiano encontrará a veces un clima de hostilidad, que el Señor
no dudó en llamar con una palabra dura: persecución (J. ORLANDIS,
Bienaventuranzas) Ésta puede presentarse de diferentes formas, en todas las
épocas y lugares, y es resello de autenticidad en el seguimiento de Cristo, de
que las personas y las obras van por buena senda.
Las
contrariedades que surjan en nuestro camino, no deben quitarnos la paz ni deben
sorprendernos.
Pueden
presentarse como persecución abierta –la calumnia o difamación-, o
solapadamente, en forma de ironía que trata de ridiculizar los valores
cristianos, o la presión ambiental que pretende amedrentar a quienes se atreven
a mantener una visión cristiana de la vida y les desprestigia ante la opinión
pública.
Entonces
debemos agradecer al Señor esa confianza que ha tenido con nosotros al
considerarnos capaces de padecer algo –poca cosa será- por Él.
II. Cuesta entender la
calumnia o la persecución –abierta o solapada- en una época que se habla tanto
de tolerancia, de comprensión, de convivencia y de paz. Pero son más difíciles
de entender las contradicciones cuando llegan de hombres “buenos”; cuando el
cristiano persigue –no importa el modo- al cristiano, y el hermano al hermano.
El
Señor previno a los suyos para esos momentos en los que quienes difaman,
calumnian o entorpecen la labor apostólica no son paganos, ni enemigos, sino
hermanos en la fe, que piensan que con ello hacen un servicio a Dios (Juan 16,
2).
La
contradicción de los buenos es especialmente dolorosa, y a quien Dios permite
padecerla, ha de perdonar, desagraviar y a actuar con rectitud de intención,
con la mirada puesta en Cristo. “Busca sólo la gloria de Dios y, amando a
todos, no te preocupe que otros te entiendan” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja).
III. De las contradicciones
hemos de sacar muchos frutos. No sólo no deben hacernos perder la paz, ni ser
causa de desaliento o de pesimismo, sino que han de servirnos para enriquecer
el alma, para ganar en madurez interior, en fortaleza, en caridad, en espíritu
de reparación y de desagravio, en comprensión; podemos esforzarnos en nuestros
deberes cotidianos; hacer un apostolado más eficaz.
El
Señor se valdrá de esas horas de dolor para hacer el bien a otras personas. La
Virgen Nuestra Madre, que nos ayuda en todo momento, nos oirá particularmente
en los más difíciles, “... pídele que te obtenga de la trinidad Beatísima más
gracias..... para que cuando en la vida parezca que sopla un viento fuerte,
seco, capaz de agostar esas flores del alma, no agoste las tuyas, ni la de tus
hermanos” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja)
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org