Día 8: Confianza
Dominio público |
Escribía una carta a sus amigas del colegio:
"La operación duró diecisiete horas, me pusieron una escayola que me cogía
medio cuerpo y en donde se sujetaban dos hierros que, a su vez, mantenían mi
cabeza firme mediante una corona, también de hierro, con cuatro clavos sujetos
a los huesos de la cabeza.
Estuve un día y medio en la UCI con tubos para poder respirar, que más bien
parecía que eran para ahogarme. Lo pasé mal, pero las enfermeras eran tan
cariñosas y tan preocupadas, que lo hicieron más fácil"
El aspecto que ofrecía después de la operación, con la escayola y la corona de
hierros (ya había perdido su pelo rubio, por los tratamientos de radioterapia)
era tal, que algunos de los pequeños que también estaban internados y con los
que jugaba, la miraban con cierto recelo. Ella comentaba con sentido del humor:
"No me extraña, me parezco a Frankestein".
Su estancia en la Clínica de Navarra se prolongó por varios meses y si bien el
dolor moral estaba atenuado por el cariño de sus padres y la buena atención de
doctores y enfermeras, el dolor físico continúa siendo muy fuerte. A esto se
añaden las complicaciones, no producidas exactamente por el curso de la
enfermedad, sino ajenas a ella: roces en la escayola, el que se le abriesen las
heridas a causa del calor y la inmovilidad, llagas en la boca e innumerables
dolores. Y aunque Alexia no suele quejarse, a veces no puede más.
Un día dirigiéndose a Jesús en un momento de dolor agudo le decía: "Jesús,
¿por qué no me ayudas? Por favor, quítame este dolor de cabeza sólo un rato, aunque
no sea más que un rato. ¡De verdad, que no puedo más! ¿Por qué me haces esto?
¡Yo te he querido de pequeña y te he rezado siempre,... ¿Por qué no me ayudas?
Pido cosas para los demás y me las concedes, pero si son para mí no me haces
caso. Eso es porque no me quieres. Si me quisieras, me ayudarías. ¡No me
quieres, Jesús, no me quieres! Pues ¿sabes lo que te digo? Yo tampoco te voy a
querer a ti"
Su madre que la estaba oyendo, dejó que durante un rato se desahogase, como
Job, de sus sufrimientos, pero después la interrumpió:
"Bueno, Alexia, ya está bien. Eso no se dice"
Entonces ella, rápida, cambiando el tono de voz hasta entonces quejumbroso,
dijo con gran firmeza: "Mamá, Jesús sabe que no se lo digo en serio."
Madre mía, ¿tengo yo la misma confianza con Jesús? ¿Le hablo de mis cosas, como
hacía Alexia, que le hablaba de su enfermedad? Enséñame María, a hacer oración.
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Fuente: Web de Javier