5 RAZONES PARA CELEBRAR A LO GRANDE LOS 1700 AÑOS DEL CONCILIO DE NICEA

La Iglesia Católica conmemora este año el 1700° aniversario del Primer Concilio de Nicea, el primer sínodo ecuménico en la historia de la Iglesia, convocado por el emperador Constantino, donde hoy está la ciudad de Iznik, en Turquía.  

Crédito: Fotografía: Giovanni Guerra (1544-1618),
Cesare Nebbia (1534-1614)  Dominio público/Wikimedia Commons
El concilio, que comenzó el 20 de mayo del año 325, se convocó tan solo doce años después de que Constantino legalizara el cristianismo. Durante los 250 años de persecución contra los cristianos, cuando profesar la fe en Jesucristo a menudo conducía al martirio, las disputas teológicas eran mínimas. La existencia cristiana era una cuestión de vida o muerte, y sólo los adultos dispuestos a profesar su fe con sangre eran bautizados.  

Sin embargo, una vez legalizado el cristianismo, el costo de creer y proclamar el Evangelio se redujo considerablemente. Entonces, concepciones teológicas que a menudo habían permanecido ocultas pudieron expandirse.  

En Alejandría, Egipto, una de las capitales intelectuales del mundo antiguo, un sacerdote llamado Arrio comenzó a cuestionar la naturaleza divina de Jesús, su origen y su relación con Dios Padre. Argumentó que Jesucristo no era realmente divino —increado, eterno y de la misma naturaleza que Dios Padre—, sino creado por el Padre antes del tiempo, lo que socavaba no sólo la comprensión cristiana del Hijo de Dios, sino también la de la Trinidad.

La confusión arriana comenzó a extenderse rápidamente. El patriarca Alejandro de Alejandría intentó, sin éxito, suprimir los errores de Arrio y el daño que causaban a la fe de multitudes. Constantino, intentando remediar la inestabilidad política y la división derivadas de la disputa, escribió cartas y envió un emisario para intentar resolver la disputa, pero Arrio perseveró. Así pues, Constantino convocó el primer concilio universal, reuniendo a 318 obispos para resolver la controversia y restablecer el orden.   

El principal resultado del Concilio fue la condena de las ideas de Arrio y la formulación del Credo de Nicea.  

En su sección sobre Cristo, el “Símbolo” (Credo) se convirtió en una respuesta directa a las ideas arrianas, confesando a Jesús como “Señor”, “Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero” y “consustancial (homoousios) con el Padre”. 

El Credo de Nicea se ampliaría en el segundo concilio ecuménico, celebrado en Constantinopla en 381, para incluir una sección sobre el Espíritu Santo, la “Iglesia una, santa, católica y apostólica” y otras enseñanzas cristianas que habían sido ocasionalmente cuestionadas en el ínterin, como la resurrección de la carne, la naturaleza de la vida eterna y la importancia del bautismo para el perdón de los pecados.  

Celebrar el 1700 aniversario del Concilio de Nicea es, ante todo, celebrar a Jesucristo, el Hijo eterno de Dios, que por obra del Espíritu Santo asumió nuestra naturaleza humana y nació de María Virgen. 

Todavía existen muchas ideas falsas sobre Jesús hoy en día. El Papa El Papa León XIV señaló en su primera homilía que es esencial, no sólo para él, como sucesor de Pedro, sino para toda la Iglesia Católica, proclamar con Pedro que Jesús es el “Mesías e Hijo de Dios vivo”. 

Lo hacemos objetivamente cada vez que proclamamos el Credo. Pero debemos hacerlo “subjetivamente”, y por eso la Iglesia nos pide que lo proclamemos no en primera persona del plural, sino del singular. Cada uno de nosotros está llamado a apostar su vida por lo que profesa, tal como lo hicieron los primeros cristianos. 

Me gustaría dar algunas sugerencias sobre cómo podríamos celebrar apropiadamente este hito.

1. La forma en la que profesamos la fe los domingos

 León XIV habló de ellas en su primera homilía en la Capilla Sixtina al día siguiente de su elección.  

“Hoy también son muchos los contextos en los que la fe cristiana se retiene un absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes” y “esto no sólo entre los no creyentes, sino incluso entre muchos bautizados, que de ese modo terminan viviendo, en este ámbito, un ateísmo de hecho”, dijo el Papa León.  

En la vida cotidiana, indicó el Santo Padre, los cristianos a menudo no viven como si creyeran en la divinidad de Jesús y en que él, Dios con nosotros, sigue estando muy presente. Como dijo en una famosa broma C. S. Lewis, Jesús es o el Señor —quien dice ser realmente— o un lunático que se creyó locamente Dios, o un mentiroso que, de forma mendaz y deliberada, afirmó ser Dios.  

En muchas parroquias, proclamar nuestras creencias se ha vuelto rutinario y monótono. Muchos pronuncian o murmuran las palabras automáticamente, no solo sin rezarlas, sino sin siquiera pensar en lo que dicen.  

Qué maravilloso sería para nosotros tomarnos un respiro y profesar, con alegría, gratitud y entusiasmo, cada uno de los doce artículos del Credo como quienes estarían dispuestos a dar su vida por ellos y por el Dios Trinitario en quien creemos. Quizás también sea el año para empezar a cantar el Credo, como lo han hecho siglos de cristianos, adornando sus palabras con gran belleza.

2. Estudiar el Credo  

Esto para comprender con mayor precisión qué proclamamos y por qué es importante. El Credo de Nicea se formuló en respuesta a desafíos antiguos. No todo lo que creemos como católicos está ahí —como, por ejemplo, seis de los sacramentos, la importancia de la oración y todo el tesoro moral de la Iglesia—, pero lo que contiene importa y constituye el fundamento crucial de toda la fe de la Iglesia. 

Un buen punto de partida sería la primera sección del Catecismo de la Iglesia Católica, dedicada a profundizar en lo que profesamos en el Credo. Quienes deseen más información pueden consultar el documento del 3 de abril de la Comisión Teológica Internacional, “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador: El 1700.º aniversario del Concilio Ecuménico de Nicea (325-2025)”.

3. Hablar con claridad sobre el Creado y tratar de ayudar a comprenderlo mejor

Podemos darle un nuevo enfoque en la educación religiosa de nuestras parroquias, con niños, adolescentes y adultos, jóvenes y mayores, y hablar de ello con hijos, nietos y ahijados. Podemos hablar del aniversario y su importancia con colegas y amigos en el trabajo, la escuela y otros lugares, con la esperanza de que esto despierte el interés de otros.  

El Papa Francisco dijo en 2024 que el anuncio de esta fe es “la tarea fundamental de la Iglesia”; y este importante aniversario, con la ayuda del Espíritu Santo, puede generar una nueva fase de misión y evangelización.

4. Vivir el Credo

Esto significa vivir en la comunión de la Santísima Trinidad, conscientes del amor de Dios Padre, de la permanencia del Hijo de Dios con nosotros en la Sagrada Eucaristía, y de la guía del Espíritu Santo, llevándonos a la vida y procurando hacernos profetas por medio de quienes habla. Significa luchar por la unidad en la Iglesia y por la santidad, y comprender que —por ser la Iglesia católica y apostólica— hemos sido enviados, al igual que los apóstoles, a intentar ayudar a todos a llegar al conocimiento del Dios Trino y a ser uno con nosotros, creciendo a imagen y semejanza de Dios, que es santo, santo, santo.

Es vivir plenamente el significado de nuestro bautismo. Es considerar nuestros cuerpos como templos de Dios destinados a ser resucitados para siempre. Es vivir con esperanza, a la espera de una vida eterna de amorosa comunión con Dios en la Comunión de los Santos. 

5. Celebrar este aniversario con reuniones y festejos 

De esa forma nos decimos a nosotros mismos y a todos que el 1700 aniversario no es sólo una nota histórica, sino algo que tomamos en serio y consideramos con alegría y gratitud.  

¿Por qué no celebrar fiestas sobre “Nicea 1700” en nuestras parroquias, casas y patios? 

Podemos invitar no solo a nuestros hermanos católicos, sino también a nuestros hermanos ortodoxos y protestantes, la mayoría de los cuales profesan el Credo Niceno-Constantinopolitano el domingo. Incluso podemos invitar a los no cristianos a esta celebración para que conozcan algo de aquello a lo que los cristianos decimos "Amén" y sobre lo que nos comprometemos a construir nuestras vidas, como sugiere el verbo hebreo. 

¡Feliz 1700 aniversario!

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register

Por Mons. Roger Landry