COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. JESÚS VIDAL: "MISERICORDIA"

Cuándo fue la última vez que he visto escrito en un titular de prensa la palabra “misericordia”? Realmente no lo recuerdo. Creo que en el ámbito público es una palabra que no tiene “buena prensa”. 

Dominio público
Se piensa en ella como un debilitamiento de la justicia. Incluso, cuando se hace público un indulto, por ejemplo, no se suele decir que se ha actuado por misericordia, sino por justicia, añadiendo explicaciones como que la pena era excesiva o incluso “injusta”, de modo que con el indulto se pretende, en cierta manera, enmendar a la justicia. Yendo un poco más allá, incluso creo que, en el pensamiento de la mayor parte de las personas, la misericordia se entiende como una cierta injusticia. El que recibe misericordia, ¿es que acaso no debe “pagar” por lo que ha hecho?

En el Evangelio, en una ocasión presentan a Jesús a una mujer que ha cometido un mal. Las pruebas son claras. El Evangelio utiliza la expresión “flagrante” para mostrar que no hay asomo de duda acerca del hecho. Y la pena que corresponde a este mal, según la ley de Moisés, también era clara: pena de muerte por lapidación. El juicio está claro y así se lo presentan a Jesús. «Tú, ¿qué dices?». No hay mucha escapatoria para aquella mujer. Jesús, sin embargo, responde de una forma extraña. Se agacha, se acerca al suelo y empieza a escribir. Los captores de la mujer se ponen nerviosos. Insisten. «¿Qué dices? ¿Qué hay que hacer? Está claro, ¿no?» Jesús se pone en pie. «El que no haya hecho ningún mal, que tire la primera piedra». Y vuelve a inclinarse. Ninguno tira piedra alguna. Poco a poco «empezando por los de más edad», dejan caer al suelo las piedras y se alejan. Jesús se levanta y se acerca a la mujer. La mira. «¿Nadie te ha condenado?». «Nadie». «Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a obrar mal».

Rápidamente tendemos a pensar que la ley de Moisés era injusta. ¿Cómo es posible que se castigue con pena de muerte un engaño matrimonial? Y pasamos a justificar a la mujer. Seguro que era una mujer oprimida, que había sido casada por la fuerza. Seguro que al que amaba de verdad era al hombre con el que había engañado a su marido… y nos montamos una “peli” romántica para ver a Jesús como uno que restaura la justicia de final feliz. La verdad es que no lo sabemos en absoluto. El Evangelio no dice nada de esto. Pero desde luego, lo que Jesús no dice es que vuelva al engaño. En una mentira siempre hay traición, siempre hay dolor. También, y sobre todo, para esta mujer.

Y lo peor es que, una vez más, ocultamos el núcleo más profundo de este pasaje: la misericordia. Jesús tiene misericordia de esta mujer. El mal siempre deja huella, siempre deja herida y conduce de una u otra forma a la muerte. No sabemos lo que Jesús escribió en el suelo, pero al acercarse a la tierra, se acercó a esta mujer, creada del polvo de la tierra. Y al acercarse, no huyó de su culpa, ni la camufló, sino que entró en ella, en el círculo de la culpa, en las consecuencias del mal. Los hombres que dejaron caer las piedras no dejaron caer su rencor. Ya tendrían tiempo de ajustar cuentas con “ese” que les ponía en entredicho y negaba la ley de Moisés. Y desde luego que lo tuvieron. Poco tiempo después Jesús cargó con la muerte de aquella mujer, de la misma forma que cargó con la muerte que nos acecha a cada uno de nosotros. Si descubriéramos lo que supone esto de verdad diríamos a voz en grito que «nos parecía soñar». Si Jesús no nos juzga, no nos condena, ¿quién nos acusará? Nos cuesta creerlo, de verdad, pero es así.

Les invito a que prestemos atención en los próximos días para ver si encontramos en la prensa un titular que incluya la palabra “misericordia” como una buena noticia. ¡Ojalá! Pero les aseguro que esta es la más verdadera y buena noticia.

+ Jesús Vidal 

Obispo de Segovia

Fuente: Diócesis de Segovia