No sólo tenemos sed de Dios, sino que él tiene sed de nosotros y nos espera junto al pozo de agua viva
![]() |
© P. Lawrence Lew, OP/ Flickr |
Si bien podemos estar
familiarizados con nuestra sed de Dios, un aspecto de la oración que podemos
olvidar es la sed de Dios por nosotros.
Dios nos desea más de
lo que nosotros le deseamos a él y espera pacientemente que nos acerquemos a
él.
El Catecismo de la
Iglesia Católica destaca esta sencilla realidad de la oración,
centrándose en este profundo misterio:
“¡Si conocieras el
don de Dios!” La maravilla de la oración se revela junto al pozo al que
acudimos en busca de agua: allí Cristo viene al encuentro de cada ser
humano. Es él quien primero nos busca y nos pide de beber. Jesús tiene sed
; su pedido surge de lo más profundo del deseo de Dios por nosotros. Nos demos
cuenta o no, la oración es el encuentro de la sed de Dios con la nuestra.
Dios tiene sed de que nosotros tengamos sed de él.
CCC 2560
La Madre Teresa
conocía bien este aspecto de la oración y siempre buscó mostrar de manera
prominente las palabras de Jesús en la cruz: " Tengo sed ".
Ella escribió en una carta: “ Él tiene sed de ti . Él
te ama siempre, incluso cuando no te sientes digno. Cuando no eres
aceptado por los demás, incluso a veces por ti mismo, Él es quien siempre te
acepta”.
La oración es siempre una respuesta a Dios, nos demos cuenta o no. Dios
nos creó primero y constantemente nos llama a casa.
Siempre que oramos, respondemos a esa invitación y le pedimos a
Dios esa agua vivificante que nuestra alma necesita.
Philip
Kosloski
Fuente: Aleteia