CONSTANCIA EN EL APOSTOLADO
II. El apostolado supone un
trabajo paciente.
III. Contar con el tiempo.
Poner más medios humanos y sobrenaturales cuanta más resistencia ofrezca un
alma.
“Después se apareció de
nuevo Jesús a sus discípulos junto al mar de Tiberíades. Se apareció así:
estaban juntos Simón Pedro y Tomas, llamado Dídimo, Natanael, que era de Caná
de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Les dijo Simón
Pedro: Voy a pescar. Le contestaron: Vamos también nosotros contigo.
Salieron,
pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Llegada ya la
mañana, se presentó Jesús en la orilla; pero sus discípulos no sabían que era
Jesús. Les dijo Jesús: Muchachos, ¿tenéis algo de comer? Le contestaron: No. Él
les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y
ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. Aquel discípulo a quien
amaba Jesús dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Al oír Simón Pedro que era el Señor se
ciñó la túnica, porque estaba desnudo, y se echó al mar Los otros discípulos
vinieron en la barca, pues no estaban lejos de tierra, sino a unos doscientos
codos, arrastrando la red con los peces” (Juan 21,1-14).
I. Los Apóstoles han
marchado de Jerusalén a Galilea, como les había indicado el Señor (Mateo 28,
7). Han vuelto a su antigua profesión, la que tenían cuando el Señor los llamó,
junto al lago. Jesús resucitado va en busca de los suyos para fortalecerlos en
la fe y en su amistad, y para seguir explicándoles la gran misión que les
espera. Los discípulos no acaban de reconocerle cuando les indica de lejos:
Echad la red a la derecha de la barca, y encontraréis. Juan confirma la certeza
interior de Pedro. Inclinándose hacia él, le dijo: ¡Es el Señor! Pedro salta
como un resorte.
No
espera que las barcas llenas con una pesca abundante, lleguen a la orilla. El
amor de Juan distinguió inmediatamente al Señor en la orilla: ¡Es el Señor! “El
amor, el amor lo ve de lejos” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios). El
drama de un cristiano comienza cuando no ve a Cristo en su vida; cuando por la
tibieza, el pecado o la soberbia se nubla el horizonte; cuando se hacen las
cosas como si no estuviera Jesús junto a nosotros, como si no hubiera
resucitado.
II. “¿Por qué contó el
Señor tantos pescadores entre sus Apóstoles? ¿Qué cualidad vio en ellos Nuestro
Señor? Una paciencia inquebrantable. Han trabajado toda la noche y no han
pescado nada; muchas horas de espera, en las que la luz gris de la aurora les
traería un premio, y no lo ha habido” (R.A. KNOX, Sermón predicado en la
festividad de San Pedro y San Pablo) No sabemos cómo ni cuándo, pero todo
esfuerzo apostólico da su fruto, aunque en muchas ocasiones nosotros no le
veamos.
El
Señor nos pide la paciente espera de los pescadores. Ser constantes en el
apostolado personal, no abandonarlo jamás, no dejar a nadie por imposible. La
paciencia es parte principal de la fortaleza y nos lleva a saber esperar cuando
así lo requiera la situación, a poner los medios humanos y sobrenaturales, a
recomenzar muchas veces, a contar con nuestros defectos y con los de las
personas que queremos llevar a Dios.
III. Jesús llamó a los
Apóstoles conociendo sus defectos. Confía en ellos y los forma con paciencia;
cuenta con el tiempo para hacerlos idóneos para la misión que han de
desempeñar. Encontraremos resistencias, consecuencia del pecado original o de
los pecados personales. A nosotros nos toca ser buenos canales por los que
llega la gracia del Señor, facilitar la acción del Espíritu Santo en nuestros
amigos, parientes y conocidos. Si el Señor no se cansa de dar su ayuda a todos,
¿cómo nos vamos a desalentar nosotros que somos simples instrumentos? El Señor
era Amigo de sus discípulos. Nosotros pidamos a Santa María que nos ayude a
imitar a Jesús para llevar a Él a nuestros amigos.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org