El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que el Sábado Santo es un día “de gran silencio” por la muerte de Cristo, que vence finalmente a la muerte, al pecado y al mal al tercer día el Domingo de Resurrección
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| Crédito: AntanO (CC BY-SA 4.0) |
En esta nota te
explicamos qué quiere decir que el Sábado Santo sea un día marcado por el
silencio.
La explicación
del Catecismo
está en los numerales que van del 631 al 637. Estos permiten explican
la parte del Credo que dice “Jesucristo descendió a los infiernos, al tercer
día resucitó de entre los muertos”.
El Credo, dice
el Catecismo, “confiesa en un mismo artículo de fe el descenso de Cristo a los
infiernos y su Resurrección de los muertos al tercer día, porque es en su
Pascua donde, desde el fondo de la muerte, Él hace brotar la vida”.
Jesús, prosigue
el texto, “antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos
(cf. Hb 13, 20). Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al
descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los
hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido
como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí
detenidos”.
Al estar Jesús
muerto, en el Sábado Santo “un gran silencio envuelve la tierra; un gran
silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme”.
“La tierra está
temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a
los que dormían desde antiguo”, agrega.
Jesús entonces
“va a buscar a nuestro primer Padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere
visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es al mismo
tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de sus prisiones y de sus dolores
a Adán y a Eva”.
El Catecismo
precisa asimismo que en la Biblia, los infiernos o el hades es “la morada de
los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban
allí estaban privados de la visión de Dios. Tal era, en efecto, a la espera del
Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos”.
En ese sentido,
“el descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de
la salvación”.
“Es la última
fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo pero
inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a
todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los
que se salvan se hacen partícipes de la Redención”, resalta.
De ese modo,
Cristo “aniquiló mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo
y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a
esclavitud”.
Por Walter
Sánchez Silva
Fuente: ACI Prensa
