Víctimas de la persecución de Nerón después del incendio de Roma
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Dominio público |
¿Por
qué Nerón persiguió a los cristianos? Nos lo dice Cornelio Tácito en el libro
XV de los Annales: “Como corrían voces que el incendio de Roma había sido
doloso, Nerón presentó como culpables, castigándolos con penas excepcionales, a
los que, odiados por sus abominaciones, el pueblo llamaba cristianos”.
En
tiempos de Nerón, en Roma, junto a la comunidad hebrea, vivía la pequeña y
pacífica de los cristianos. De ellos, poco conocidos, circulaban voces
calumniosas. Sobre ellos descargó Nerón, condenándolos a terribles suplicios,
las acusaciones que se le habían hecho a él.
Por
lo demás, las ideas que profesaban los cristianos eran un abierto desafío a los
dioses paganos celosos y vengativos… “Los paganos—recordará más tarde
Tertuliano— atribuyen a los cristianos cualquier calamidad pública, cualquier
flagelo. Si las aguas del Tíber se desbordan e inundan la ciudad, si por el
contrario el Nilo no se desborda ni inunda los campos, si hay sequía, carestía,
peste, terremoto, la culpa es toda de los cristianos, que desprecian a los
dioses, y por todas partes se grita: ¡Los cristianos a los leones!”.
Nerón
tuvo la responsabilidad de haber iniciado la absurda hostilidad del pueblo
romano, más bien tolerante en materia religiosa, respecto de los cristianos: la
ferocidad con la que castigó a los presuntos incendiarios no se justifica ni
siquiera por el supremo interés del imperio.
Episodios
horrendos como el de las antorchas humanas, rociadas con brea y dejadas
ardiendo en los jardines de la colina Oppio, o como aquel de mujeres y niños
vestidos con pieles de animales y dejados a merced de las bestias feroces en el
circo, fueron tales que suscitaron un sentido de compasión y de horror en el
mismo pueblo romano. “Entonces —sigue diciendo Tácito—se manifestó un
sentimiento de piedad, aun tratándose de gente merecedora de los más ejemplares
castigos, porque se veía que eran eliminados no por el bien público, sino para
satisfacer la crueldad de un individuo”, Nerón. La persecución no terminó en
aquel fatal verano del 64, sino que continuó hasta el año 67.
Entre
los mártires más ilustres se encuentran el príncipe de los apóstoles,
crucificado en el circo neroniano, en donde hoy está la Basílica de San Pedro,
y el apóstol de los gentiles, san Pablo, decapitado en las “Acque Galvie” y
enterrado en la vía Ostiense.
Después
de la fiesta de los dos apóstoles, el nuevo calendario quiere celebrar la
memoria de los numerosos mártires que no pudieron tener un lugar especial en la
liturgia.
Fuente: Catholic.net