«Yo le quería, para mí es un santo». Carmelina Mancuso, la mujer de Calabria que el mundo conoce como «la señora de las flores amarillas»
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| Vatican News |
Ayer domingo por la tarde tuvo lugar la procesión de los cardenales, reunidos en las Congregaciones
Generales con vistas al Cónclave, para visitar la tumba de Francisco y celebrar
las Segundas Vísperas, presididas por el cardenal Makrickas. Más de 20 mil
personas hacían cola desde esta mañana para "saludar" al Pontífice,
rezar ante su lápida y entregarle ofrendas florales, entre ellas la
"señora de las flores amarillas", Carmela Mancuso, entre lágrimas
ante la inscripción Franciscus
«Yo le quería,
para mí es un santo». Carmelina Mancuso, la mujer de Calabria que el mundo
conoce como «la señora de las flores amarillas» a la que el Papa dedicó sus
pocas palabras el 23 de marzo, día en que dejó el Hospital Gemelli, llora ante
la tumba del Papa Francisco en Santa María la Mayor. En una bolsa de cartón
sostiene un nuevo ramo -todo amarillo, por cierto- y hace fila con miles de
personas hasta el parvis de la basílica, en la colina del Esquilino. Más de
20.000 desde la apertura al público esta mañana a las 7.00 horas, según las
estimaciones.
En medio de la
continua letanía de «nada de fotos», «no paren aquí, por favor» de la
seguridad, se hizo una excepción con Carmela y se la hizo pasar por delante del
cordón, como se hacía tantas veces durante las audiencias generales de los
miércoles, cuando el Papa la veía aparecer en la plaza de San Pedro o en el
Aula Pablo VI y extendía los brazos exclamando: «¡Aquí está!». Camina
lentamente, Carmelina, coloca las flores a un lado y, con la mano sobre la
boca, llora mientras contempla la suave luz que ilumina la cruz del Buen Pastor
y se refleja en la inscripción tallada en el mármol Franciscus.
Juntos en
oración
El Papa al que
fue una de las últimas en poder saludar fuera de la basílica de San Pedro, el
domingo de Pascua, en el recorrido en papamóvil, último acto de la vida de
Jorge Mario Bergoglio, está enterrado allí desde ayer: bajo ese mármol de
origen ligur, en un espacio blanco que da una visión seca y minimalista,
embellecido, bajo los dos escalones, por una larga composición de rosas blancas
y amarillas, junto a adornos de verde y pequeñas margaritas. «¿Puedo quedarme
un ratito aquí?», preguntó la señora de las flores amarillas, uniéndose a las
Vísperas que los más de 110 cardenales reunidos en Roma celebraron esta tarde
en la basílica liberiana. Decidieron en la Congregación General del pasado
viernes organizar un momento de oración «no programado» para rendir homenaje al
Papa.
Esta tarde han
llegado antes de las 16 horas a Santa María la Mayor, saliendo en autobús desde
la plaza del Aula Pablo VI. Los flashes de los fotógrafos, los disparos de las
cámaras, los clics de los smartphones de la larga cola de fieles (entre ellos
algunos adolescentes del Jubileo de los Adolescentes) que bordeaban todo el
parvis acompañaron su paso por la Puerta Santa en procesión hasta la tumba del
Papa.
La procesión a
la tumba del Papa
Antes de ellos,
hubo un momento privado para el cardenal Santos Abril y Castelló, arcipreste
emérito de la Basílica, el que acompañó al entonces recién elegido Papa
Francisco en su primera visita a Santa María la Mayor al día siguiente de su
elección. A continuación, uno a uno o en grupos de tres, los cardenales se
detuvieron ante la tumba. Algunos permanecieron unos minutos en oración,
recitando un Ave María, otros se persignaron o se hicieron una foto, los que
pudieron se arrodillaron unos instantes. A continuación, todos se reunieron en
la Capilla Paulina, junto a la tumba, bajo la mirada de la Salus Populi Romani,
que durante 126 veces vio a Francisco, de rodillas en los primeros días y en
silla de ruedas en los últimos años, dar las «gracias» por un viaje apostólico
realizado o concluido con éxito, por una operación médica que salió bien, por
un simple saludo.
Ante de la
Salus Populi Romani
Con la mirada
vuelta hacia el icono que, según la tradición, fue pintado por San Lucas, los
cardenales rezaron juntos en silencio. Ordenadamente atravesaron el portón y
subieron los tres escalones hasta la nave para rezar las Segundas Vísperas
presididas por el Cardenal Arcipreste Coadjutor, Rolanda Makrickas. Detrás de
ellos, se unieron grupos de fieles. El flujo constante de visitantes,
entretanto, no cesaba, y los teléfonos móviles, apuntando primero a la tumba,
se desplazaron a esta extensión de casquetes púrpura empeñados en cantar los
salmos.
Diferentes
sacerdotes recitaron oraciones en distintos idiomas. Rezaron por el Papa
Francisco para que «el Señor Resucitado le acoja en la morada de la luz y de la
paz». El acto duró algo más de media hora. A continuación, los cardenales
abandonaron la Basílica, que esta noche permanecerá abierta a los fieles hasta
las 22.00. Hoy es noche de descanso, mañana nueva congregación general para
preparar el Cónclave que elegirá al 267º Sucesor de Pedro.
Salvatore Cernuzio
Ciudad del
Vaticano
Fuente: Vatican News
