La
pandemia de coronavirus COVID-19 nos debe recordar a los cristianos que “la
ciencia no lo ha resuelto todo, nunca seremos autosuficientes, necesitamos
siempre de Dios, de su providencia y su misericordia”
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Dominio público |
“Estamos llamados a
arrepentirnos y a ajustar nuestra vida a las exigencias de Dios, a convertirnos
al Evangelio, y también ser cercanos y misericordiosos con los que sufren
pobreza, desempleo y la pérdida de sus seres queridos”, expresó.
Además, es importante “rezar
especialmente por los que han muerto en la pandemia y por los médicos y el
personal sanitario. Sería una buena obra de misericordia”.
Según la universidad
especializada en medicina, Johns Hopkins, al 2 de marzo suman más de 114
millones de casos confirmados de COVID-19 en todo el mundo. Además, se han
registrado más de 2,5 millones de muertes a causa de la pandemia.
La crisis de salud, continuó el
P. Valdemar, nos llama a “levantar
la mirada a los bienes de arriba donde está Dios, como bien lo decía San Pablo.
Debemos entender que la vida más importante no es esta, no es este mundo, sino
que la vida que realmente importa viene después de esta”.
El sacerdote
mexicano criticó las restricciones al culto impuestas en diversas partes del
mundo a causa del COVID-19, porque “la afectación es gravísima, pues la
Iglesia vive de la Palabra de Dios y de los sacramentos, sobre todo de la
Eucaristía. Jesús dijo con toda claridad: ‘El que me come vivirá por Mí’”.
“Y es
justamente del pan de la Palabra y de la Eucaristía que se le ha privado al
pueblo de Dios. Es imposible pensar que no hay un detrimento en la vida
espiritual de los fieles después de un año de ayuno obligatorio”, dijo.
El P. Valdemar
dijo que “el pueblo de Dios está anémico y solo Dios sabe en cuántos fieles
la fe se ha extinguido, pues la vivencia de la fe no se circunscribe a la
piedad personal o individual, sino a la vivencia comunitaria. Somos un cuerpo,
el cuerpo místico de Cristo, en el que todos debemos estar unidos en la
vivencia de la fe y la participación física, no virtual”.
El sacerdote
subrayó que “la vida espiritual del creyente es el antídoto contra la muerte.
No contra la muerte física, que es relativa y es solo un paso, sino contra la
muerte eterna o también llamada ‘segunda muerte’, que es la condenación
eterna”.
“Jesús nos lo
dijo muy claro: ‘No tengan miedo a los que matan el cuerpo, sino a los que
puedan matar su alma y llevarlos al lugar del castigo’”.
“Un verdadero
creyente no le tiene miedo a la muerte. A lo sumo, un miedo que es natural y
que Dios nos lo ha puesto como instinto de sobrevivencia. Pero si estamos en
paz con Dios y con los demás no hay razón para tener miedo a morir”, continuó.
El P. Valdemar
señaló que en este tiempo de pandemia de COVID-19 “me he encontrado con dos
tipos de personas: las que están aterradas y sufren terriblemente como si
fueran a morir sin esperanza, y personas que tienen fe y no tienen miedo a
morir porque saben que esta vida es apenas un soplo, mientras que la otra vida
es verdadera y es eterna al lado de Dios. Y la fe es lo que los hace no
tener miedo”.
La enfermedad y
la muerte a causa de la pandemia, indicó el sacerdote mexicano, “solo podemos
mirarlas a través de la Cruz. En la Cruz de Cristo, la enfermedad y la
muerte adquieren sentido”.
La enfermedad
cobra sentido en la Cruz de Cristo, indicó, “porque nos une a su sufrimiento y,
si la aceptamos con paz, sirve para nuestra propia purificación y
santificación. Además que puede servir para la conversión de los pecadores”.
La muerte, por
su parte, “es una consecuencia amarga del pecado. Es un paso necesario, una
pascua, porque Cristo con su muerte venció la muerte y nos abrió las puertas
del Cielo y la salvación, por lo que la muerte física es solo un paso.
Duro, sí, amargo, sí, doloroso también, pero necesario para poder vivir con
Cristo eternamente”.
Para el P.
Valdemar, quienes se acostumbran a la celebración de la Eucaristía a pesar de
poder asistir físicamente, respetando los cuidados sanitarios pertinentes,
deben fortalecer su fe y no pensar “como los paganos, para quienes lo más
importante es preservar esta vida a costa de lo que sea”.
“En realidad
debemos vivir aquello que Jesús nos dijo: ‘El que pretenda salvar su vida la
perderá, pero el que la pierda por Mí y el Evangelio se salvará’”.
“Al fondo,
con esta pandemia ha salido a relucir una escandalosa falta de fe, sobre
todo en muchos obispos y sacerdotes que se han acobardado y se han negado a
arriesgar la vida por sus ovejas, y las han privado de los sacramentos”,
lamentó.
La Iglesia,
finalizó, “necesita recuperar su naturaleza sobrenatural y su fin que no es el
bienestar de esta vida o salvar el planeta, sino salvar las almas”.
POR DAVID RAMOS
Fuente: ACI