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Jaime Barón cuenta su testimonio de superación de violencia y alcohol tras su paso por Calcuta |
Alcohol y grupos violentos
Desde
que comenzó los estudios de secundaria, Jaime siempre se consideró una persona idealista e interesada
por la política. “En el colegio empezaron a caer en mis manos libros con el mensaje del
nacional-socialismo”, recuerda. “Veía la situación de Europa y me di cuenta
de que vivíamos en la ruina”.
Con
14 años, dejó sus estudios y los cambió por la violencia diaria y el alcohol. “A las 9:10 comenzaba mi primer
litro de cerveza. Seguía bebiendo hasta que perdía la conciencia y me
pegaba con el primero que veía”.
"La gente me miraba con miedo,
pena y asco"
“Mi
vida se convirtió en un desastre hasta que toqué fondo”, recuerda Jaime en su
testimonio, que recoge Mater
Mundi TV. Tenía
17 años cuando le detuvieron. Tras salir de un concierto en Madrid,
borrachos y de madrugada, su grupo de amigos comenzó una pelea, que se saldó con heridos, un apuñalado y Jaime en
comisaría.
De
vuelta en Sevilla “tenía la sudadera llena de sangre, oliendo a alcohol,
resaca… la gente me miraba con miedo, pena y asco. Vaya m*** en la que he
convertido mi vida. Estoy
en una ruina”.
Un cura lo invitó a Calcuta
Jaime
“quería salir, que me diese aire fresco, quería cambiar de vida pero no sabía
por dónde empezar”. Hasta que llegó el padre Jorge. “Me dijo que estaba organizando unas misiones en
Calcuta con las misioneras de la Caridad de la Madre Teresa”.
Decidió
acompañarle. “Al llegar a Calcuta, iba viendo la miseria, y dentro de ella,
cierta felicidad humana que en Sevilla no encontraba. Hizo que mi corazón se
derrumbase”.
Con los pobres encontró libertad y paz
“Les
tendíamos su ropa, estábamos con ellos, les dábamos de comer... Al no poder
hablar, una mirada, un
gesto empezaba a cobrar mucha más importancia. En ese servicio a los demás he
encontrado por primera vez libertad y paz en mucho tiempo” explica. “Pasé
de mi vida en Sevilla pensando en mí, en las amenazas y los problemas, a estar
pendiente del otro”.
Jaime
acudió a una adoración con las hermanas. “En el colegio me habían dicho que ese cacho de pan era Jesús,
pero para mí eso era un cacho de pan, en ese momento no creía que fuese
Jesús, ni Dios, ni nada”. La actitud de las hermanas le conmovió: “Después de
todo el día trabajando, de rodillas una hora delante del cacho de pan. Pero en
su cara solo veía una felicidad que no había visto nunca”. “Eso es lo que yo
quiero, lo que sin saberlo venía buscando”, recuerda.
Dar un salto al vacío
Por
desgracia, cuando volvió a
Sevilla, de nuevo se enfangó en la violencia y el alcohol. “Era como estar en
el infierno, saber que estás ahí y que estás sufriendo” explica. “Has
descubierto que hay algo más allá, pero no sabes cómo salir. He tenido una
intuición de que puede haber algo más allá, pero es dar un salto al vacío”.
Tras
un año de indecisión, “sabía lo que buscaba, pero mi cabeza está llena de
pájaros”. Pensó en “volver a Calcuta, aprender budismo, incluso en buscar en
Nepal los arbustos de marihuana”. Pero una vez, de nuevo en Calcuta con las religiosas, el joven sentía como si
hubiera encontrado un hogar. “Mi rato de oración nadie me lo quitaba.
Necesitaba sentarme delante de Jesús y estar en silencio, en mi corazón le
preguntaba a Dios que quién era, qué quería de mí”.
Sintió a Dios vivo en el pan
“Sentí
que lo que había allí no era un cacho de pan. Ahí se encontraba un Dios vivo que me amaba, que se preocupa por
mí, y vi como en mi vida Dios había estado delante, en cada pelea, esperándome.
Sentí como mi pasado se iba sanando en Su misericordia”.
Un
día, Jaime se encontraba de camino al crematorio tras la muerte de un niño que
conocía en Calcuta. “Mientras andaba, me vino un pensamiento que me atravesó por completo:
Llevar el amor de Dios a través de los sacramentos, ser las manos de Jesús en
la tierra”.
“Entonces
conocí a los Padres Misioneros de la Caridad”, recuerda. “Cuando los conocí es
lo que yo quería, un ministerio sacerdotal para atender a los pobres”. En 2018 anunció que entraba en el
seminario de esta congregación sacerdotal.