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La religiosa Sonia Sapena lleva ya diez años como eremita en la comarca tarraconense del Priorat |
Pero
como dice el refrán popular, “no hay mal que por bien no venga”, y este suceso
en la ermita donde vivía Sapena ha permitido que miles de personas conozcan la vida eremítica y
el testimonio de esta mujer entregada completamente a Dios.
"Durante la
madrugada oí: 'Pum, pum!' Y cuando llegué lo que pasaba es que no había nieve
porque no había tejado", explica sonriente Sonia Sapena a TV3. Y señala que "ahora puedo reír, pero en ese
momento dije: ‘¿Esto es verdad?’ Esto es una bomba. ¿Cómo será el día de mañana? No lo sé. Él dirá".
Sonia vive sin agua corriente ni
potable. Y se ayuda únicamente con un pequeño hilo de luz que le dan unas
baterías conectadas a una placa solar. Pero esta vida tan dura le compensa por
el amor que siente de Dios. “Cuando uno está enamorado hace lo que sea, ¿no? Es
verdad que tienes unas condiciones físicas y psicológicas duras. Sin Dios, esto no tiene
sentido”, explica a la televisión pública catalana.
Esta
eremita curiosamente pasó
años sin pisar una iglesia. Ahora su vida es la Iglesia. Sonia creció en
colegios católicos y vinculada a los scouts realizando numerosas obras
sociales. Pero no pasaba de ahí.
Sin
embargo, su vida dio un giro durante una convivencia con niños de un orfanato a la que le invitaron
las religiosas de las Madres Desamparados y San José de la Montaña:
“En la cara de una niña vi a Jesús y empezaron a surgirme las oraciones que me
enseñaron de pequeña”.
Esta experiencia
la llevó a un discernimiento vocacional y a sus 19 años ingresó como
novicia con estas religiosas. Y recordaba aquella experiencia: “no se puede
explicar. Se debe experimentar. Yo vi que en los ojos de una niña estaba Dios que me
llamaba".
Años
después y ya como religiosa Sonia sintió “una llamada dentro de la
llamada". Ella lo explica así: “Dios me llamaba a una vida más intensa de oración, a
abandonarme más a Él”. Finalmente, su congregación le dio permiso para
realizar una experiencia eremítica en la Archidiócesis de Tarragona, donde hay
una vida eremítica viva y está regulada.
Por
otro lado, esta religiosa habla más en profundidad de una vocación tan
específica con la que suele darse cierta confusión. Esta mujer recuerda que “el eremita no se retira porque se
aísla del mundo social –en ese caso nos volveríamos locos- sino porque
el Espíritu le lleva al desierto para en ese lugar ofrecerse por todos, por
toda la Iglesia”.
"Ya
tenemos mucho lugares de ocio para la sociedad, para hacer otras actividades.
Es verdad que la vida contemplativa, la vida que llevamos... es normal que la gente de hoy no
lo entienda. Pero en verdad no buscamos el entendimiento, porque hay veces
que ni una no entiende", reconoce Sonia.
Su misión por la Iglesia universal
El
día a día de Sonia está marcado por las horas del oficio divino, el estudio, la lectio divina y tres horas diarias
de Adoración al Santísimo. Para explicar su misión se apoya en el Cristo
que tiene en su capilla: “Parece
que Jesús no hace nada y sin embargo está dando la vida. El
contemplativo sirve a la Iglesia con la oración”.
“La vida eremítica te da la
posibilidad de ser Iglesia en una dimensión de comunión, estás para todos y
a la vez te sientes de ellos”, señala, añadiendo además que “en este mundo que
parece ausentarse de Dios, Dios está llamando a gente a retirarse por Él, para
que de ahí salga la fuerza de la misión”.
Además,
en su vida el “ora et
labora” es también fundamental pues realiza velas, figuras y belenes
con cera y pequeñas restauraciones con los que conseguir el sustento para
vivir.
Hablando
de su vida cotidiana, Sonia reconoce que la soledad en la que vive también
entraña algún riesgo. Por eso tiene un teléfono móvil, únicamente para su
seguridad, porque alguna
vez ha tenido que llamar a los Mossos o la Guardia Civil porque corría peligro.
El teléfono
también le sirve para comunicarse
con las otras mujeres eremitas que viven por la zona. De vez en cuando,
hablan y se ayudan entre ellas. "Tengo la suerte que ellas son más
mayores, y tienen una experiencia amplísima. Yo estoy aprendiendo. Y
comunicarme con ellas que ya han pasado por aquí a mí me aporta mucho.",
Explica agradecida.
"La vida contemplativa es muy
fuerte en la vida femenina. Hay una dimensión contemplativa de la mujer
que puede aportar mucho a la iglesia”, agrega.
Y por
último, Sonia se deja guiar por la providencia para el futuro: "Si Dios lo quiere, seguiré aquí. Y
si Dios no lo permite, pues estaré en otro lugar, no lo sé”.
Javier Lozano
Fuente: ReL