La doctora Helena Marcos es médico experta en fertilidad. Es una de las pioneras de la Naprotecnología en España y en su carrera ha ayudado ya a más de 4.000 personas que han experimentado un gran sufrimiento por problemas derivados de la infertilidad. Esta vocación concreta dentro de la medicina la descubrió tras una llamada de la Virgen en Medjugorje y más tarde en Garabandal.
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Dra. Helena Marcos. Dani García / Revista Misión. |
Además de médico es laica
consagrada de los Apóstoles de los Corazones de Jesús y María (ACIM), lo que le
da a su profesión una visión trascendente Y por si fuera poco ahora todavía
puede estar más cerca de los enfermos, pues comparte con ellos su misma
condición. Sufre una esclerosis que le ha dejado secuelas físicas y también un
cáncer de mama del que se está recuperando. En esta entrevista con Javier Lozano en la Revista Misión, de suscripción gratuita y la más leída
por las familias católicas españolas, reflexiona sobre el sentido del dolor y
el sufrimiento mostrando una visión alegre y esperanzadora de una condición que
el mundo de hoy no entiende.
¿Cuándo decidió ser médico?
A
los 15 años. Hasta esa edad me había orientado hacia las Humanidades. Pero leí
un artículo sobre un neurocirujano y me gustó mucho. Fue algo providencial. Ya
en Medicina vi que no me gustaba nada ser cirujano, lo
que me llenaba era dedicarme a las personas: quería hacer cuidados
paliativos o atender a la gente que estaba sufriendo, no tanto la enfermedad en
sí, que también, sino sobre todo a quien estaba pasándolo mal.
Ya tenía una marcada sensibilidad por los sufrientes…
Cuando
era adolescente y todavía no había conocido al Señor, tenía mucha inquietud por
ayudar a los pobres. A los 18 años tuve mi conversión y ahí descubrí que había
personas que me habían hecho mucho bien, porque me habían enseñado a amar a
Dios, y quería dedicar mi vida totalmente a enseñar a amar a Dios. Vi que Dios
me amaba tanto que sólo podría responderle si me entregaba totalmente a Él. La fe me dio más motivación para buscar a Dios
en el débil, y eso ha guiado todas mis decisiones profesionales.
¿Cómo se unen su vocación como laica consagrada y su
vocación como médico?
En
una peregrinación a Medjugorje el Señor me dijo: “Tienes
que ser mi médico”. Yo ya era médico hacía muchos años, así que me
extrañó lo que me pedía. Pero luego vi que esa llamada se concretaba en la
Naprotecnología.
¿Cómo conoció la Naprotecnología?
Al
inicio de mi vida laboral creía que me centraría en los moribundos. Luego
empecé a ver que los otros grandes
desahuciados de hoy eran los infértiles que no querían acudir a la
reproducción asistida. Estaban abandonados. Me puse a investigar y descubrí la
Naprotecnología.
Como médico se enfrenta al dolor físico, pero también al
espiritual… ¿Cómo lo aborda?
Los
médicos deberíamos atender a la persona completa; acogerla, no sólo como
paciente, sino como alguien que está sufriendo. También es fundamental el
sentido del humor. Hay que quitar mucho dramatismo. La
alegría es una gran fortaleza, pero la alegría de verdad, la que viene
de Dios. Hay que transmitirles mucha esperanza en que el plan de Dios es el
mejor para su vida.
¿En la consulta encuentra momentos para hablar de Dios?
Desde
el primer día les digo que el hijo no se lo voy a dar yo, sino Dios, si quiere
y cuando quiere. Tengo una frase que me ayuda mucho: “No sé si Dios quiere que
tengas un hijo, lo que es seguro es que quiere que seas feliz”. Y en algunos casos los animo a que se acerquen a
la confesión para recibir el perdón de Dios porque vienen de
situaciones de abortos provocados, de la reproducción asistida o con problemas
grandes en el matrimonio. Y si Dios ya los ha perdonado, que logren perdonarse
a sí mismos.
Es médico y ahora paciente, ¿qué diferencia supone vivir
el dolor con fe?
Como
enferma me he preguntado muchas veces cómo se puede llevar un cáncer sin fe.
Estamos aquí muchos días enchufados a la quimio, te encuentras mal… Cuando
tienes fe sabes que el sufrimiento tiene un sentido, que esta cruz no es una
carga muy pesada, sino que son alas que te da Dios para que vueles más alto. Y
esto a mí me da mucha alegría. He podido decir: “Ahora no lo entiendo, pero voy
a volar más alto”. La fe no va a hacer
que te cures, pero vas a tener ánimo y sabrás que no estás solo nunca. En
cambio, estar triste o amargado no te ayudará a sobrellevarlo.
¿A qué ser refiere cuando dice que en el sufrimiento no
estamos solos?
El
verano pasado estuve en Lourdes. Allí vi
a la Virgen y de repente me di cuenta de que durante el cáncer Ella había
estado conmigo todo el tiempo dándome la mano. Tuve un flashback de
todas las pruebas, las sesiones de quimio… y vi que no me había dejado sola en
ningún momento. Lloré de alegría. ¡Qué suerte tenemos de tener una Madre que
está con nosotros!
¿Es realmente posible vivir el dolor con alegría?
Sin
duda. No significa que siempre vayas a estar sonriendo, porque hay días más
difíciles, pero la alegría la tienes. Si
Dios es mi padre, estas enfermedades son lo mejor que me puede estar pasando,
aunque yo no lo entienda muchas veces.
¿No sería suficiente con una enfermedad?
El
Señor necesitaba colaboración para su obra y yo
necesitaba esta otra enfermedad para ir al Cielo, para tener más
paciencia, para muchas cosas… Estamos los dos juntos en esto. Aun con las
enfermedades me siento una persona superafortunada. Mi madre se ríe de mí
porque digo que tengo buena salud, pero lo creo de verdad.
Parece contradictorio pensar que el dolor pueda hacernos
bien, ¿está convencida de ello?
Yo
lo necesitaba. El dolor me ha ayudado a vivir la vida con sencillez, a poner
las cosas en su sitio y a saber qué era lo importante. En definitiva, a separar
el trigo de la paja. Y veo que esto me va acercando a Dios.
Dios podría encontrar mil y otras maneras de mostrarse
cercano, ¿por qué justo esta?
El dolor es un modo privilegiado de
conocernos. Fue
lo que Él eligió para su propio Hijo, así que si lo elige para nosotros es una
gracia. Cuando sufrimos vemos nuestra realidad. Ya no tenemos la máscara que a
veces nos ponemos. No eres el ejecutivo en traje, sino alguien con un pijama en
el hospital.
¿Qué hace cuando se encuentra con pacientes que
consideran que su sufrimiento no tiene sentido?
Es
complicado porque unir sufrimiento y
bien hace que muchos cerebros cortocircuiten. Y en el camino del duelo
por la infertilidad, en este caso, hasta que los propios pacientes no lo
recorren no pueden avanzar.
¿Qué les dice entonces?
Que
el sufrimiento es como echar abono a un árbol. Ese sufrimiento, que
aparentemente es feo y maloliente, permite que el árbol crezca. Necesitamos este sustrato para crecer y avanzar.
¿Se puede sufrir con los que sufren?
Eso
es la compasión. En el cuerpo místico de Cristo todos tenemos los mismos
sentimientos de Cristo, por eso también podemos
sufrir con los demás y llevar las cargas de los otros, que a veces
también en esta profesión hay que hacerlo. Pero para ello necesitamos mucha
vida interior. El médico sin vida interior se hunde.
¿Se puede ser a la vez médico de cuerpo y de almas?
Deberíamos.
Recuerdo el caso de una mujer que había abortado y lo sacó en la consulta. Tras
confesarse se quedó embarazada. Su problema era más espiritual que físico.
También ha habido personas que me dicen que estaban usando anticonceptivos y
que se acordaron de mí y dejaron de utilizarlos. No sé por qué se acuerdan de
la consulta, pero les sirve de distintas maneras cuando el alma está despierta
para escuchar a Dios.
¿Su experiencia como paciente le ayuda como médico?
Sin
duda. A todos los médicos les recomiendo una enfermedad, aunque sea pequeñita. Uno de mis mentores decía que la primera
práctica que deberían hacer los residentes es la de ser paciente. Como
médico te enriquece la espera de unos resultados, experimentar la
incertidumbre…
“Pare de sufrir” es el lema de una sociedad que se
empeña en esconder el sufrimiento…
Pero si renunciamos a sufrir estamos renunciando a
vivir, porque la vida implica el sufrimiento en todo. Te enamoras y
sufres; tienes un hijo, y sufres; pierdes un amigo, y sufres. El sufrimiento es
la otra cara del amor.
¿Cómo sería una sociedad que pone en valor el papel del
sufrimiento?
Madre
Teresa decía: “Que no pase a tu lado ningún dolor que no reciba de ti algún
consuelo”. Pero si la sociedad esconde
el sufrimiento, estamos creando un mundo que no sabe sufrir ni frustrarse. En
la vida vamos a sufrir, pero ese dolor luego pasa. También las alegrías pasan.
En esta visa todo es pasajero… hasta que llegamos a la vida eterna. Si estás en
un mundo pagano, sólo buscamos el aquí y el ahora, el gozar. Pero si anhelamos
la vida eterna, sabemos que habrá sufrimientos y gozos, y que todo es bueno
para poder llegar al Cielo, lo cual nos da una perspectiva muy distinta sobre
todo lo que vivimos. El cristianismo le da al dolor la perspectiva de la vida
eterna.
Fuente: ReL