COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. JESÚS VIDAL: "EL CAMINO A LA VERDADERA PAZ"

En una enseñanza de Jesús, que San Lucas recoge en el capítulo 12 de su evangelio encontramos unas palabras que rechinan como extrañas en boca de Jesús: «¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división».
Dominio público

Son palabras que, aisladas, pueden ser enormemente malinterpretadas. Al mismo tiempo, contrastan con el inicio del evangelio, en el se dice del recién nacido que es «nuestra paz» o con el final, en el que las primeras palabras de Jesús son «¡Paz a vosotros!». ¿Qué significan entonces?

En el capítulo al que nos hemos referido, el evangelista San Lucas recoge un conjunto de enseñanzas de Jesús que aparecen dispersas en los otros evangelios. El ritmo de esta enseñanza es vibrante. Aunque dice que Jesús está rodeado de, literalmente, «miles y miles de personas», empieza hablando los discípulos; entonces uno se mete en la conversación y le hace a Jesús una pregunta, lo que abre a todos la enseñanza. 

Pero Jesús vuelve a dirigirse al pequeño grupo de discípulos en un mensaje que se va haciendo cada vez más íntimo hasta llegar en este punto de la enseñanza a su núcleo. Parece como si Jesús se lo estuviera diciendo a los que están a su alrededor en voz baja… para después terminar hablando de nuevo en alta voz a toda la gente que le rodea.

Es, en ese momento de intimidad, cuando Jesús les revela el coste de la paz. La paz que Jesús ha venido a traer no es la del compromiso de los hombres. En su primer discurso al cuerpo diplomático, León XIV hablaba de esta paz como la paz “negativa”, es decir, una mera ausencia de guerra o de conflicto. 

La paz, continúa, «entonces pareciera una simple tregua, una pausa de descanso entre una discordia y otra, porque, aunque uno se esfuerce, las tensiones están siempre presentes, un poco como las brasas que arden bajo las cenizas, prontas a reavivarse en cualquier momento». Ciertamente esta paz es necesaria y debemos trabajar por ella. Una tregua salva muchas vidas y puede ser un paso para recapacitar y alcanzar sentidos más profundos. Pero no es esa la paz que ha venido Jesús a traer.

La paz que Cristo ha venido a traer es su propia vida, que se alcanza por medio de un “bautismo”, es decir, siendo sumergido en su relación, de forma que podamos vivir su entrega en medio de los conflictos y contradicciones. Sólo de esta entrega, que es un fuego que desciende desde el cielo, podrá nacer entre los hombres la verdadera paz.

Hace unos días se ha conmemorado el 80º aniversario del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Aquel fue también un fuego caído del cielo que generó algo que podríamos llamar paz. La paz de la muerte y el silencio en aquellas ciudades arrasadas. Y, es cierto, tras la destrucción de ambas ciudades Japón aceptó firmar la paz, lo que supuso el final de la II guerra mundial. Pero, como podemos ver hoy, 80 años después, eso no supuso el final de las guerras.

Con motivo de este aniversario, creo que es importante que demos a conocer la vida de un médico japones, el Dr. Takashi Nagai, que vivió aquellos momentos en primera persona y nos dejó una enseñanza en su propia vida que da testimonio de aquella paz que Cristo ha venido a traer. (Lo que nunca muere y Reflexiones desde Nyokodo. Además, puede ayudar también la la biografía de Paul Glynn, Requiem por Nagasaki).

 El 23 de noviembre de 1945, en el funeral por las victimas celebrado en la catedral de la Asunción de Nuestra Señora, en Nagasaki, Takashi Pablo Nagai dirigió unas palabras a los cerca de 8.000 asistentes. Entre ellas, decía: «¿No existe una profunda relación entre la destrucción de Nagasaki y el fin de la guerra? Nagasaki, el único lugar sagrado de todo Japón, ¿no fue elegido víctima, un cordero puro, para ser sacrificado y quemado en el altar del sacrificio para expiar los pecados cometidos por la humanidad en la Segunda Guerra Mundial?». Palabras ciertamente desconcertantes, que nos hablan de como la vida entregada en Cristo es el verdadero camino de la paz, lo único capaz de volver el corazón de los hombres a Dios.

+ Jesús Vidal 

Obispo de Segovia

Fuente: Diócesis de Segovia