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Courtesy of Karina y Joaquín. Dominio público |
Joaquín y Karina comenzaron su camino como
esposos desde muy jóvenes; ella tenía 20 y él 24. Tras ocho años juntos
decidieron separarse y comenzar el trámite de su nulidad matrimonial.
Karina cuenta para Aleteia que, aunque al tomar la decisión de
casarse había mucho amor y amistad, también había heridas muy profundas que no
sabían que tenían, pero que necesitaban ser sanadas.
“Nos escondíamos detrás de la
diversión y del alcohol. No teníamos idea de lo que significaba realmente el
compromiso del matrimonio. Al llegar los problemas, no teníamos herramientas
para enfrentarlos. No nos conocíamos a nosotros mismos, ni sabíamos por qué
reaccionábamos de ciertas formas”.
Pronto se toparon con una realidad: no
estaban listos para un amor maduro, ni para el compromiso que conlleva el
matrimonio.
“Nuestras heridas no trabajadas
comenzaron a chocar, y sin una relación viva con Dios, sin ese trabajo
personal, simplemente no pudimos sostenernos. Fue necesario detenernos y que
todo se rompiera para volver a construir”.
Tras un tiempo, y con una hija de ocho años, tomaron la decisión
de separarse, manteniendo una relación de cuidado y respeto, aún cuando cada
uno rehízo su vida con nuevas parejas.
Un encuentro con el Amor para aprender a amarse entre sí
Llegó entonces el momento que lo
cambió todo. Conocieron al Señor.
“Al conocer al Señor, todo cambió.
Dejamos nuestras relaciones porque queríamos vivir en gracia. Joaquín no quería
regresar en ese momento, así que se inició el proceso de nulidad matrimonial”.
Sin embargo, al llegar a firmar su nulidad, tuvieron un encuentro poderoso con el
Espíritu Santo.
“Oramos y le entregamos la decisión a
Dios, y Él hizo un milagro. Joaquín dice que se le quitó una venda de los ojos.
Entendimos que Dios no quería que dejáramos la familia que Él había formado.
Fue un nuevo sí, pero no fue fácil. Tuvimos que sanar, hacer mucha terapia,
tener muchos encuentros personales con Dios. Tuvimos que morir a lo que fuimos,
para que Él pudiera hacernos nuevos”.
Karina reconoce que el proceso fue
difícil, pues el enemigo usaba esos miedos y heridas para llenarlos de dudas,
para hacerles creer que las cosas no cambiarían y que, de volver a elegirse, la
historia se repetiría. “En mi caso, yo ya venía rota, con una depresión
profunda aunque aparentaba estar bien. Cuando tuve un encuentro con el amor
verdadero —el amor que es Dios— entendí que nunca había sabido amar porque
nunca lo había conocido a Él. Al conocerlo, pude ver a Joaquín con Sus ojos, y
empezar a amarlo como Él lo amaba”.
Guiados por Dios, decidieron volver a
casarse, con Jesús en el centro.
Hoy su vida matrimonial es
completamente diferente.
“Sabemos que si lo amamos a Él, Él nos
da el amor para amarnos entre nosotros”.
“Ahora no buscamos que el otro llene
nuestros vacíos. Ante cualquier problema, vamos primero a Dios. Nuestra roca es
Jesús, por eso nuestra relación es nueva. Dios nos hizo nuevos. No hay vuelta
atrás a la antigua versión de nosotros”.
En su día a día buscan activamente el
bien del otro, su crecimiento y desarrollo para que lleguen a convertirse en lo
que Dios soñó y cumplan su propósito de vida. “Queremos ser ese faro, ese apoyo
en los momentos difíciles, esa persona sana, que sostiene desde el amor, y no
desde la necesidad”.
Ya no se trata solo de “nosotros”,
aseguran, “sino de amar tanto al otro que anhelas que florezca, que cumpla su
llamado. Y todo eso solo es posible porque el amor viene de Dios”.
Crisis
como oportunidad para ser transformados por Dios
Desde esta experiencia, Karina
enfatiza en que, si bien el matrimonio es
de dos, el trabajo interior y la relación con Dios son personales, y sin estos
aspectos individuales, la relación puede fracturarse.
“Si no hay un encuentro profundo con
Él, si no se sanan las heridas internas con Su luz, es muy difícil sostener una
relación sana y verdadera”.
“Las heridas más peligrosas son las
heridas de la infancia no sanadas, porque las proyectamos en la relación.
Esperamos que el otro las cure, pero eso solo puede hacerlo Dios. Si no las
trabajamos, terminamos cargando al otro con algo que no le corresponde”,
advierte Karina.
Y reconoce también que hacer un
espacio para el divorcio, para otras personas, vicios o ídolos como el trabajo,
divide al corazón y abre una puerta de entrada al enemigo.
Karina y Joaquín volvieron a celebrar su matrimonio y animan a
otras parejas en crisis a buscar un encuentro profundo con Dios, a buscar ayuda
profesional y no perder la esperanza.
“Queremos decirles, desde nuestra
experiencia, que sí hay luz al final del túnel. Aunque en este momento todo se
sienta oscuro, aunque parezca que ya no hay salida, la hay. Pero se necesita
valentía. Se necesita fe. Se necesita estar dispuestos a trabajar, a mirar
hacia adentro, a dejarse moldear por Dios. La restauración es real, pero no
sucede sin decisión, sin humildad y sin proceso.
Y si solo uno de los dos cree en la
restauración, con uno basta. Uno que ore. Uno que se rinda. Uno que sane desde
la raíz. Uno que busque a Dios con todo el corazón. Porque ese ejemplo
transforma. Ese ejemplo arrastra. Ese ejemplo puede ser la chispa que despierte
algo nuevo en el otro. El cambio no se impone, se inspira”.
Ambos enfatizan en que la crisis, más
que un final, es una oportunidad, pues el punto de quiebre es el lugar perfecto
para que Dios reconstruya desde cero.
“La crisis puede ser una puerta de
salida o una puerta de entrada a una nueva historia, a una sanación más
profunda de la que jamás imaginamos. Si la tomamos como camino, puede ser el
inicio de algo muchísimo más bello de lo que fue antes. Pero tenemos que
caminar juntos”.
Además, aconsejan: “En medio de la
tormenta, no olviden lo bueno que han vivido. Es fácil ver lo negativo cuando
todo duele, pero hagan memoria del amor que los unió. Escríbanlo, recen con eso
y pídanle a Jesús que les muestre el camino. No se trata de volver solo por
costumbre o necesidad; se trata de permitir que Dios haga nuevo ese matrimonio,
que lo limpie, que lo purifique y lo eleve”.
Tras todo este camino, concluyen que
"Dios es un Dios que cumple sus promesas y que hace todo nuevo, pero
tenemos que dejarnos ser moldeados por El".
Majo Frias
Fuente: Aleteia