La venerable González-Quevedo y Cadarso murió a los 19 años como monja carmelita
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El Año
Jubilar que acaba de dar comienzo en la Iglesia llevará a miles de
jóvenes y adolescentes a participar el próximo mes de abril en Roma en la
canonización de Carlo Acutis, el muchacho italiano que murió en 2006
a los 15 años de edad tras una dolorosa enfermedad y habiendo ofrecido
un gran ejemplo de santidad.
Un modelo de
entrega a los designios de Dios que tiene bastantes similitudes con el de otros
nombres menos conocidos, pero más cercanos, como es el caso de la siguiente
protagonista: María Teresa González-Quevedo y Cadarso. Una chica
madrileña que llegó a ser monja carmelita y que falleció a los 19 años de edad
en el Año Santo de 1950 tras una meningitis.
Teresita,
"la venenita"
Nacida en
Madrid el Sábado Santo de 1930, en una familia muy bien
posicionada, siendo el padre un médico afamado y la madre ama de
casa. Vivían en el centro de la capital, justo enfrente del Palacio
Real. Teresita era la menor de tres hermanos: Luis, el mayor, y Carmen, que
era la hija mediana. Desde pequeños, tendrían una profunda educación
cristiana.
Amante del
tenis y de otros deportes, Teresita desarrolló una personalidad muy inquieta,
entusiasta y atrevida. Era alegre, llena de amor por la vida, aunque algo menos
por los libros. Apodada "la venenita", por su carácter
testarudo e irascible, el "no me gusta" era su comentario
preferido en la mesa de comer. De pequeña nunca pedía perdón por nada.
Sin embargo,
desde la infancia la fe la iría transformando. Todas las noches la familia
se juntaba alrededor de una imagen de la Inmaculada a rezar el Rosario. El amor
por María en casa de los Quevedo era notable. Así nació la devoción de Teresita
por la Virgen. De hecho, el Rosario se convirtió en su oración
preferida. Le gustaba tanto que, ¡con tan solo cinco años!, fue corriendo a
enseñárselo a su niñera y a la cocinera.
Durante la
Guerra Civil la familia tuvo que huir de Madrid y vivió en Santander durante un
tiempo. Allí Teresita se encontró con muchos niños pobres que jugaban delante
de su casa. Aunque, después de conocerlos, se negó a jugar con ellos. Le
daban asco sus manos, sus ropas sucias y malos modales. Se lo contó a su
padre y este la corrigió: "Esos niños son más pobres que el Niño
Jesús y le rezan igual que lo haces tú". Teresita, entonces,
entendió todo.
Cayó en la
cuenta de que debía de hacer algo para corregir el rechazo que había sentido
por ellos y empezó a invitarlos a casa. Les enseñó a lavarse manos y la
cara, les dio chocolate caliente y les enseñó a usar la servilleta. También
empezó a juntar juguetes para regalárselos, algo que siguió haciendo durante la
época de Instituto. Poco a poco, dejó de ser "la venenita" y, siempre
que hacía un pequeño sacrificio, se lo contaba a la Virgen María.
Un suceso
familiar le ayudó en esta transformación. Uno de sus tíos fue mártir de la
Guerra Civil dejando huérfanos a siete hijos, y todos se fueron a vivir con los
Quevedo. Un repentino incremento de la familia que le enseñó a cuidar
de los demás sin tener en cuenta sus necesidades. Al acabar la guerra
volvieron a Madrid y empezó a ir a un colegio de monjas.
Cuando tenía
apenas diez años, le pidió a sus padres que le dejaran ir a unos Ejercicios
Espirituales con las chicas mayores que se estaban preparando para la
Confirmación. Durante este retiro escribió en su diario la que se
convertiría en su gran aspiración vital: "He decidido ser santa".
Teresita le
tenía un amor tan grande a la Virgen que la empezó a llamar "mi
madrecita". Con 13 años entró en la Congregación mariana de su
Instituto. Se consagró totalmente a María, rezaba diariamente, procuró vivir la
fe en la vida diaria y acercar a otros a ella. Las niñas llevaban una medalla
de nuestra Señora con una inscripción que cada una elegía individualmente,
y Teresita eligió: "Madre mía, que quien me mire, te vea".
Y, esta fue la
oración de consagración que escribió:
"Oh dulce
Virgen María, Madre mía, hoy me ofrezco completamente a vos. Os pido le
deis mi cuerpo, mis ojos, oídos y lengua, mi alma y corazón a Jesús. Soy
toda vuestra, santa Madre de Dios. ¡Guárdame! Amén".
Una carta a
la Virgen María
El día de la
Inmaculada Concepción, teniendo quince años, le escribió una carta a la Virgen
en una estampita: "Santísima Madre, hoy solemnemente prometo vivir
santa y castamente para siempre. Mi único deseo es seros a vosotros, Jesús
y María, del mayor agrado".
Teresita
maduraba alegre y jovial. Le encantaba estar con sus amigos, ver películas (La
canción de Bernadette era su preferida), ir a fiestas, los
deportes, la ropa, los coches y ayudar a los pobres. Fue capitana del
equipo de baloncesto y premiada como "la mejor vestida". Sin embargo,
cada vez tenía más claro qué es lo que quería para su vida.
El tema de la
vocación religiosa no era extraño entre sus amigas, algunas alumnas del
Instituto habían entrado como monjas. Una de ellas, en una ocasión, le dijo:
"Yo viajaré, me divertiré mientras sea joven, y cuando sea más vieja,
entraré en el convento para asegurarme el cielo". A lo que Teresita,
indignada, le respondió: "¡Qué tacaña y egoísta! ¡Cómo que te crees que
Jesús te va a admitir ya achacosa, cuando hayas ofrecido lo mejor de tu
vida al mundo! Jesús tiene mejor gusto, y quiere como ofrenda la juventud con
sus alegrías y sus ilusiones".
Un fragmento de
una carta de Teresita, dirigida a su tía Irene, decía así:
"Cada día
soy más feliz. ¡Nuestro Señor me ha amado tanto! Por esta razón quiero ser muy
generosa y no negarle nada de lo que me pida. Le digo mucho que me
entrego totalmente a Él, pero como aún no sé cómo hacerlo bien, Él se encarga
de tomar lo que necesite de mí. Y junto con Jesús y María, la Virgen,
haré todo el bien que pueda. ¿No parece un buen plan?".
En 1947,
Teresita tenía 17 años, y una belleza física muy particular. Los chicos
se sentían atraídos por ella, pero notaban algo especial que les obligaba a
respetarla, a tratarla como a alguien que viajaba por horizontes más lejanos.
Ella llevaba en su corazón un propósito firme: ser religiosa. Soñaba con las
misiones, soñaba con China. Su alma añoraba otros mundos, deseaba llevar a
Cristo a rincones donde no lo conocían.
Un día de mayo
salió de su corazón una súplica especial: "¡Madre mía, dame vocación
religiosa!". Pero, luego, se asustó de lo que acababa de pedir. A
una amiga le confesó: "¡Mira que si la Virgen me la da de verdad!". Habló
con su director espiritual y con una tía, religiosa, para pedir consejo.
Teresita estaba decidida, incluso propuso la fecha en la que quería entrar al
noviciado de las Carmelitas
de la Caridad de Vedruna: el 23 de febrero de 1948.
La familia y
los amigos mostraron su sorpresa. Una chica tan guapa... Pero sus padres dieron
el permiso. Su hija les había pedido algo bueno. Llegaba el 23 de febrero,
mientras nevaba en Madrid empezaba su vida de postulante con 17 años. Muy poco
después, en mayo de 1949, Dios le empezó a revelar sus planes: una extraña
fiebre dio la alarma, indicaba que algo no iba bien. Tras los análisis,
se descubrió que sufría una pleuresía aguda.
En su diario,
escribió: "Durante la Comunión, tenía tantas ganas de entregarme
completamente a Jesús para demostrarle cuánto quería amarlo, que me
ofrecí como víctima para que hiciera de mí lo que quisiera". Sintió
una llamada profunda a confiar, a ponerse en manos de Dios. Y dijo a una
compañera: "Para ser santa el primer paso es la confianza, y después
abandonarse en manos de la Virgen, para que Dios haga lo que quiera...".
Teresita previó
que moriría antes de la fecha en la que se iba a declarar el dogma de la
Asunción de la Virgen. En enero de 1950, sufrió un fuerte dolor de cabeza.
Llamaron a su padre, que era médico, y le diagnosticó meningitis tuberculosa:
no había nada que hacer... Pero, para sorpresa de todos, reaccionó con
una especial alegría.
No me lo he
ganado, me lo regalan
Su maestra de
novicias vio, entonces, a Teresita demasiado confiada en ir al cielo. Un día,
le preguntó: "Pero, si tú no has ganado el cielo, ¿cómo vas a conseguirlo
tan pronto?". Y la novicia respondió con naturalidad: "¡¡Claro que
no me lo he ganado!! Pero me lo regalan; ya sabes tú lo del Buen Ladrón. Si
Jesús y María me lo quieren regalar, ellos son muy dueños".
El Jueves Santo
de ese año sufrió un empeoramiento. Todo su cuerpo temblaba, pero siguió
repitiendo en los labios algunas invocaciones marianas. Poco a poco su vida se
iba apagando, aunque todavía decía con decisión: "¡Jesús, te amo por
los que no te aman!... ¡Madre mía! ¡mil veces morir antes que
ofenderte!". Llegaba la agonía. Teresita decía algunas oraciones. Al
final, dio un fuerte grito: "¡Madre mía, ven a recibirme... y llévame
contigo al cielo!".
Pocos minutos
después, habiendo recibido la Eucaristía y los votos de religiosa profesa, el 8
de abril del Año Santo de 1950 –este años se cumplen 75 años– Teresita
falleció. Fue proclamada venerable por Juan Pablo II el 9 de junio de
1983. Su tumba se encuentra en el convento de Carabanchel Bajo
(Madrid) de las Carmelitas
de la Caridad de Vedruna,
donde vivió desde febrero de 1948 hasta su muerte. En 1960, el Ayuntamiento de Madrid dio el nombre de
Teresita González-Quevedo a una calle situada en el
barrio de Cuatro Caminos.
En 2023, la
tumba de la venerable se llenó con 80 jóvenes estadounidenses que
regresaban de la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa. En el estado de
Minnesota (EE.UU), las hermanas del Instituto del Verbo Encarnado la han
nombrado copatrona, tras haber conocido su historia por el libro Mary was her life: The Story of a Nun, Sister Maria Teresa
Quevedo 1930-1950 (María fue su vida: la historia de una monja, la
hermana María Teresa Quevedo 1930-1950), publicado en 1960 en EE.UU. por la
religiosa Mary Pierre, de las Hermanas de la Misericordia.
Hoy, son muchas
las personas que visitan su tumba cada día y se encomiendan a Teresita cuando
tienen algún problema personal o una enfermedad seria. Se puede
escribir a este correo electrónico para dar parte de las gracias recibidas
mediante la intercesión de Teresita: causateresita@gmail.com.
Cronología
de su vida:
Juan Cadarso
Fuente: ReligiónenLibertad