Tiempo de disponer nuestro corazón
para recibir a ese maravilloso Ser quien por puro amor a nosotros se “anonadó”
Dominio público |
Sabemos que, como parte de la iglesia que
fundó Cristo, celebramos su nacimiento al mundo con una gran fiesta a la que
llamamos Navidad.
Esta fiesta es sumamente importante, tanto que nos preparamos
para recibirla con un periodo de tiempo llamado Adviento y el cual comienza 4
domingos antes de su nacimiento.
La palabra
adviento significa “llegada o venida” y es una invitación a vivir en
vigilancia, diligencia, sacrificio, penitencia, oración y con un espíritu
esperanzador, generoso y agradecido hacia ese ser que siendo todo Dios se hizo
hombre y nació por amor a ti y a mí.
Como en
todas las tradiciones decembrinas su significado más importante no es el
exterior, sino el interior. Es decir, saber, conocer y sobretodo vivir el fin
espiritual que cada costumbre trae consigo.
Por
ejemplo, la corona de adviento donde las familias se reúnen para hacer oración
en torno a ella la cual está hecha de ramas de hojas perennes y simboliza
la alegría del tiempo de preparación a la navidad. Esta se decora con velas las
cuales se enciende una cada domingo como símbolo de que estamos en espera del
Señor con “la lámpara encendida”, listos para su llegada.
Piensa, ¿cómo preparas tu casa cuando
esperas la llegada de ese invitado que para ti es muy especial, o de esa
persona a la que amas profundamente y hace tiempo no ves? ¿Cómo te preparas tú
personalmente para hacerle sentir bienvenido?
Segura
estoy que la limpias hasta dejarla inmaculada, impecable; preparas tus mejores
recetas no importando cuanto te canses, gastes o te sacrifiques. Y tú, te
bañas, te perfumas, te arreglas con el atuendo que mejor te hace lucir, todo
con tal de hacerle sentir que es muy importante para ti.
Imagínate,
si eso haces por una persona de carne y hueso como tú y como yo, ¿cuánto más
crees que debas preparar la morada de tu alma, alistar tu espíritu para recibir
a ese Ser que es el amor y dueño absoluto, y que no sólo viene de visita,
sino que si tú se lo permites, puede vivir en tu alma eternamente, hacer de ti
su morada eterna?
¿Qué puedes hacer para preparar tu alma este Adviento?
Cada
domingo reúnete en familia y vive la tradición de la corona: enciende una vela,
lee el evangelio, haz oración y trabaja en algunas virtudes y valores cada
semana. Te comparto algunas sugerencias.
Primera semana: a limpiar. Vive la virtud de la pureza, del perdón
y de la rectitud de intención. Asea tu interior con un espíritu vigilante, y
limpia en ti todo aquello que no te permita vislumbrar con claridad la
magnificencia que Dios ha obrado en ti.
Ponte
atento a lo que verdaderamente te hace crecer en amor, y lo que no, deséchalo.
Limpia tu alma con un profundo examen de conciencia, pensando en las cosas que
te separan de Dios. Luego haz una buena confesión y pídele perdón.
Tú también
perdona. Saca de tu corazón aquello que te impida experimentar en profundidad
su amor, mismo amor que deseas vivir y transmitir en plenitud a tus semejantes.
Puedes hacer esta oración:
Padre bueno, humildemente te suplico dame
todo eso que no te he sabido pedir y quítame lo que no te he sabido entregar.
Aparte de mí lo que me aparte de ti y nunca permitas que ningún amor humano,
ningún bien material, ni ninguna circunstancia de mi vida me separe de ti, de
la verdad, de tu corazón porque deseo ser solo tuyo, mi Señor, completamente
tuyo.
Segunda semana: a ordenar. La verdadera paz comienza teniendo los
amores en orden, viviendo la vida en prioridades, la principal: desear la
santidad y llevar almas a Dios.
Ordena tus
afectos poniendo a Dios como número uno. Viviendo en obediencia a sus
mandamientos experimentarás orden interior y, por lo tanto, vivirás en
verdadera paz. Y esa misma paz será la que transmitas al mundo. Que los demás
te vean y digan: “Quiero ser como tu”.
Recuerda
que paz no significa ausencia de problemas. Esta es fruto de vivir con la
certeza que detrás de cada evento o circunstancia -por muy dolorosos que estos
sean- está la mano de Dios y un plan perfecto de salvación para ti y los tuyos.
Tercera semana: a servir. Esta semana vive la caridad y la
misericordia hacia tus semejantes con un espíritu por demás alegre. Tu
servicio, fruto de un auténtico amor y sacrificio, es alimento para tu alma,
motor para tu vida y vehículo del amor de Dios hacia los demás.
Recuerda
que dando es cuando verdaderamente recibimos. Amar y servir a ese que nunca te
reta es muy fácil; amar y servir a aquel que te hace desatinar con todo y sus
defectos, tratando de ver en él únicamente el rostro de Cristo, eso es
misericordia.
Cuarta semana: a gozar. Esta es la gran semana, así que a
vivir el gozo y la felicidad con el alma henchida de esperanza. Estas nunca
serán fruto de tener, sino de SER… Date cuenta de la magnitud de personaje que
eres y vive con tal dignidad haciendo honor a ese nombre que llevas: HIJO DE
DIOS.
Luz Ivonne
Ream
Fuente: Aleteia