DE TARAZONA A SHANGHÁI: «CHINA TE VA AGARRANDO EL CORAZÓN; ME GUSTARÍA MORIR AQUÍ»

Ha regresado a Zaragoza por unos días, pero su vida está a miles de kilómetros de aquí. «¿Cuántos no habrá en China que no conocen a Jesús?», se planteó hace 22 años. Y allí sigue, tratando de acercarles a Él

Esteban Aranaz. Evelio Jiménez. Dominio público
Era sacerdote de la diócesis de Tarazona (Zaragoza), hasta que un amigo sacerdote chino le metió el gusanillo de partir de misionero al gigante asiático. «Cuando llegué a Taiwán, hace casi 23 años, no sabía nada de chino», explica Esteban Aranaz, que ha visitado Zaragoza para participar en los actos del centenario de la ordenación sacerdotal de San Josemaría Escrivá. Así que, durante los dos años siguientes, se dedicó casi exclusivamente a aprender el idioma. A medida que conocía el país y la cultura, «el mundo chino te va agarrando el corazón. Y eso fue lo que me pasó a mí», reconoce. Después marchó a una parroquia de Shanghái, donde sigue trabajando ahora.

— Lleva usted, si me permite decirlo así, un curioso atuendo...

— (Se ríe). Bueno, llevo una camisa tradicional china que, con el alzacuellos blanco, queda perfecto. O sea, que verdaderamente voy vestido como clérigo. Pero vamos, este formato es un formato de las camisas tradicionales de hoy. Las hay de muchos colores. Esta es negra, claro.

— De Tarazona a China...

— Bueno, la inquietud misionera yo creo que la había tenido desde siempre. Estudié en la Universidad de Navarra, en el seminario Bidasoa. Una hermana de mi madre, una tía muy querida, era religiosa misionera, y pasó muchos años en América. Por tanto, de alguna manera, la llamada de la misión había estado presente en mi vida bastante.

Pero fue a través de la amistad con un chino, aquí en Zaragoza, lo que me hizo plantearme y decir: Bueno, China, ¿por qué no? ¿Cuántos no habrá en China que no conocen a Jesús? Ese tipo de cosas es como enamorarse. O sea, que uno no lo sabe luego explicar. Pero lo cierto es que estás enamorado. Y, ahora mismo, me siento en China como en mi casa.

— ¿No quiere regresar, entonces?

— No tengo ninguna prisa. Yo, honradamente, lo digo: Me gustaría morir en China.

— ¿Y qué es exactamente eso que tiene China que, como dice, le ha cautivado el corazón?

— Bueno, en realidad lo que me cautiva el corazón es Jesucristo. Por eso soy sacerdote y por amor a Jesucristo tengo ese deseo de llevar el fuego del Evangelio a todos los rincones de la tierra. En mi caso, yo creo que la experiencia, por ejemplo, de San Francisco Javier, mis años de Navarra, también me marcaron profundamente. Y luego he tenido la suerte de descubrir mi vocación al Opus Dei. Soy miembro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, y esto ha sido una ayuda, un empuje grande para mi tarea sacerdotal. Desde luego, como sacerdote diocesano no sé si hubiera podido llevar a cabo esta tarea y esta misión, si no fuera porque también he encontrado en la Obra un apoyo.

— ¿En qué consiste su labor en Shanghái?

— La atención pastoral de chinos la llevan a cabo sacerdotes chinos. Todos los sacerdotes son chinos, a excepción de unos muy pocos sacerdotes extranjeros, como es mi caso, que nos dedicamos a la atención pastoral de los extranjeros. En Shanghái, en concreto, que es una ciudad muy cosmopolita, muy grande, yo atiendo la comunidad católica de lengua española y de lengua portuguesa. Esa es mi tarea. Luego es verdad que, a través de la amistad, tengo relación con muchísimos chinos y tengo grandes amigos.

La Iglesia Patriótica

— ¿Por qué a las personas chinas solamente les atienden sacerdotes chinos? ¿Existe algún impedimento?

— En China, por el sistema de organización política del país, está previsto que sea así. Todos los credos son atendidos por ministros chinos, ministros locales. En las diócesis, los sacerdotes son chinos, al igual que los obispos.

— Tendrá que ver, imagino, con el control que quiere ejercer el Gobierno a través de la Iglesia Patriótica, que es un tema espinoso...

— No es ningún tema complicado. Desde el año 2018 hay que decir, alto y claro,, que todos los obispos chinos están reconocidos por la Santa Sede y son obispos católicos. Por tanto, en China solo hay una Iglesia, que es la Iglesia católica. Hay todavía muchos desafíos, muchos pendientes, diríamos. Lo más importante, tal vez, es el acuerdo que ha habido entre la Santa Sede y el Gobierno chino para el nombramiento de los obispos. Es un acuerdo secreto. No se conoce el contenido, pero el acuerdo se comenzó a renovar cada dos años y ahora, desde septiembre de 2024, se ha renovado por cuatro años, lo cual es muy buena señal. Hay satisfacción por las dos partes. Yo creo que se trata de un paso hacia adelante muy importante que se lo debemos a esa mentalidad abierta de diálogo del Papa Francisco, de la Secretaría de Estado y de la buena disposición de las autoridades chinas.

Libertad religiosa

— La información que llega aquí sobre la libertad religiosa en China difiere bastante...

— Bueno, una cosa es lo que se percibe aquí, o a lo mejor la idea que se puede tener, y otra cosa es lo que la realidad es. Yo vivo en China; yo puedo desarrollar mi ministerio sacerdotal. Yo tengo una iglesia donde celebro todos los domingos la Santa Misa, donde confieso, donde tenemos actividades pastorales. Es decir, en China hay libertad de culto. Cualquier persona budista, musulmana, católica o protestante tiene derecho y puede ejercer su libertad religiosa. Eso sí: de acuerdo a las normas y a las leyes del país. Pero ciertamente, en China, claro que hay libertad de culto.

— Tenía entendido que, en estos momentos, hay un obispo católico preso en China.

— No hay en este momento ningún obispo detenido. Lo que ocurre es que algunos obispos todavía no han obtenido el reconocimiento oficial por parte de las autoridades del Estado y eso, lógicamente, limita en cierta medida su actuación. Pero ahora mismo todos los obispos, como acabo de decir, están reconocidos por Roma, por la Santa Sede. Por tanto, estamos hablando de obispos católicos que ejercen en cada una de sus diócesis con la colaboración de los sacerdotes. La diócesis de Shanghái, por ejemplo, tiene 92 sacerdotes, el obispo, y luego también hay congregaciones locales diocesanas de religiosas. Las religiosas son unas grandes aliadas en la labor pastoral y llevan a cabo muchísimos servicios muy importantes en todas las diócesis.

Españoles en China

— En su diócesis, ¿es usted el único misionero español?

— Soy el único sacerdote español que ejerzo, diríamos oficialmente, abiertamente mi labor.

— ¿Oficialmente?

— Sí, oficialmente. Porque para poderlo hacer tienes que tener la aprobación y el reconocimiento de las autoridades.

— No hay ningún otro sacerdote español, por tanto...

— Exactamente. Claro.

— De acuerdo. Y, con los chinos con los que usted trata, ¿percibe en ellos interés por la Iglesia católica?

— Sobre todo entre la gente más joven, hay un gran interés por la religión. O sea, los chinos, como cualquier persona, están capacitadas para conocer y amar a Dios. La gente se cuestiona el sentido fundamental de la vida y, gracias a Dios, todos los años hay un gran número de conversiones al catolicismo. El pasado mes de enero, en la fiesta del Bautismo del Señor en la catedral de Shanghái, se bautizaron 54 adultos, y esto es lo habitual en las fiestas de Navidad y en Pascua.

— ¿Hay vocaciones nativas?

— Vocaciones en China, las hay. Es verdad que ahora ha habido un cierto descenso. Hay varios seminarios que funcionan muy bien en China; en la capital, en Pekín, está el seminario diocesano; luego hay un seminario nacional, con cerca de 100 seminaristas. Están dotados además con bastantes buenos medios: bibliotecas, salas de estudio, y los profesores han sido ya desde hace años personas que se han preparado bastante. Muchos de ellos, en el extranjero, han ido obteniendo algunos grados, algunos títulos. De manera que, en este momento, la formación de los seminaristas, de los futuros sacerdotes, está bastante garantizada.

Ir a China

 Entiendo que usted animaría a un seminarista o sacerdote español a marchar a China...

— ¡Por supuesto! O sea, yo animo a muchas personas a ir a China también para dejar de lado muchos prejuicios y conocer la realidad china de primera mano. Yo creo que eso es muy importante y, de hecho, las personas que han venido por motivos de trabajo o de estudio quedan muy marcadas. Es mi experiencia en estos años.

Para un sacerdote, viendo las posibilidades de poder realizar un tipo de labor o de misión como la que estoy realizando yo, por supuesto que se lo recomiendo, porque la misión de la Iglesia es universal, y el país más poblado de la Tierra nos está esperando.

— Y, ya para terminar, ¿nos puede dar su bendición en chino?

— ¡Pues claro! No me cuesta nada. Entre otras cosas, porque la bendición, como no depende de mí, la puedo hacer en chino, en la lengua de los mandarines, en chino mandarín. (El sacerdote musita una oración incomprensible y nos santiguamos).

— ¡Normal que le haya costado dos años aprender el chino!

— Bueno, el chino es inacabable, ¡es inacabable! Pero hace falta tener mucha motivación, mucha fuerza. Y se ve, desde luego, que si Dios no es el que ayuda, evidentemente no podría hacer nada...

Álex Navajas

Fuente: El Debate