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Roberto, Poncho y Santiago. Foto: Rodrigo Moreno Quicios. Dominio público |
Sin embargo, el hijo mediano que ahora es diácono explica que, durante sus primeros años de estudio «no tenía claro que Dios me estaba llamado a ser cura con certeza». Por el contrario, «lo fui descubriendo poco a poco». Sin una convicción férrea pero sí con intuición, «no me fijé en eso para entrar en el seminario» sino que «Dios me lo puso en el corazón».
El tercer hijo de Poncho es Santiago, quien está en el propedéutico. Nos cuenta que «el Señor me ha llamado siempre a ser cristiano y me lo ha concedido en una familia cristiana». Con su padre delante, señala que «es muy humilde, pero hemos tenido en casa un matrimonio santo». A su juicio, «la vocación de mis padres al matrimonio y vivir siempre en la iglesia nos ha concienciado mucho» y, sobre todo, verlos siempre «sirviendo en casa a sus hijos, en la parroquia o en el trabajo».
Hay una frase del Evangelio en la que comenzó a fijarse en 2019 y sobre la que tuvo la impresión de que se la encontraba en todas partes: «La mies es abundante y los obreros pocos». Confiesa que «tuve miedo» de esa llamada y trató de «dejar apartada la parte de la vocación». Sin embargo, «el Señor me volvió a coger fuerte el corazón a través de un noviazgo» que le ayudó a vivir la fe. Y tras vivir con aquella chica la JMJ de 2023 en Lisboa y escuchar claramente la llamada al sacerdocio, «dejé todo lo que tenía, el trabajo, el noviazgo y la familia». Ahora, «el Señor va confirmando que estoy donde tengo que estar».