La palabra virtud ha perdido su sentido original, tal vez porque el mundo de hoy poco hoy lo aprecia, pero su significado, fuerza, nos anima a seguir luchando
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Taras Grebinets | Shutterstock |
El cristiano de
hoy se enfrenta con muchos retos, sobre todo en lugares en donde manifestar su
fe resulta poner en riesgo su vida. Y hablar de virtud puede ser complicado,
pero cuando entendemos lo que significa descubrimos que nos da la fuerza para
seguir adelante en la lucha diaria.
La virtud es
fuerza
Si consultamos
el diccionario,
encontraremos que la palabra virtud quiere decir: "Actividad o fuerza de
las cosas para producir o causar sus efectos". Por supuesto, ahondando más
en su sentido descubrimos que la Real
Academia Española se define también como: "Hábito de hacer el
bien y comportarse de acuerdo con la moral".
Nuestro
objetivo es centrarnos en el primer significado: la virtud es la fuerza a
través de la cual se producen efectos positivos en quien la ejerce.
Por eso, el
Catecismo de la Iglesia católica dice acerca de la virtud:
"La virtud
es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no
solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus
fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el
bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas".
Virtudes
infundidas por Dios
Recordemos que
Dios nos hizo como lo mejor de la creación (Gn 1, 31)
y que con el pecado original el ser humano perdió los dones preternaturales que
lo despertaron a la concupiscencia. Por eso tenemos una inclinación al mal y el
desorden imperó desde ese momento.
Fue el Señor
Jesús quien nos rescató de la condenación eterna con su muerte en la cruz. Esta
historia a conocemos desde que comenzamos a instruirnos en el catecismo. Pero
es necesario que, de vez en cuando, refresquemos la memoria y renovemos nuestra
fe.
Porque si ya
recibimos el Bautismo y luego en la Confirmación, tenemos las fuerza necesaria
que nos fortalece para afrontar los embates del demonio, el mundo y la carne
gracias a las virtudes teologales y cardinales.
Y tenemos
también las virtudes humanas:
"Las virtudes
humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones
habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos,
ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe.
Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena.
El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien" (CEC 1804).
Hagamos uso de
nuestras virtudes - humanas, teologales y cardinales - en todos los ámbitos de
nuestra vida cotidiana.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia