Podemos tener palabras convincentes, pero si no vivimos la fe sincera con el principal ingrediente del testimonio, en vano serán nuestras predicaciones
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Cuando fuimos
bautizados en la Iglesia católica, nuestros padres y padrinos se comprometieron
a educarnos en la fe cristiana. Si lo hicieron conscientes de la
responsabilidad que implicaba, tendrían que haber estudiado la doctrina de
Cristo para cumplir a cabalidad. Pero, ante todo, deberían habernos dado
ejemplo con su testimonio de vida.
¿De dónde
viene la idea del testimonio?
Para entender
mejor el concepto, la Enciclopedia católica menciona que el testigo es:
Uno que está
presente, da testimonio, provee evidencia o prueba.
Es decir, por
aquel que da testimonio se prueba algo. En este caso, hablamos de dar
testimonio de vida cristiana.
En el documento
del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso: El testimonio cristiano en un mundo multi-religioso:
Recomendaciones de conducta leemos que:
"Jesucristo
es el Testigo supremo (cf. Juan
18,37). El testimonio cristiano es siempre una participación en su
testimonio, que toma la forma del anuncio del Reino, del servicio al prójimo y
del don total de sí mismo, incluso cuando este acto de donación lleva a la
cruz"
(n. 2).
Imitar a
Cristo
Está claro que
el testigo de Cristo debe conocer bien su obra porque por sus enseñanzas ha
creído en la redención, el perdón de los pecados, en su Iglesia y en la promesa
de la vida eterna.
Pero también
está convencido de que debe imitar a Jesús, el Testigo supremo. Por eso,
continúa el documento:
"Así como
el Padre envió al Hijo en el poder del Espíritu Santo, así los creyentes son
enviados a la misión para testimoniar con la palabra y las obras el amor del
Dios uno y trino"
(n. 2).
Luego, lo que
nos corresponde a los cristianos es vivir como lo hizo Cristo: de manera
coherente, apegados a la voluntad del Padre, adorándolo, siguiendo sus
mandamientos y, sobre todo, procurando que lo que predicamos coincida con lo
que hacemos.
El
ingrediente primordial
Pero si por
alguna razón nos quedara alguna duda, podemos leer en la Sagrada Biblia cómo es
que el Señor Jesús nos indicó la manera en la que debemos actuar, aunque solo
presentamos un resumen:
Amando a Dios
sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos (Mt 22,
37-39), no haciendo a otros lo que no queramos que nos hagan (Mt 7,
12), viéndolo a Él en los hermanos más desafortunados y tratándolos como a
Él mismo (Mt 25, 45).
De este modo,
tendremos la certeza de que, si vivimos la fe con el ingrediente primordial del
testimonio, algún día, llegaremos a su Presencia en la casa del Padre en donde
nos ha preparado una habitación (Jn 14,
2-3).
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia