"La fe real no consiste en vivir “arriba” siempre, sino en aprender a aceptar y ofrecer a Dios la realidad a cada momento. Mirar a Cristo"
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El testimonio o se apoya en Cristo o no se apoya |
Últimamente me
ha escrito gente diciéndome que se sentían unos cristianos horrible porque
veían en Instagram testimonios de una perfección inalcanzable. Quiero escribir
algo al respecto:
Siempre digo
que hay dos tipos de testimonios: Los que te hacen sentir la esperanza y ánimo
de que Dios puede también hacer algo en tu desastre. Y los que parecen tan
perfectos e ideales que te dejan sintiéndote una auténtica basura. Los primeros
te hablan de Dios y te dan mucha esperanza. Te hacen pensar: “si Dios pudo con
él también conmigo podrá”. Pero los segundos hablan del ego de quien los da y
te llevan a decir: “que horrible soy que yo no soy así, a mí esto nunca va a
pasarme, ¿me querrá Dios”.
¿Te pasa como a
mí cuando escuchas testimonio? ¿Tú también te has dado cuenta de la diferencia?
Vamos a decirlo: no todos los testimonios edifican. Algunos te levantan, otros
te aplastan. Y lo triste es que a veces el que los comparte no se da cuenta. Cuidado
porque las redes sociales están llenas de testimonios del segundo tipo, como
digo, sin mala intención pero que llevan a la persona que entra ya hundida a
quedarse peor después de verlo, o a machacarse después porque la fe que vive no
tiene nada que ver con ese idealismo que ve ahí.
Si te pasa esto
cuando entras aquí solo puedo decirte que desconfíes. Deja de seguir a esas
cuentas ya. Muchas cosas que ves tan ideales no son de reales. Todo el mundo
sufre. En las redes sociales ves una pequeña parte, una que no muestra el dolor
y que lo tapara bajo capas de perfección. Es imposible estar "onfire"
24/7 con la fe. Esta no es un show de perfectos, sino un camino de pobres y
pecadores sostenidos por la gracia para ser santos. Quien quiere vivir huyendo
de toda debilidad mostrando una imagen ideal de su fe en Dios al final se
rompe. Como dice mi amigo Jesús Silva: “los cracks hacen crack”.
Cuando escuches
un testimonio, fíjate: ¿te lleva a mirar al testigo o a Cristo? Si es lo
primero, pasa de largo. Si es lo segundo, guarda esa esperanza en el corazón.
Si compartes tu testimonio, no maquilles tu historia. Habla de tus caídas,
luchas y heridas. ¡Y no inventes nada! Un testimonio no es mejor por decir
cosas más bestias, basta la sencillez de decir lo que Dios ha hecho en tu vida,
aunque parezca muy corrientito. El mejor testimonio no es el que te
deslumbra, sino el que te ilumina y refleja a Dios. El que te hace levantar la
mirada y decir: “Si Dios estuvo con él en su miseria, también estará conmigo en
la mía, si Dios ha querido a este también puede quererme a mí”.
Si hoy te
sientes lejos, roto o sin fuerzas… Calma. No pasa nada. Justo ahí es donde Dios
trabaja. No esperes estar bien para buscarle, clámale en tu miseria, eso es
oración. La fe real no consiste en vivir “arriba” siempre, sino en aprender a
aceptar y ofrecer a Dios la realidad a cada momento. Mirar a Cristo.
Un testimonio
que te hace sentir basura y te sume en la desesperanza no viene de Dios. La
gracia no humilla al débil, lo anima, lo levanta, quizás le hace llorar pero
siempre con esperanza. Espero estos post te hayan hecho bien. Reza por mi. La
paz.
Francisco
Javier Bronchalo
Fuente: ReligiónenLibertad