Un encuentro revelador con Cristo crucificado y el amor y felicidad de las Siervas del Hogar de la Madre en España hicieron que Shushu, una joven atea de China, abrazara la fe católica
![]() |
Shushu, junto a su marido Josemi y su hijo Emmanuel en el Santuario de Covadonga |
La joven
Shushu, originaria de China, llegó a España en 2016 con tan sólo 23 años, con
el único propósito de estudiar Filología Hispánica. Lo que no imaginaba era que
tendría un encuentro transformador con Cristo Crucificado, que la llevaría a
abrazar la fe católica.
“No tenemos
ningún mérito; todo es porque el Señor nos guía. Su misericordia es inmensa”,
afirmó con convicción Shushu en conversación con ACI Prensa, a los pies del
santuario de Covadonga.
Allí se
encontraba junto a su esposo y su hijo, Emmanuel, para compartir el testimonio
de su conversión del ateísmo al catolicismo ante los miles de jóvenes reunidos
en la inauguración de la Jornada Eucarística Mariana Juvenil (JEMJ), el pasado
4 de julio.
Un encuentro
revelador con Cristo crucificado y el amor y felicidad de las Siervas del Hogar
de la Madre en España hicieron que Shushu, una joven atea de China, abrazara la
fe católica.
Todo ocurrió un
31 de octubre, en la ciudad de Alcalá de Henares. Shushu llevaba tan sólo un
mes en España y había acudido a una fiesta de Halloween, atraída por la
curiosidad y el ambiente festivo. Sin embargo, los disfraces grotescos de
zombis, el estruendo de cadenas arrastrándose por el suelo y una música
estridente y lúgubre le perturbaron el alma.
Inquieta y con
el corazón sobrecogido, decidió marcharse y caminar sin rumbo fijo, hasta que
llegó frente a la imponente Catedral de los Santos Justo y Pastor, donde
comenzó a escuchar una música —casi celestial— que contrastaba drásticamente
con el desasosiego que acababa de experimentar.
Atraída por esa
melodía, decidió entrar en el templo, y fue entonces cuando sus ojos se posaron
en un Cristo crucificado del que no pudo apartar la mirada. Aquel encuentro,
marcó un antes y un después en su vida. “Había una cruz muy grande, y vi a
Jesús ahí, y me impactó mucho”, relata a ACI Prensa.
Explica que su
infancia transcurrió en un ambiente profundamente ateo, propio de la China
comunista, donde ni su familia ni su entorno más cercano tenían fe o hablaban
de Dios.
A pesar de
ello, cuando miraba a la cruz pensaba: “hay una persona en la cruz. Y por
intuición sobrenatural, pensaba que es Dios, que el mismo Dios es el que está
en la cruz, y no podía ser alguien más”, afirma.
Encontró en
el sacerdote una “mirada de padre”
Invadida por
una sensación de paz, decidió acercarse a un confesionario para hablar con un
sacerdote, sin saber con certeza en qué consistía el Sacramento de la
Reconciliación.
Cuando terminó
de hablar, agradeció al sacerdote por haberla escuchado y, cuando estaba a
punto de marcharse, el presbítero abrió la ventanilla: “Y me miró con una
mirada muy especial”, relató Shushu durante su testimonio compartido
en la JEMJ.
En ese
sacerdote, afirma, reconoció “una mirada de padre” que le dio “mucha
confianza”, y tuvo la sensación de que le esperaba desde hace tiempo. Él fue
quien le presentó a las Siervas del Hogar de la Madre, quienes se convertirían
en su nueva “familia española”.
“Yo no sabía
nada, no había visto una monja en mi vida”, destaca Shushu con humor y cierto
desparpajo. Sin embargo, precisa que su felicidad “angelical” le llamaba mucho
la atención: “Nunca había visto una persona tan feliz, tan alegre, tan joven.
Decidí convertirme tras conocer a las hermanas”, recuerda.
“Yo quería
ser hija de Dios”
Entonces, una
de las hermanas le cogió de la mano y le preguntó: “¿Quieres bautizarte?”. A lo
que ella respondió: “¿Qué significa bautizarse?”.
“Me dijo que
bautizarse significa ‘ser hija de Dios, como nosotras’. En ese momento no
entendía nada, ni sabía por qué una china puede ser hija de Dios o por qué Dios
es mi Padre”, añadió.
Sin embargo,
aquella felicidad que emanaba de los rostros de las religiosas del Hogar de la
Madre le convenció. “Es como que sentía esta llamada en mi corazón: Yo quería
también bautizarme, yo quería ser como ellas, hija de Dios”. Finalmente, se
bautizó con el nombre de Shushu María.
El camino de su
conversión no fue sencillo, marcado por las dificultades propias de haber
crecido en un entorno profundamente ateo.
Sin embargo,
logró avanzar gracias al acompañamiento cercano y al testimonio de las
hermanas, cuyo apoyo fue clave para que pudiera abrir su corazón a la fe.
“Me bauticé en
la misma iglesia donde yo entré por primera vez, y también me casé allí”,
frente al crucifijo en el que había conocido a Jesucristo.
En la
actualidad, a sus 32 años, afirma con convicción que España es su “patria
espiritual” y el lugar donde se bautizó y empezó “una nueva vida”.
También se
sintió extremadamente agradecida por poder compartir su testimonio desde el
Santuario de Covadonga, “el corazón de España y un lugar muy importante para su
historia”.
Por Almudena Martínez
Bordiú
Fuente: ACI Prensa