Un obispo, una madre de familia y un sacerdote comparten desde sus propias realidades algunos consejos para “santificar las vacaciones” y evangelizar desde los lugares de descanso
![]() |
Imagen referencial | Crédito: Pixabay (Dominio Público) |
Con la llegada del verano al hemisferio norte, muchos
comienzan sus vacaciones, un periodo de descanso alejado de la rutina, pero
también una oportunidad privilegiada para reencontrarse con la fe.
1. Un tiempo para conectar con Dios
El mexicano Eugenio Lira, Obispo de Matamoros-Reynosa,
destacó en conversación con ACI Prensa que el verano es un tiempo de descanso
para “recrearnos”, es decir, para “renovarnos integralmente”.
Por eso, aconsejó “dedicar momentos a la oración y la
contemplación” para “conectarnos” con Dios y “ver mejor los grandes regalos que
Él nos da”, siendo conscientes “de que somos amados incondicional e
infinitamente”.
En este contexto, el prelado mexicano invitó a valorar más y
tener conciencia de que “debemos cuidar responsablemente nuestra vida”. También
aconsejó dedicar espacios a la lectura de buenos libros, “al diálogo con la
familia y los amigos, y a hacer algo por los demás, como evangelizar, ir de
misiones, visitar a los enfermos, a los presos, una casa hogar, o un
asilo”.
Incluso, animó a aprovechar las redes sociales para
“compartir algún mensaje evangélico que transmita fe, amor y esperanza. Siempre
podemos hacer algo para mejorar y ayudar a que la vida de los demás sea mejor”.
2. Reforzar los lazos familiares
Leticia Sánchez de León vive en Roma con su marido y sus
cuatro hijos. Aunque estudió la carrera de derecho en Madrid, se dedica a la
comunicación estratégica desde 2016. Actualmente tiene un blog sobre
comunicación en familia y educación, y es moderadora de cursos de orientación
familiar.
Sánchez de León compartió varios consejos para “vivir un
verano cristiano, sano, alegre, generoso con los demás, donde se respire a Dios
en los pequeños detalles y de donde todos los miembros de la familia saquemos
fuerzas” para volver a la rutina en septiembre.
Para la madre de familia, poniendo en práctica estas
pequeñas cosas, “ahondaremos en lo que significa que la familia es iglesia
doméstica en medio de la sociedad de nuestro tiempo y desde donde la persona se
proyectará para construir una humanidad más justa, más acogedora, más pacífica,
más convivial, más profundamente humana”.
En primer lugar, aconsejó reforzar los lazos familiares y
reencontrar “la sintonía” entre los miembros de la familia: “En vacaciones
tenemos más tiempo para mirarnos a los ojos con nuestro cónyuge y con nuestros
hijos y para escucharnos más”, expresó.
Para esto, subrayó Leticia, puede ayudar mucho “rezar por
ellos antes de empezar los días de vacaciones”. También invitó a los esposos a
mantener una buena comunicación y cuidar la armonía entre ellos, ya “que en
vacaciones muchas veces salta por los aires”.
Animó también a disfrutar de planes sencillos en familia:
“Esos recuerdos se fijarán fuertemente en sus corazones, y el día de mañana lo
que recordarán de lo que es una familia serán esos planes juntos, donde todos
tenían cabida, donde todos podían elegir, donde unos hacían cosas por los
otros”.
3. Inculcar el desprendimiento y la generosidad
Advirtió también que en ocasiones se tiene una idea
“distorsionada de las vacaciones”. Por ello, recordó que es un momento “para
inculcar algunos valores que tanto nos cuesta transmitir durante el año, por la
falta de tiempo pausado”.
En este sentido, destacó dos valores familiares: el
desprendimiento y la generosidad. A pesar de que durante las vacaciones se
“relajan las normas y los horarios”, aconsejó a los padres a decir “no” de vez
en cuando, para que los hijos valoren más las cosas. “La virtud del
desprendimiento y la austeridad no están mucho de moda hoy en día y llaman por
eso mucho la atención cuando se ven en otras personas”, explicó.
“En las familias —agregó— todos tienen que ayudar y
colaborar, siempre poniendo pequeños encargos adecuados a su edad y ayudándoles
si vemos que no son capaces o necesitan un empujón: tirar la basura, sacar el
lavaplatos, poner la mesa, regar las plantas, vaciar la bolsa de la playa,
tender los bañadores, etc”.
4. Vacaciones, pero con Dios
Todas estas ideas, aclaró Leticia, “parten en realidad
de la voluntad de vivir nuestras vacaciones con un sentido cristiano”, ya que
“todo está profundamente ligado a nuestra vida con Dios”.
“¿Cómo vamos a darle sentido a las vacaciones y a los planes
y a los momentos relacionales si nos distraemos del sentido último de nuestra
vida? ¿Cómo llevar a Jesús a los demás durante las vacaciones si no lo tenemos
dentro de nosotros y dentro de nuestras casas de veraneo entre toallas de playa
y bolsas de patatas fritas?”, preguntó.
“Dios quiere estar también con nosotros en verano, quiere
que disfrutemos y quiere vernos disfrutar con Él. Dios quiere estar en los
planes familiares y en los churretes de helado en las camisetas de nuestros
hijos: todo lo podemos compartir con él”, aseguró.
Para lograrlo, aconsejó “no olvidarnos de las pequeñas
prácticas espirituales o de piedad” que suelen hacerse durante el curso
académico: como el rezo del Rosario, un poco de lectura espiritual, el Ángelus
a las doce o bendecir las comidas.
“Al hacer estas prácticas elevamos nuestra alma a Dios y
podemos dar gracias por lo que estamos recibiendo este verano. Las vacaciones
son también una gran ocasión para rezar con más calma, leer con ganas,
profundizar en nuestra relación con Dios”, afirmó.
Por último, señaló que, “si mantenemos esa sintonía, seremos
además más capaces de mirar mejor a los demás, ayudarles, servirles, superar
los roces, tener más paciencia. Meter a Dios en nuestro día a día nos ayudará a
vivir un verano más cristiano que nos descansará y nos llenará el alma de
manera profunda. Estaremos creando también para nosotros recuerdos imborrables
sobre los que seguir construyendo durante los años venideros”.
5. Predicar con el ejemplo
El P. Héctor Razo, sacerdote mexicano del Opus Dei, señaló
en conversación con ACI Prensa que la evangelización en las vacaciones “puede
hacerse a través de la propia vida y del propio ejemplo de una vida vivida
junto a Jesús”.
“A veces los cristianos podemos llegar a pensar que
cambiar el mundo en el que nos movemos —ese mundo que cada vez está más
secularizado— es una hazaña que nos llevaría años, o quizá siglos, cuando en
realidad no es así”, precisó.
Así, invitó a pensar en los primeros cristianos:
“Tenían todo en contra y, sin embargo, lograron que una sociedad entera se
convirtiera de pagana a cristiana. ¿Cómo lo hicieron? Con su ejemplo,
porque pertenecían a Cristo y esa Persona les había cambiado el corazón”.
Recordó en este sentido a San Josemaría Escrivá, “el
santo que predicaría la llamada universal a la santidad a través de la vida
ordinaria”, quien lo resumía en una frase: Conocer a Jesucristo,
hacerlo conocer, llevarlo a todas partes. Es decir, “estar tan enamorados
de Cristo que sea tan natural en nosotros hablar de Él a quien nos rodea”.
Para conseguirlo, animó a “vivir nuestra propia fe ahí
donde estemos; sin avergonzarnos. Si en nuestra casa bendecimos los alimentos,
también hacerlo cuando estemos de vacaciones con nuestros amigos y
parientes”.
“Enseñar a los hijos que también en las vacaciones Dios
merece un espacio: yendo a Misa el domingo y quizá un día más entre semana.
Rezando el Rosario en familia un par de días a la semana, con la intención de
pedir por algo en especial y haciendo partícipes a todos de esa oración; es
decir, que a cada hijo le toque dirigir un misterio”, concluyó el P. Razo.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI Prensa