“La idea es, aparte de restaurar la iglesia física en sí, crear una comunidad con los vecinos, que ellos puedan también estar en la iglesia, que es un templo vivo donde Jesús habita y tenemos que cuidarlo”
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Crédito: Nicolás de Cárdenas / ACI Prensa. |
En el corazón
de los Picos de Europa, al norte de España, en Asturias, se encuentra la
comarca de Cabrales, que forma parte de la llamada España vaciada. La falta de
población, la escasez de sacerdotes y la secularización también hacen mella en
la Iglesia. Para paliar esta realidad, nació hace unos años el proyecto “Patrimonio que
da vida”.
En Ortiguero,
una aldea cerca de Cabrales, todo parece tranquilo a las 10 de la mañana de un
lunes de julio. Pero, si uno se adentra por las calles estrechas que recorren
sus casas apiñadas, se encuentra a tres jóvenes lijando con esmero la pequeña
iglesia de San Julián, una joya construida a finales del siglo XVII cuyas
pinturas interiores despiertan la devoción.
Son parte del
grupo de cerca de 70 estudiantes y profesores de la Universidad San Pablo CEU
de Madrid quienes, animados por uno de los capellanes, el P. Daniel Rojo,
dedican parte de sus semanas de descanso estival a reconstruir templos y
comunidades católicas.
A las afueras
de la aldea, en el templo dedicado a San Roque, contiguo al cementerio, otro
retén numeroso de universitarios se afana entre andamios, bancos apilados,
cubos de pintura, rodillos, lijas y buenas dosis de esfuerzo y alegría
cristiana.
Elena Cebrián,
profesora de Teoría de la Comunicación, explica a ACI Prensa que se trata “de
un voluntariado con un enfoque misionero, pero misionero de ida y vuelta” en el
que jóvenes que han experimentado una Iglesia viva y dinámica, a través de
iniciativas como Efetá, Emaús o Hakuna, se abren a “la iglesia que está sola,
que es de señoras mayores, que mantienen su fe en templos como estos”.
Belén
Caralampio estudia el Grado en Comunicación Digital y comparte cuán revelador
resulta acercarse a esta realidad para quien vive en urbes de gran tamaño:
“Vivimos una especie de burbuja, que puedes ir a cualquier hora, a cualquier
iglesia, te puedes confesar con un sacerdote. Pero sales un poco de Madrid y
ciudades grandes, y te encuentras, por ejemplo, con Asturias, que hay que
reconstruir incluso la iglesia”.
De su
experiencia, subraya que “nos está tocando mucho a todos como ver la alegría de
las señoras mayores” al ver que “hay jóvenes manteniendo esa esperanza de la
Iglesia, que vamos a intentar seguir adelante y conseguir que esto siga
creciendo y que no se quede como algo antiguo”.
“Es un
templo vivo donde Jesús habita y tenemos que cuidarlo”
Jaime Lorenzo,
estudiante de quinto curso de Farmacia, es uno de los voluntarios coordinadores
del proyecto. Durante el curso, busca voluntarios clase por clase, mientras se
va diseñando el plan de trabajo para el siguiente verano en función de las
necesidades.
Haciendo un
alto en su tarea, explica cómo está inspirado en la llamada del Señor a San
Francisco de Asís a reparar la Iglesia: “La idea es, aparte de restaurar la
iglesia física en sí, crear una comunidad con los vecinos, que ellos puedan
también estar en la iglesia, que es un templo vivo donde Jesús habita y tenemos
que cuidarlo”.
Al grupo de
universitarios se ha unido, por recomendación de sus formadores, una pareja de
seminaristas de la Diócesis de Getafe. Jaime Alfaro acaba de terminar el curso
propedéutico y destaca que la reparación de las piedras y los bancos tiene un
sentido trascendente: “Es gente joven trabajando para gente mayor que quiere
que algo suyo perdure. Me llama mucho la atención como seminarista ese cariño a
la iglesia como una casa”.
Además, la
convivencia también está sirviendo en su formación humana y avivando su
paternidad espiritual. Así, mediante una conversación o un gesto inesperado, el
futuro presbítero descubre que su corazón “se ensancha”, lo que supone “una
experiencia muy bonita de paternidad, porque ves cómo en tu corazón va entrando
gente y no tienes el deseo de que salgan”.
Paula Arribas
es otra de las docentes que participa en la experiencia. Perteneciente a
la Escuela Politécnica Superior, destaca que pese a la idea de que la
juventud no se preocupa o está poco presente, “con estos jóvenes hay esperanza.
Están aquí para ayudar a otras personas y están de todo corazón”. “Vienen sin
esperar nada a cambio, tienen siempre una sonrisa”, añade.
Esa sonrisa
debe resultar evidente también para los parroquianos de la comarca, que están
encantados con la llegada de los voluntarios, como atestigua Pedro Martín,
estudiante de ingeniería industrial: “Una de las cosas que más agradezco es ver
cómo nos acoge aquí la gente del pueblo, cómo enseguida nos arropan. Siempre
nos han traído comida, agua, nos vienen a acompañar, nos saludan. Y eso yo creo
que es lo más bonito de todo”.
“Qué fácil
es poner amor en esto porque realmente es la casa de Dios”
La iniciativa
“Patrimonio que da vida” es acompañada desde el Departamento de Pastoral y
Voluntariado de la Fundación San Pablo CEU, cuya directora corporativa,
Maricarmen Fornielles, también está presente entre los alumnos rodeados de
andamios y cubos de pintura.
“Este tipo de
proyectos hacen que la pastoral no solo sea el día a día, que por supuesto hay
que trabajar con ellos, de una catequesis, de una misa, de una exposición, del
Santísimo, de un retiro, de todo eso, sino que esto también es pastoral, el
estar con la gente, el convivir con la gente, y bueno, voluntariado también,
porque nosotros en el CEU pastoral y voluntariado lo entendemos como una cosa
conjunta”, describe.
su entender, a
los alumnos la experiencia también les ayuda, a través del trabajo físico, a
crecer en la fe. Teresa Gutiérrez iniciará el sexto curso del Grado de Medicina
el próximo septiembre, ha estado presente en las tres ediciones del proyecto y
vive con gran profundidad la labor que desempeña:
“Soy del equipo
limpieza y me encanta porque estamos limpiando muchas veces con Jesús presente.
Me parece súper bonito decir ‘Estamos limpiando tu casa, Jesús’ y me da mucha
alegría”.
Barriendo o
realizando cualquier otra tarea, para Teresa se trata de “hacer oración
mientras limpias porque está Jesús delante”, de tal manera que, con
naturalidad, asegura: “Qué fácil es poner amor en esto porque realmente es la
casa de Dios”, a lo que añade: “También cuando lijas bancos, es muy fácil
acordarse de Jesús carpintero y de los años de vida oculta”.
Más allá de
las piedras, las personas
El P. Daniel
Rojo, a quien todos señalan como el alma mater del proyecto, pues su tío
abuelo, sacerdote de 87 años con 6 décadas de presbítero a sus espaldas,
atiende 16 parroquias de esta comarca.
En conversación
con ACI Prensa, explica que esta iniciativa “quiere responder también a paliar
la soledad de los ancianos que se encuentran en estas poblaciones que van
languideciendo”.
“Queremos ser
ese fermento, esa alegría entre los más débiles de estas comarcas, que son los
ancianos”, insiste, motivo por el que desde el principio, una parte de los
voluntarios se dedica a cuidar a estas personas. Primero en una residencia de
Poo y, desde este año, también en un centro de día gracias al apoyo de la
Fundación Airamana a todo el proyecto, que además ha impartido dos talleres de
salud mental a los voluntarios.
“Lo bueno de
este proyecto es que va en línea con todos los fines fundacionales: por una
parte la Iglesia, que venimos aquí a reconstruir parroquias; luego también la
parte de los jóvenes, que gracias a todos ellos, a su tiempo y a su esfuerzo,
vamos a poder llevar a cabo todo esto. Y la parte de personas mayores, a la que
también nosotros hacemos mucho hincapié”, explica su coordinadora de proyectos,
Eider Ormazabal, que se ha unido a los universitarios.
“Patrimonio que
da vida” es, en esencia, un programa para voluntarios católicos, sin cuya
generosidad no podría salir adelante. Pero tampoco podría realizarse sin la
colaboración de otras entidades como el Arzobispado de Oviedo, el Ayuntamiento
de Cabrales y dos empresas locales, Pinturas Sergio Rey y ALSA, subraya el P.
Rojo.
Por Nicolás de
Cárdenas
Fuente: ACI Prensa