3 SANTOS QUE SUPERARON EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR

Cuando sentimos que no somos "suficientemente espirituales" o que "no somos suficientes", estos santos nos ayudan a superar el síndrome del impostor

Image by Daniel Esparza | Sora

En un mundo en el que nos medimos constantemente con los demás, con las expectativas e incluso con versiones imaginarias de lo que "deberíamos" ser, es fácil sentirse un fraude. Quizá hayas pensado alguna vez: "No soy lo bastante bueno, nunca seré como esa gente o no pertenezco a este lugar". Sin embargo, existen algunos santos que te ayudarán.

Ese sentimiento tiene un nombre: síndrome del impostor. Y es más común de lo que pensamos. Los santos no son inmunes. De hecho, algunas de las personas más santas de la historia empezaron dudando de sí mismas. Pero no dejaron que les definiera. Nos mostraron que la fe no consiste en tenerlo todo controlado, sino en dar la cara de todos modos.

1. San Pedro: fracasó estrepitosamente

Pedro fue el primero en hablar, el primero en declarar su amor por Jesús, y el primero en negarlo cuando le entró el miedo. Después de presumir de su lealtad, Pedro se derrumbó bajo presión y dijo que ni siquiera conocía a Jesús. No hay nada más humillante que eso.

Y sin embargo, después de la Resurrección, Jesús no lo regaña. Simplemente le pregunta: "¿Me amas?" tres veces, una por cada negación (Jn 21, 15-17). La redención de Pedro no vino de demostrar su valía. Vino de su amor, incluso después de haber fracasado. Llegó a liderar la Iglesia primitiva no porque fuera perfecto, sino porque era fiel.

2. Santa Juana de Arco: conoció el miedo

Juana de Arco se la recuerda a menudo por su feroz valor al liderar tropas en la batalla con solo 17 años. Pero detrás de esa armadura había una adolescente que conocía íntimamente el miedo. Cuando las voces de san Miguel, santa Catalina y santa Margarita comenzaron a llamarla para defender Francia, Juana no saltó a la acción ciegamente. Ayunó, rezó y se cuestionó a sí misma, consciente del peso de lo que se le pedía.

En su juicio, cuando fue interrogada sobre sus experiencias espirituales, Juana no fingió certeza. Una vez dijo: "Si no estoy en estado de gracia, que Dios me ponga allí". Se mantuvo firme, no porque se sintiera fuerte, sino porque confiaba más en Dios que en sus propios sentimientos. Incluso encadenada, insistía: "Lo que dije, lo dije por orden de Dios".

Juana no actuó porque se sintiera segura, actuó porque creía. Su historia nos recuerda que el coraje no siempre ruge.

3. Venerable Matt Talbot: la recuperación silenciosa

Matt Talbot creció pobre en el Dublín del siglo XIX y en la adolescencia ya era adicto al alcohol. Durante más de una década bebió para evadirse, alejándose de sus amigos y vagando sin rumbo. A los 28 años, arruinado y desesperado, hizo el voto de dejar de beber, y lo mantuvo el resto de su vida.

Matt no se hizo predicador ni personaje público. Trabajaba en un aserradero y vivía en una pequeña habitación, dedicando sus días a la oración, la penitencia y el servicio. Su fe era callada, humilde y oculta. Pero se convirtió en fuente de inspiración para adictos en recuperación de todo el mundo.

Nunca pretendió ser un santo. Pero su vida demuestra que la santidad puede comenzar en la sombra.

Sentirse inadecuado no te descalifica para la santidad. Estos santos nos muestran que Dios actúa a través de nuestra debilidad, no a pesar de ella. No tienes que sentirte preparado. Solo tienes que estar dispuesto.

Daniel Esparza

Fuente: Aleteia