![]() |
Crédito: Carlos Daniel / Cathopic.. Dominio público |
Bajo el título Lex orandi, lex credendi, lex vivendi,
el prelado español y presidente de la Conferencia Episcopal Española, anima a
los fieles a que “este tiempo de verano sea ocasión de profundizar en la lex
orandi, cómo vivimos y celebramos la Eucaristía. Así se expresa lo
que creemos y ayudamos a los que se están iniciando en la vida cristiana a caer
en la cuenta de cuál es nuestra fe”.
El arzobispo subraya de inicio la importancia de “fijarnos en
cómo es nuestra manera de vivir, y aplicar la oración pública, la vida
sacramental y, singularmente, nuestra manera de celebrar la Eucaristía, pues
así expresaremos realmente el corazón de nuestra fe”.
Mons. Argüello explica que “la Eucaristía ni es un acto
individual que exprese nuestra singular piedad —valiosa, por supuesto— ni
tampoco del pequeño grupo que celebra, sino que es una celebración de la
Iglesia”.
En este sentido, añade que los fieles “hemos de constituirnos
como Asamblea que se dispone a ser Cuerpo de Cristo, adorar la presencia del
Señor, a comulgarle y a sabernos enviados para ser también cuerpo entregado en
medio del mundo”.
El prelado señala que “a la hora de ahondar en el misterio de la
Eucaristía para que se convierta en una expresión de lo que creemos, hemos de
mejorar mucho el cuidado del silencio”, tanto antes de comenzar como durante la
Eucaristía y al concluir “para poder acoger, en acción de gracias, lo que hemos
celebrado”.
El canto es uno de los elementos contemplados en la liturgia
que, desde el inicio “nos ayuda a formar asamblea, a sabernos convocados y reunidos
en el nombre del Señor”. En este sentido, Mons. Argüello destaca: “Qué
importancia tiene que el coro viva el ministerio de ayudar al pueblo de Dios a
orar y cantar”.
Sobre esta cuestión, el arzobispo señala un aspecto a cuidar de
modo especial: que se respete la letra propia cuando se interpretan algunas
partes comunes de la Misa: “No es el Gloria cualquier canción en la que
aparezca la palabra gloria”, sino su texto litúrgico. Lo mismo sucede, por
ejemplo, con el Santo.
Por otro lado, Mons. Argüello advierte que “hemos de adecuar la
música —letra y ritmo— con lo que en cada momento se celebra, porque es verdad
que la Eucaristía es fiesta, pero también es el drama de la cruz”.
Si bien es cierto que hay determinadas personas que desarrollan
ministerios especiales como los lectores o los acólitos, “todos los demás
también participamos” de diversos modos. Esto se hace patente de manera más
evidente en la presentación de las especies eucarísticas.
Por eso, “es significativo que el pan y el vino, incluso en la
Eucaristía cotidiana, pero especialmente el Domingo, sea traído desde la
Asamblea, sin necesidad de más ofrendas, quizá sin necesidad de ningún
comentario”.
“El pan, el vino, la colecta para las necesidades de la Iglesia
y la ayuda a los pobres expresan que queremos poner nuestra vida en el altar
para que el Señor la transforme junto a lo que presentamos”, explica el
prelado.
Mons. Argüello realiza especial hincapié en estas
recomendaciones al modo en que se cuida el momento de comulgar, en diversos
aspectos.
Por un lado, anima a quienes apenas comulgan sin razón aparente
a plantearse: “¿Cómo vas a sostener tu vida de fe si no te alimentas, si no
recibes al Señor?”. Por otro lado, frente a quienes “puedan comulgar de
manera frívola, sin disponer el corazón”, el prelado anima a cuidar el momento
de la comunión “”examinando nuestra conciencia” y conscientes de que “una
palabra suya bastará para sanarnos”.
Así, añade que “hay ocasiones en la que esta palabra suya que
necesitamos escuchar es ‘yo te absuelvo, yo te perdono de tus pecados’”, en
referencia al sacramento de la Confesión.
El cuidado del momento de la Comunión también se observa
mientras se guarda la fila donde, recuerda el arzobispo, muchas veces no se
cuida el “asombro ante lo que vamos a vivir”.
Respecto del acto propio de comulgar y sus diferentes modos, el
Arzobispo de Valladolid explica que “no se expresa mayor respeto en la comunión
por comulgar en la boca que por comulgar en la mano”. “El respeto está en el
corazón en estado de gracia para recibir al Señor y en el espíritu de
adoración, que vive el corazón y, de una u otra manera, manifiesta nuestro
cuerpo”, sostiene.
Así, pide que, al ser en la mano, la ofrezcamos “en forma de
cruz, como una pequeña cuna a la que el Señor viene, y comulgar respetuosamente
ante el propio celebrante, ante el propio Señor”.
Respecto a quienes comulgan en la boca “queriendo expresar así
el respeto eucarístico”, Mons. Argüello exhorta a “que puedan hacerlo en todas
nuestras celebraciones”.
“Facilitemos que cada fiel cristiano pueda expresar con su
propio cuerpo la manera en la que el asombro eucarístico se manifiesta en él:
en la inclinación, en ponerse de rodillas en el comulgatorio, en comulgar en la
mano, en recibir al Señor en la boca”, añade.
Por último, el prelado fija su mirada en el modo de vestir,
tanto de los sacerdotes como de los fieles que participan en la Misa, porque
“también es importante cómo nos disponemos en el vestido a la hora de celebrar
la Eucaristía”.
Así, explica que el sacerdote debe revestirse “con el alba y con
la casulla” porque, advierte, “no es buena disculpa decir: como hace mucho
calor, en este tiempo no me pongo casulla”.
Respecto de los fieles, Mons. Argüello señala que ha de cuidar
su forma de vestir “desde la antigua tradición de vestirse de fiesta o de
Domingo para celebrar el Día del Señor”.
A este respecto, añadió: “Vamos a celebrar la Pascua del Señor,
por eso ha de cuidarse el decoro en el vestir, el respeto al Señor y también el
respeto a los hermanos en la manera en la que vamos vestidos. Vestirse para la
Eucaristía expresa también esa preparación remota, como el ayuno eucarístico
que una hora antes de celebrar la Eucaristía prepara el corazón para recibir al
Señor”.
Por Nicolás
de Cárdenas
Fuente: ACI