20 AÑOS SIN JUAN PABLO II, EL PAPA QUE «VINO DE UN PAÍS LEJANO» Y ACERCÓ A LA IGLESIA AL MUNDO

A los 84 años y a solo un mes de cumplir 85, tras casi 27 años al frente de la Iglesia, fallecía Karol Wojtyła, el Pontífice polaco que cambió el rumbo de Occidente

El Papa Juan Pablo II durante una visita oficial a Alemania.
©KORPA. Dominio público
Era el 2 de abril de 2005. Miles de fieles estaban congregados en la Plaza de San Pedro, en Roma, en un silencio denso, de esos que marcan el ambiente cuando se presiente que algo va a suceder. Todos rezaban. Hasta que el entonces sustituto en la Secretaría de Estado, el cardenal Leonardo Sandri, tomó la palabra e hizo el siguiente anuncio:

A los pocos segundos, Sandri entonó el Salve Regina, un canto a la Virgen que podía interpretarse como un guiño al Papa polaco, quien durante 27 años dirigió la Iglesia bajo el amparo de la Madre de Dios y con el lema episcopal Totus tuus («Todo tuyo»).

Lo que sucedió en la Ciudad Eterna en los días siguientes no lo pudieron prever ni las autoridades ni los medios de comunicación, llegando a definir lo que aconteció como un «asalto pacífico», dificil de contener. Entre tres y cuatro millones de peregrinos llegaron de todo el mundo dispuestos a esperar hasta 18 horas para pasar por la capilla ardiente del Pontífice y despedirse de aquel Papa que les había enseñado a no tener miedo.

El Papa que batió récords de audiencia

Roma, plagada de gente, se vio colapsada. El Ayuntamiento se vio obligado a cortar el tráfico en varias calles y plazas, invadidas por quienes esperaban acceder al Vaticano, y tuvo que desviar de urgencia la circulación, ya de por sí caótica en la ciudad.

El fallecimiento de Juan Pablo II dejó una huella imborrable en la historia y en los corazones de millones de personas en todo el mundo. Pero fue en su tierra natal, Polonia, donde el impacto se sintió con mayor profundidad. Del 3 al 8 de abril el país entero se sumió en un luto oficial sin precedentes.

Con el paso del tiempo, no ha habido rincón en Polonia que no le haya dedicado al menos una calle, una plaza o un monumento, como muestra del amor y respeto hacia el que es considerado el polaco más influyente del siglo XX.

El 8 de abril tuvo lugar el acontecimiento mediático más seguido hasta el momento, retransmitido a más de tres mil millones de personas. La misa de réquiem en la Plaza de San Pedro rompió todos los récords de asistencia de dignatarios internacionales. Más de 200 jefes de Estado y de Gobierno, junto con líderes religiosos de diversas confesiones, se reunieron para rendir homenaje a Wojtyła.

Santo Subito!

Roma estaba desbordada. Se calcula que unas 300.000 personas lograron acceder a la Plaza de San Pedro y sus inmediaciones tras pasar la noche en vela, mientras que más de un millón y medio de peregrinos siguieron la ceremonia a través de pantallas gigantes repartidas por la ciudad.

A las 10:00 de la mañana el funeral comenzó según lo previsto. Cuando los sediarios, los que tradicionalmente están al servicio del Papa, sacaron a hombros el féretro de la basílica de San Pedro, un aplauso unánime rompió el silencio reverente de la multitud.

Entonces, el cardenal Joseph Ratzinger, su estrecho colaborador que se convertiría en su sucesor tan solo 11 días después, pronunció la homilía. «Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana del Padre, nos ve y nos bendice», afirmó el futuro Pontífice. A lo largo de la ceremonia, los fieles no pudieron contener su emoción. Entre oraciones y lágrimas, los aplausos se mezclaban con gritos de «¡Santo subito!» (¡Santo ya!).

Cuando el funeral llegó a su fin, el Pontífice fue despedido con un estruendoso aplauso. Las palmas de cientos de miles de fieles acompañaron el féretro en su camino hacia las Grutas Vaticanas, donde fue sepultado.

El 27 de abril de 2014, en una ceremonia presidida por el Papa Francisco, Juan Pablo II fue canonizado junto a Juan XXIII. Aquel grito espontáneo de «¡Santo subito!» que resonó en su funeral se convirtió, tan solo nueve años después, en realidad.

María Rabell García. Corresponsal en Roma y El Vaticano

Fuente: El Debate