San José de Cupertino es uno de los santos más célebres, especialmente conocido por su asombroso don de levitación. Sin embargo, su vida está llena de otros hechos notables que todo católico debería conocer.
Pintura de San José de Cupertino volando Crédito: Mongolo1984, CC BY-SA 4.0. Dominio público |
Con
motivo de su fiesta que la Iglesia Católica celebra cada 18 de septiembre, te
presentamos siete hechos sorprendentes de la vida del “santo volador”.
San
José de Cupertino caía constantemente en éxtasis. Sus hermanos frailes y los
fieles lo vieron “volar” en varias ocasiones.
Cierto
día los religiosos lo vieron elevarse hasta una estatua de la Virgen que estaba
a tres metros y medio de altura y darle un beso al Niño Jesús. Luego rezó en el
aire con intensa emoción.
El
más famoso de estos sucesos se dio cuando diez obreros deseaban llevar una cruz
pesada a una montaña alta, pero no lo lograban. Entonces Fray José se elevó por
los aires con la cruz y la llevó hasta la cima del monte.
Sus
superiores lo eligieron para exorcizar demonios, pero el Santo se consideraba
indigno de hacerlo. Por ello usaba la siguiente frase contra los malignos: “Sal
de esta persona si lo deseas, pero no lo hagas por mí, sino por la obediencia
que le debo a mis superiores”. Y los demonios salían.
El
don de estar en dos lugares al mismo tiempo se llama bilocación o ubicuidad.
Cuentan que cuando San José se encontraba en Asís, su madre esta agonizando en
el pueblo de Cupertino. Entonces se vio al fraile entrar con una gran luz al
cuarto de su mamá, quien después de verlo partió a la Casa del Padre.
En
Asís, sus superiores preguntaron a San José por qué estaba llorando amargamente
y él les contestó que su madre acababa de fallecer. Más adelante fueron muchos
los que atestiguaron que el santo acompañó a su madre en Cupertino.
Cierta
vez un hombre arrogante le dijo a San José: “impío, hipócrita, no por ti, pero
por el hábito de religioso que llevas tengo que respetarte. Yo creería en todo
lo que haces si con la señal de la cruz sobre mi llaga me sanas”.
El
santo humildemente respondió que todo lo que decía de él era cierto y haciendo
la señal de la cruz sobre la llaga, el hombre quedó curado.
Asimismo
hizo recobrar la vista a un ciego poniéndole su capa sobre la cabeza. Los
mancos y cojos eran sanados al besar el crucifijo que San José ponía ante
ellos. Los enfermos de una plaga de fiebre altísima fueron curados cuando el
Santo les hacía la señal de la cruz sobre su frente.
El
príncipe luterano John Federick a sus 25 años de edad fue a Asís con dos
escoltas, uno católico y otro protestante. Ingresaron a la iglesia donde San
José estaba celebrando Misa y en el momento de la consagración el Santo no pudo
partir la Hostia Consagrada porque estaba dura como piedra y tuvo que
devolverla a la patena.
El
P. José empezó a llorar de dolor y se elevó a casi un metro de altura. Al
bajar, logró partir la hostia con mucho esfuerzo. Sus superiores le preguntaron
por qué había pasado eso y él respondió que se debió al corazón duro de la
gente que asistió a la Misa.
Al
día siguiente regresó el príncipe con los dos hombres y cuando el santo elevó
la Hostia en la Misa, la cruz de la Sagrada Hostia se puso negra. Esto le causó
un gran dolor y llorando levitó con la forma durante unos 15 minutos. Este
milagro conmovió el corazón del príncipe por lo que él y su acompañante
decidieron convertirse a la fe católica.
Cuando
pasaba por un campo y se ponía a rezar, las ovejas se reunían a su alrededor y
escuchaban atentas sus oraciones. Las golondrinas volaban en bandadas alrededor
de su cabeza y lo acompañaban por varias cuadras.
En
una ocasión, se cuenta que lo llevaron ante el Papa Urbano VIII, quien deseaba
saber si eran ciertos los éxtasis y los episodios de levitación del fraile.
San
José compareció ante el Pontífice y se elevó por los aires ante el asombro de
los presentes. De este Papa y de Inocencio X, el Santo predijo el día y la hora
de la muerte de ambos.
Fuente: ACI