La liturgia requiere de ministros para su correcta celebración, y entre ellos encontramos al acólito. Pero, ¿es lo mismo que monaguillo? ¿hay diferencias?
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Mónica Muñoz |
Servicio del
altar
La Instrucción
General del Misal Romano menciona qué es el acólito y lo que le corresponde
hacer:
"El
acólito es instituido para el servicio del altar y para ayudar al sacerdote y
al diácono. Al él compete principalmente preparar el altar y los vasos sagrados
y, si fuere necesario, distribuir a los fieles la Eucaristía, de la cual es
ministro extraordinario".
IGMR 98
Aunque se trata
de un servicio pensado para los ministros ordenados, también un fiel laico
puede desempeñarlo, de acuerdo con la instrucción Redemptoris Sacramentum:
"El fiel
laico que es llamado para prestar una ayuda en las celebraciones litúrgicas,
debe estar debidamente preparado y ser recomendable por su vida cristiana, fe,
costumbres y su fidelidad hacia el Magisterio de la Iglesia".
no. 46
Los monaguillos
La misma
instrucción se refiere al servicio de los monaguillos:
"Es muy
loable que se conserve la benemérita costumbre de que niños o jóvenes,
denominados normalmente monaguillos, estén presentes y realicen un servicio
junto al altar, como acólitos, y reciban una catequesis conveniente, adaptada a
su capacidad, sobre esta tarea"
El documento
destaca que esta cercanía ha motivado muchas vocaciones sacerdotales:
"No se
puede olvidar que del conjunto de estos niños, a lo largo de los siglos, ha
surgido un número considerable de ministros sagrados. Institúyanse y
promuévanse asociaciones para ellos, en las que también participen y colaboren
los padres, y con las cuales se proporcione a los monaguillos una atención
pastoral eficaz".
Además, también
se pueden admitir niñas y mujeres, ya que se trata de un abnegado servicio,
pero queda a discreción del Obispo diocesano:
"A esta
clase de servicio al altar pueden ser admitidas niñas o mujeres, según el
juicio del Obispo diocesano y observando las normas establecidas"
No. 47
Así es que, los
laicos, hombres y mujeres debidamente preparados, pueden servir en el altar
como acólitos, dando lugar especial a los niños para que, como monaguillos,
vivan de cerca la Eucaristía.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia