La Eucaristía es un sacramento de amor, y siempre que la recibamos dignamente podemos crecer en nuestro amor a Dios y al prójimo
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Entre
las muchas virtudes que se pueden fortalecer a través de la recepción frecuente
de la Sagrada Comunión, el amor destaca como virtud primaria, que se nutre
profundamente con la Eucaristía.
Sacramento del amor
El Catecismo de la Iglesia Católica explica
cómo la Sagrada Comunión es un modo de fomentar una mayor caridad en nuestra
alma:
Así como el alimento corporal devuelve las
fuerzas perdidas, la Eucaristía fortalece nuestra caridad ,
que tiende a debilitarse en la vida diaria; y esta caridad viva borra los
pecados veniales. Al entregarse a nosotros, Cristo reaviva nuestro amor y
nos permite romper nuestros apegos desordenados a las criaturas y enraizarnos
en Él.
CIC 1394
San Fulgencio de Ruspe comenta más detalladamente
esta realidad, citado por el Catecismo :
Puesto que Cristo murió por nosotros por amor,
cuando celebramos el memorial de su muerte en el momento del sacrificio pedimos
que se nos conceda el amor por la venida del Espíritu Santo. Oramos
humildemente para que, en la fuerza de este amor con el que Cristo quiso morir
por nosotros, nosotros, recibiendo el don del Espíritu Santo, seamos capaces de
considerar al mundo como crucificado por nosotros y de ser nosotros mismos como
crucificados para el mundo.... Habiendo recibido el don del amor, muramos al pecado
y vivamos para Dios.
La
Sagrada Comunión nos une a Jesús, que sufrió y murió en la cruz por amor a
nosotros.
Es apropiado que cuando seamos llevados a la comunión con Él,
compartamos ese amor y que Jesús inflame dentro de nosotros un amor más
profundo.
El único
límite a cuánto puede crecer nuestro amor es la medida en que nuestro corazón
está abierto a Dios.
Si recibimos
la Sagrada Comunión con el corazón cerrado o en estado de pecado mortal, no se
fomentará el amor en nosotros.
Para poder recibir el pleno efecto de la Sagrada Comunión,
necesitamos reconciliarnos con Dios en el sacramento de la confesión.
Una vez que
estemos reconciliados, necesitamos entonces abrir bien las puertas de nuestro
corazón y dejar que el amor fluya libremente, mientras recibimos el Amor mismo.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia