Aunque el archivo de la hermandad ardió en 1936, la labor de un devoto logró rehacer un fondo considerable, que incluye el origen del Rocío Chico
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Procesión en el Rocío, el 29 de mayo 2023. Foto: Alberto Díaz. Dominio público |
Si bien esta muestra de
devoción popular data del siglo XVI, la Hermandad Matriz de Nuestra Señora del
Rocío, en Almonte, no cuenta a día de hoy con tantos documentos históricos
sobre tan secular tradición como cabría esperar. El motivo: su archivo «estaba
unido al de la parroquia, que se quemó en julio de 1936», explica Santiago
Padilla, su presidente.
Con todo, después pudieron rehacer
un nuevo fondo «bastante amplio» gracias a la documentación que reunió a lo
largo de su vida el académico Juan Infante Galán, devoto de la Blanca Paloma, y que sus herederos donaron. Además de
documentos y material periodístico, incluye 10.000 fotografías. Curiosamente,
«del Rocío solo hay 1.000»; el resto son de otros temas, aclara Padilla. Entre
los escritos de más valor, destaca una copia manuscrita del acta del voto que
dio lugar al Rocío Chico.
Durante la Guerra de Independencia
hubo en Almonte una revuelta que acabó con varios soldados franceses. «El
invasor tenía por norma que donde se derramaba sangre francesa se pasaba al pueblo
a cuchillo», relata Padilla. Pero en Almonte «la gente se encomendó a María.
Hubo una contraorden y se salvaron». Cuando los soldados se retiraron de la
zona en 1813, «el Ayuntamiento, la hermandad y el pueblo se comprometieron por
siempre jamás» a celebrar cada 19 de agosto una Misa de acción de gracias.
El Tesoro de la Virgen
Sin embargo, no todos los documentos
importantes de la Hermandad Matriz se custodian en el archivo de su sede,
en Almonte. Algunos están en el llamado Tesoro de la Virgen, en la ermita,
junto con «piezas históricas y los elementos más importantes de su ajuar»,
explica el presidente. Además de todo un apartado de exvotos pictóricos, se
encuentran allí textos que apuntan al cuidado hacia esta devoción desde Roma.
Está por ejemplo el rescripto del cardenal Merry del Val, secretario de Estado
del Vaticano, por el que en septiembre de 1918 se concedía la coronación
canónica de la Virgen, celebrada al año siguiente. Este acontecimiento «se
enmarca en una primera oleada de coronaciones entre finales del siglo XIX y
principios del XX, como forma de la Iglesia de acercarse a las devociones
populares». Poco después, en 1920, otro escrito vaticano otorgaba a la Hermandad
Matriz el título de «pontificia», que «significa una adhesión especial al Papa
y a todo lo que representa».
En la misma vitrina se encuentra el
pergamino que firmó san Juan Pablo II al visitar El Rocío en 1993, un momento
clave para la hermandad. «Nada menos que el Santo Padre daba carta de
naturaleza a una devoción que ha tenido también sus detractores dentro de la
Iglesia», recuerda Padilla. Esto desató «una explosión» de interés que hizo que
desde entonces las hermandades rocieras hayan pasado de 100 a 127, casi una
nueva por año. Ese 14 de junio, «hasta última hora no supimos que el Papa
venía, porque era un día de mucho calor y tenía una agenda muy apretada».
Mientras unas 300.000 personas esperaban, «vimos un helicóptero sobrevolar la
aldea. Fue un delirio». El Pontífice llegó a la ermita a pie, «bendijo los
simpecados, se postró ante la Virgen un momento largo y regaló a la hermandad
un rosario que aún conservamos».
En su discurso, subrayó que «en las raíces profundas de este fenómeno religioso y cultural aparecen los auténticos valores espirituales de la fe en Dios» y en Cristo como su Hijo y Salvador, del «amor y devoción a la Virgen y de la fraternidad cristiana». Sin embargo, también advertía de que se les había pegado «polvo del camino, que es necesario purificar». Por ello exhortaba a dar a estas raíces de fe su plenitud evangélica».