Acercarse a comulgar no debe ser un acto automático, por el contrario, debe existir una preparación previa y consciente porque recibiremos a Cristo
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Pascal Deloche | Godong. Dominio público |
Sabíamos, porque así se
nos enseñó en el catecismo, que comeríamos el cuerpo y la sangre de Cristo, y
nos parecía muy natural que así fuera. Después, nos acercábamos a la comunión
de manera automática, sin pensar en que verdaderamente tendríamos a Jesús en
nuestra boca y que por unos minutos nos convertiríamos en sagrarios vivientes.
Prepararnos a comulgar para
obtener mayor provecho
Por
eso, sabiendo que no se trata de un símbolo sino de la promesa de Cristo hecha
realidad, es de suma importancia para nuestro provecho espiritual, recibir al
Señor bien dispuestos.
El Catecismo de la Iglesia
católica dice que se le llama “comunión porque por este sacramento nos unimos a
Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo
cuerpo” (CIC
1331).
La oración de Santo Tomás de
Aquino
Santo
Tomás de Aquino así lo entendía, por eso, compuso la siguiente
oración para rezar antes de la comunión:
Todopoderoso y eterno
Dios, me acerco al sacramento de tu Unigénito Hijo, mi Señor Jesucristo, como
enfermo al médico de la vida, como manchado a la fuente de la misericordia,
como ciego a la luz de la eterna claridad, como pobre y mendigo al Señor del
Cielo y de la tierra.
Ruego, pues, Señor, a tu
infinita generosidad que dignes curar mi enfermedad, lavar mis manchas,
alumbrar mi ceguera, enriquecer mi pobreza, vestir mi desnudez, para que me
acerque a recibir el pan de los ángeles, al Rey de los reyes y Señor de los que
dominan, con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y devoción, con
tanta pureza y fe, con tal propósito e intención como conviene a la salud de mi
alma.
Concédeme, te ruego,
recibir no solo el sacramento del cuerpo y la sangre del Señor sino también la
gracia y virtud del sacramento. Benignísimo Dios, concédeme recibir el cuerpo
que tu Hijo Unigénito, nuestro Señor Jesucristo, tomó de la Virgen María, de
tal manera que merezca ser incorporado a su Cuerpo Místico y ser contado entre
sus miembros.
Padre amantísimo,
concédeme contemplar cara a cara en el cielo por toda la eternidad a tu amado
Hijo, a quien ahora en mi estado de peregrino y bajo el velo del sacramento me
dispongo a recibir, que siendo Dios vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia