“Hoy Cristo repite a cada uno de nosotros: ¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo! Ánimo, porque estoy aquí, porque ya no estás solo en las aguas bravas de la vida
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Este domingo,
13 de agosto, el Santo Padre en su alocución previa a la oración mariana del
ángelus, invitó a los fieles y peregrinos a realizar dos cosas que hacen los
discípulos en el Evangelio, es decir, “invocar y acoger a Jesús”, cuando nos
encontramos en alta mar y a merced de los vientos contrarios, cuando sólo vemos
oscuridad y nos sentimos perdidos en la vida.
“Hoy Cristo repite a cada
uno de nosotros: ¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo! Ánimo, porque estoy aquí,
porque ya no estás solo en las aguas bravas de la vida”, lo dijo el Papa
Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del ángelus de este
domingo, 13 de agosto, desde la ventana del Palacio Apostólico, ante miles de
fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
¿Por qué Jesús camina sobre las aguas?
Al comentar el Evangelio de este XIX Domingo del Tiempo Ordinario,
el Santo Padre dijo que San Mateo (14, 22-33) hoy narra un prodigio particular
de Jesús: Él, de noche, camina sobre las aguas del lago de Galilea para
encontrarse con los discípulos que están haciendo la travesía en una barca.
“¿Por qué hizo
Jesús ese gesto? ¿Quizá por una necesidad urgente e imprevisible, para socorrer
a los suyos que se encuentran varados por el viento en contra? Sin embargo, fue
el propio Jesús quien lo planeó todo, quien les hizo partir al atardecer,
incluso – dice el texto – ‘obligándoles’ (cf. v. 22). ¿Quizá para darles una
demostración de grandeza y poder? Pero Él no es así. ¿Por qué lo hizo?”.
Las fuerzas malignas que no podían ser dominadas por el hombre
Ante este gesto particular que realiza Jesús, el Papa Francisco
señaló que es necesario conocer el mensaje que está detrás de esta narración y
el significado de las “grandes masas” de agua de aquel tiempo.
“Detrás del caminar
sobre las aguas hay un mensaje que no es inmediato para nosotros. En efecto, en
aquella época, las grandes extensiones de agua se consideraban la sede de
fuerzas malignas que no podían ser dominadas por el hombre; sobre todo cuando
estaban agitadas por la tempestad, las profundidades eran símbolo del caos y
recordaban las tinieblas del inframundo”.
Jesús domina las fuerzas malignas
Con esta explicación, el Santo Padre precisó que, los discípulos
se encuentran en medio del lago, en la oscuridad: en ellos está el miedo a
hundirse, a ser absorbidos por el mal. Y aquí llega Jesús, que camina sobre las
aguas, es decir, sobre esas fuerzas del mal, y dice a sus discípulos:
"Ánimo, soy yo, ¡no tengan miedo!".
“He aquí el
significado del signo: los poderes malignos, que nos atemorizan y que somos
incapaces de dominar, con Jesús se ven disminuidos. Él, caminando sobre las
aguas, quiere decirnos: "No tengan miedo, yo pongo a tus enemigos bajo tus
pies": ¡no las personas!, ellos no son los enemigos, sino la muerte, el
pecado, el diablo: a estos enemigos Él los pisotea por nosotros”.
Invocar a Jesús: ¡Señor, sálvame!
Entonces, aplicando esta situación de los discípulos a la
nuestra, el Papa Francisco se pregunta: ¿qué hacer cuando nos encontramos en
alta mar y a merced de los vientos contrarios? ¿Qué hacer ante el miedo, cuando
sólo vemos oscuridad y nos sentimos perdidos? El Papa dice que podemos hacer
dos cosas que hacen los discípulos en el Evangelio: invocan y acogen a Jesús.
“Invocan: Pedro
camina un poco sobre el agua hacia Jesús, pero luego se asusta, se hunde y
grita: ‘¡Señor, sálvame!’ (v. 30). Esta es una hermosa oración, que expresa la
certeza de que el Señor puede salvarnos, de que Él vence nuestro mal y nuestros
miedos. Repitámosla también nosotros, sobre todo en tiempos de ‘tormenta’:
¡Señor, sálvame!”.
Acoger a Jesús: Él viene a nuestro encuentro
A continuación, el Santo Padre dijo que, los discípulos acogen a
Jesús en la barca. El texto dice que, en cuanto subió a bordo, "cesó el
viento". El Pontífice recordó que, el Señor sabe que la barca de la vida,
así como la barca de la Iglesia, está amenazada por vientos contrarios y que el
mar en el que navegamos es a menudo agitado.
“Él no nos preserva
de la fatiga de la navegación, sino que – el Evangelio lo subraya – exhorta a
los suyos a zarpar: es decir, nos invita a afrontar las dificultades, para que
también ellas se conviertan en lugares de salvación, en ocasiones de encuentro
con Él. Él, de hecho, en nuestros momentos de oscuridad sale a nuestro
encuentro, pidiendo ser acogido, como aquella noche en el lago”.
Ante mis temores, ¿cómo actúo?
Finalmente, el Papa Francisco invitó a los miles de fieles y
peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro para rezar a la Madre de
Dios, y a todos aquellos que seguían el rezo del ángelus a través de los medios
de comunicación, que nos preguntemos lo siguiente:
“Ante mis temores,
¿cómo actúo? ¿Voy solo, con mis propias fuerzas, o invoco al Señor? ¿Y cómo es
mi fe? ¿Creo que Cristo es más fuerte que las olas y los vientos adversos?
Pero, sobre todo: ¿navego con Él? ¿Le acojo, le hago sitio en la barca de la
vida, le confío el timón?”.
El Pontífice concluyó su alocución invocando a la Madre de Dios y pidiendo a “María, estrella del mar, nos ayude a buscar la luz de Jesús en las travesías oscuras”.
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