Ayer era lunes y, cuando llegué a
mi sitio de trabajo, me di cuenta de que yo ya no cabía. Las piernas no me
entraban debajo de la mesa. Pero esto tiene una explicación...
Es que, cuando trabajo, voy
rápida y, claro, las cosas que me van sobrando... pues las voy metiendo en una
caja debajo de la mesa: que si unos sobres, que si aquellas chapas, que si
estas cruces o los tickets...
Y, claro, lo que comenzó con una
cajita, se había convertido en seis cajas. Todo así, “de poquito a poquito”,
pero que se había convertido en un gran “cajón desastre”.
Así que de ayer no pasaba: no
podía volver a comenzar el trabajo de la semana sin antes ordenar ese hueco. Y,
poco a poco, cosa a cosa, fui devolviendo todo a su lugar. ¡Cuánta paz! Al fin,
mi hueco parecía nuevo, estaba comodísima y con ganas renovadas de empezar la
semana.
El Señor no se asusta de
nosotros, nos conoce bien y sabe todo lo que llevamos en nuestro corazón, pero
Él desea que seamos libres, por ello no entrará a ordenarlo a no ser que
nosotros le demos paso, que paremos con Él y comencemos a entregarle cada una
de esas cosas que nos quitan la Paz. En Sus manos todo se vuelve a ordenar;
confiando en Él, podemos volver a amar, porque el corazón se libera y, al
experimentar Su Amor, volvemos a sentirnos a gusto con nosotros mismos y listos
para apostar por el amor.
Hoy el reto del amor es
enfrentarte con el cajón desastre. Realmente solo necesitamos ir a Él, contarle
todo lo que nos surja, y dejar que vaya ordenando cada cosa en su lugar.
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma