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A su paso, Napoleón creó muerte y
desolación. Destruía y saqueaba todo lo que encontraba en las más importantes
iglesias y catedrales, que eran riquísimas en obras de arte.
Lo que no podía esperar es que
ocurriera un evento extraordinario. Se le conoce como “los milagros marianos
del 1679”. Más de 120 imágenes de la Virgen María movieron sus ojos en Roma y
varias partes del país.
Milagro de la Virgen Reina de todos los santos
El primero fue el 25 de junio en
la ciudad de Ancona. En su catedral dedicada a san Ciriaco, un registro de ese
año llevado por los párrocos, relata y constata lo acontecido.
Las tropas francesas se
preparaban para invadir la zona. Asustados por la noticia de las redadas
francesas, los habitantes se refugiaron en la catedral para rezar por su
ciudad.
Francesca Marotti, una joven
viuda que se encontraba presente en la catedral, vio mover los ojos del cuadro
de la Virgen “Reina de todos los santos”, y luego también pudieron verlo los
demás fieles.
Los párpados se abrían y se
cerraban lentamente ante el asombro y la emoción de los presentes. Muy pronto
llegaron los clérigos y los expertos para analizar el fenómeno, que se extendió
durante varios meses.
El 10 de febrero del año
siguiente Napoleón entra en la ciudad. Se entera de lo que estaba sucediendo en
la catedral y se dirige al cuadro con la intención de quemarlo.
Cuando se acerca y lo mira,
empalidece al ver mover los ojos de la Virgen. Asustado cambia idea y ordena
taparlo con un paño en lugar de quemarlo.
Todo lo sucedido por increíble
que sean los hechos, fue reconocido como autentico por el obispo Vincenzo
Ranuzzi.
Las Virgencitas de Roma
Y no fue sólo en Ancona, dos
semanas más tarde, el 9 de julio, se verificó el mismo milagro en Roma, con la
Virgen del Arco. Sería el primero de Roma.
En las subsiguientes semanas, el
milagro se repitió en varias imágenes de la Virgen colocadas en los ángulos de
las callecitas de Roma. Cerraban y abrían los ojos o sonreían.
El cardenal secretario de Estado
Francesco Saverio de Zelada, informó a los nuncios europeos de los hechos que
sucedían en Roma. En la carta que envió al nuncio de Madrid escribió:
«Muchas imágenes de la Virgen
María, unas pintadas en lienzos, otras en los muros, algunas en iglesias, la
mayoría en vía pública, se han visto moviendo los ojos de manera
significativa».
El Papa, entonces, no dudó en
pedir la invocación celestial a Nuestra Señora, la Virgen
Maria Paola Daud
Fuente: Diócesis de Roma