Nunca me ha gustado la lluvia.
Humedad, frío, días grises... No, definitivamente, prefiero el sol radiante y
cálido de primavera. Así que, cuando llega esta época, tengo que armarme de
valor para poner “al mal tiempo buena cara”.
Sin embargo, este año está siendo
diferente. Vale, no es que suspire de emoción cuando veo cubrirse de nubes el
horizonte... ¡pero ahora ya le he encontrado el punto positivo!
Resulta que este año, sabiendo el
gusto de mis hermanas por los higos, a lo largo de todo el verano he estado
regando cuidadosamente la higuera. ¡Y requiere su tiempo y su atención! Por
ello, cuando ahora oigo la lluvia golpeando los cristales, sonrío por dentro y
le digo al Señor: “En esta época, ¡cuidas la higuera tú!”.
He orado mucho sobre esto. Me
resulta impresionante descubrir el amor del Señor, que obra todo para nuestro
bien, cuidando de nuestra higuera, ¡aunque nosotros no sepamos descubrir nada
más que desagradable lluvia!
Creo que los santos no son
precisamente aquellos “a los que nunca les llovió encima”, sino los que, en
medio de cualquier tempestad, mantuvieron sus ojos fijos no en la tormenta,
sino en el Señor de la barca.
Hoy el reto del amor es hacer un
acto de confianza en el Señor. A ti y a mí nos gusta que las personas a las que
queremos nos digan que confían en nosotros, ¡y a Cristo también! Díselo, así,
con las mismas palabras con las que se lo dirías a un amigo. Díselo con los
labios, ¡y con el corazón! Y, ahora sí, ¡¡feliz día de Todos los Santos!! Con
Cristo a tu lado, lo bueno y lo que no parece serlo, todo, será para tu bien,
¡Cristo sigue trabajando para que brille Su santidad en ti! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma