ENSEÑABA CON AUTORIDAD
II. Al leer el Evangelio cada día es Jesús quien nos habla, nos enseña y nos
consuela.
III. Cómo encontrarle en esta lectura del Evangelio.
“En aquel tiempo, Jesús
bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se
quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad.
Había en la
sinagoga un hombre que tenla un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: -«¿Qué
quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé
quién eres: el Santo de Dios.» Jesús le intimó: -«¡Cierra la boca y sal!» El
demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle
daño. Todos comentaban estupefactos: -«¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con
autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.» Noticias de él iban
llegando a todos los lugares de la comarca” (Lucas 4,31-37).
I. San Marcos señala en su
Evangelio que las gentes estaban admiradas de Jesús y su doctrina, pues les
enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas (1, 22) A través de
su Santísima Humanidad hablaba la Segunda Persona de la Trinidad, y el pueblo
que lo escuchaba percibió con claridad la seguridad y fuerza con que el Señor
declaraba su doctrina.
Habla
en nombre propio: Yo os digo... Jesús nos sigue hablando uno a uno,
personalmente, en la intimidad de la oración, al leer cada día el Evangelio...
Hemos de aprender a escucharle también entre los mil sucesos del día, y en lo
que nosotros llamamos fracaso o dolor. “...en ese texto encontrarás la Vida de
Jesús; pero además, debes encontrar tu propia vida.
Toma
el Evangelio a diario, y léelo y vívelo como norma concreta. –Así han procedido
los santos” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja)
II. Las palabras de Jesús
están llenas de vida, penetran hasta el fondo del alma, y cuando nosotros se la
abrimos, también nos transforman. En el Santo Evangelio encontramos cada día a
Cristo mismo que nos habla, nos enseña y nos consuela.
En
su lectura –unos pocos minutos cada día- aprendemos a conocerle cada vez mejor,
a imitar su vida, a amarle.
El
Espíritu Santo –autor principal de la Escritura Santa- nos ayudará, si acudimos
a Él en petición de ayuda, a ser un personaje más de la escena que leemos, a
sacar una enseñanza, quizá pequeña pero concreta para ese día.
III. El Señor nos habla de
muchas maneras cuando leemos el Evangelio: nos da ejemplo con su vida para que
le imitemos en la nuestra; nos enseña el modo de comportarnos con nuestros
hermanos, y su predilección por los pequeños y pobres; nos recuerda que somos
hijos de Dios y que nada debe quitarnos la paz; nos enseña a perdonar y que
seamos misericordiosos con los defectos ajenos, pues Él lo fue en grado sumo;
nos alienta a preparar con esmero la Confesión frecuente, donde nos espera el
Padre del Cielo para darnos un abrazo; nos impulsa a santificar el trabajo,
haciéndolo con perfección humana, como Él lo hizo en Nazaret.
Por
todo esto, es recomendable que lo leamos a primera hora del día para tenerlo
presente en nuestra jornada.
Todos
los días, mientras leemos el Evangelio, Jesús pasa junto a nosotros. No dejemos
de verlo y oírlo, como aquellos discípulos que se encontraron con Él en el
camino de Emaús. “Quédate con nosotros, porque ha oscurecido... ¡Qué pena si tú
y yo no supiéramos “detener” a Jesús que pasa! ¡Qué dolor, si no le pedimos que
se quede! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Surco)
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org