DOCILIDAD EN LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL
II. A quién debemos acudir. Visión sobrenatural en la dirección espiritual.
III. Constancia, sinceridad y docilidad.
«¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los
hombres! Porque ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que entrarían. ¡Ay
de vosotros, guías ciegos!, que decís: El jurar por el Templo no es nada; pero
si uno jura por el oro del Templo, queda obligado.
¡Necios y ciegos! ¿Qué es
más: el oro o el Templo que santifica el oro? Y el jurar por el altar no es
nada; pero si uno jura por la ofrenda que está sobre él queda obligado.
¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? Por
tanto, quien ha jurado por el altar; jura por él y por lo que hay sobre él. Y
quien ha jurado por el Templo, jura por él y por Aquel que en él habita. Y
quien ha jurado por el Cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que en él
está sentado.» (Mateo 23, 13-22)
I. Es muy difícil que
alguien pueda guiarse a sí mismo en la vida interior. Si no hemos encontrado
aún a quien nos enseñe y aconseje, en nombre de Dios, en la construcción del
propio edificio espiritual, pidámoslo al Señor: quien busca, encuentra; el que
pide recibe; al que llama, se le abrirá.(Mateo 7, 7) Él no dejará de darnos
este gran bien.
Si
ya la encontramos, hemos recibido una gracia muy grande. En la dirección
espiritual vemos a esa persona, puesta por el Señor, que conoce bien el camino,
a quien abrimos el alma y hace de maestro, de médico, de amigo, de buen pastor
en las cosas que a Dios se refieren.
Nos
señala los posibles obstáculos, nos sugiere metas más altas en la vida interior
y puntos concretos para que luchemos con eficacia; nos anima siempre, ayuda a
descubrir nuevos horizontes y despierta en el alma hambre y sed de Dios, que la
tibieza siempre en acecho, querría apagar.
II. La dirección espiritual
ha de moverse en un clima sobrenatural: buscamos la voz de Dios. En la oración
debemos discernir quien es el buen pastor, pues existen muchos guías ciegos que
más que ayudar nos llevarían a tropezar y a caer.
El
sentido sobrenatural con el que acudimos a la dirección espiritual evitará
también el andar buscando un consejo que favorezca el propio egoísmo, que
acalle precisamente con su presunta autoridad el clamor de la propia alma; e
incluso que se vaya cambiando de consejero hasta encontrar al más benévolo.
(Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer)
Esta
tentación puede ocurrir especialmente en materias más delicadas que exigen
sacrificio, en las que quizás no se está dispuesto a cambiar, en u intento de
adecuar la Voluntad de Dios a la propia voluntad.
III. La dirección espiritual
nos ayuda a tener una lucha ascética alegre, y requiere de nosotros tres
virtudes: Constancia, también cuando haya más dificultades por exceso de
trabajo, o por dificultades internas como pereza, soberbia, o desánimo porque
las cosas van mal.
Basta
recordar que un cuadro se realiza pincelada a pincelada, y que poco a poco el
Espíritu Santo construye el edificio de la santidad. También necesitamos de
sinceridad sin disimulos, exageraciones o medias verdades, y docilidad. El
soberbio es incapaz de ser dócil, porque para aprender y dejarse ayudar es
necesario que estemos convencidos de nuestra poquedad.
Acudamos
a Santa María para ser constantes en la dirección de nuestra alma, y ser
sinceros, abriendo el corazón del todo, y dóciles, como el barro en manos del
alfarero. (Jeremías 18, 1-7)
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org