Mientras trabajaba en su doctorado, su superior le encargó fundar un centro de Ayuda a la Iglesia Necesitada en España
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ACN |
Hace seis
décadas, el padre Alfonso López Quintás (Santiago de Franza, La Coruña, 1928)
fundó Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) en España, obra pontificia que
presidió entre 1973 y 2003. Además de sacerdote inmerso en tan fatigosa misión,
acredita una vida intelectual excelente: doctor en Filosofía y pedagogo,
académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y catedrático
emérito de Estética de la Universidad Complutense.
—¿Cómo una
persona consagrada al estudio llegó a fundar una obra tan fecunda como ACN
España?
—Durante algunos días, acompañé como traductor a dos colaboradores de Ayuda a
la Iglesia Necesitada, que deseaban hablar con las autoridades eclesiásticas
sobre la posibilidad de fundar un centro en España. No solo se mostraron muy
favorables, sino que solicitaron que me encargaran a mí esa tarea. Por aquel
entonces, yo estaba sumamente atareado con mi tesis doctoral, pero no pude
negarme porque, en primer lugar, mi superior me manifestó que se alegraría de
que un mercedario realizara esa tarea. Y, en segundo, por una razón todavía más
profunda: llevo muy adentro el tema de los perseguidos por la fe, porque yo
mismo, una noche de julio de 1936, estuve a punto de ser mártir con toda mi
familia.
—Era, pues,
una misión que llevaba su nombre. ¿Qué dificultades encontró hace 60 años para
ella? ¿Costó dar a conocer la fundación y el porqué de su existencia?
—No fue fácil. La obra, llamada Ayuda a la Iglesia Perseguida, dependía en
buena medida del Boletín que recibíamos de Tongerlo (Bélgica) cada mes. Yo
debía traducirlo del alemán al español y devolverlo para que desde allí lo
distribuyeran a las direcciones que nosotros les enviábamos. Conseguir estas
direcciones era nuestra principal preocupación entonces. El Boletín llevaba en
la portada una carta —escrita a mano— del fundador, Werenfried van Straaten, un
premonstratense belga que, con su espíritu carismático para ayudar a los
cristianos necesitados, movía a los fieles españoles a colaborar.
—¿Cómo han
cambiado las necesidades de la Iglesia desde su fundación?
—Al principio, no nos preocupaba tanto la persecución, de la que no teníamos
apenas noticia, bien porque no existía o porque no hallaba eco en los medios de
comunicación —¡eran los tiempos de la Ostpolitik!—, cuanto la escasez de medios
para evangelizar. Por eso, ayudábamos a reconstruir iglesias y a editar libros
religiosos con los que personas muy pobres fueron alfabetizadas y
evangelizadas. En cuanto a la propia difusión de la obra, colaboró mucho la
edición en español del impresionante libro de Werenfried Donde Dios llora.
Se me encogía el corazón mientras lo traducía.
—¿Siente que
ahora hay más causas a las que ayudar?
—Hoy en día, los medios de comunicación —sobre todo la televisión—, nos ponen
ante la vista, y a veces de modo impresionante, el hecho de la persecución y
las situaciones de pobreza lacerante que sufren muchas comunidades cristianas.
Por eso, con mucho acierto, mis sucesores han cambiado los métodos y han
conseguido que ACN sea hoy un referente del tema de la Iglesia cristiana
perseguida y necesitada.
—¿Qué ha
significado para usted fundar ACN, e implicarse en ella durante toda su vida?
—Para un mercedario, ACN es un consuelo en medio de un naufragio. Un día, un
obispo hispanoamericano me dijo mientras me abrazaba: «Si ACN no existiera,
habría que fundarla corriendo. No te imaginas de cuántos apuros me ha sacado».
Haber contribuido a conseguir que sea una obra pontificia me da una gran
confianza en que va a perseverar y a crecer más y más.
—¿Qué
importancia tiene la formación del pensamiento cristiano, especialmente en
contextos de persecución o represión ideológica?
—El periodista Peter Seewald defendió tenazmente ante Benedicto XVI que hay una
opinión muy extendida según la cual el cristianismo está agotado. Ratzinger le
contestó diciendo que actualmente hay movimientos juveniles que prometen un
futuro mejor. Los cristianos necesitamos un método adecuado para sacar partido
a la eclosión magnífica de pensamiento filosófico y teológico que tuvo lugar en
Europa a comienzos del siglo XX. Llevo trabajando en ello muchos años y estoy
convencido de que, si conseguimos dicho método, tendremos un tiempo propicio
—un verdadero kairós— para mostrar la verdadera grandeza del humanismo
cristiano. Figuras como mi buen amigo Romano Guardini —del que conseguí que
levantara el veto sobre la publicación y difusión de sus obras en lengua
castellana—, Luigi Giussani, Urs von Baltasar, August Brunner, Ramiro de
Maeztu, Xavier Monserrat y bastantes más nos han mostrado que tal florecimiento
es posible. Yo abrigo la esperanza de que, con el método lúdico-ambital —basado
en el estudio de los ámbitos— se pueden abrir todavía más posibilidades, como he
mostrado sobre todo en la última trilogía, y espero perfeccionar en mi próxima
obra Cómo volver a transmitir los valores de la Europa grande.
—Muchas
tensiones para los cristianos surgen en países de mayoría musulmana: ¿cómo
afectará a Europa el crecimiento y la convivencia con el islam?
—Solo puedo decir: ayuda al necesitado, toda; pero ingenuidad, ninguna. No
confundamos al que pide ayuda frente al total desamparo con el que pide amparo
para dominar, en su día, con las leyes de la demografía, a quien le acogió con
inocente bondad. Esto exige mucha caridad y no menos pericia. Bendito sea quien
ostente ambas cualidades, que, por cierto, no se repelen. Que la Divina
Providencia nos conceda muchos gobernantes así.
Por Luís Rivas
Fuente: Ecclesia