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| Jubileo del Mundo Educativo. Foto: Vatican News. Dominio público |
En
ocasión del Jubileo del Mundo Educativo, el Papa León XIV se reunió esta mañana
con miles de educadores de todo el mundo a quienes destacó cuatro pilares
fundamentales para la educación cristiana: la interioridad, la unidad, el amor y
la alegría.
Educar desde
dentro: la interioridad
Inspirándose en san Agustín, el Papa recordó que el verdadero
Maestro “está dentro de cada persona”. La educación —afirmó— no se reduce a
técnicas o estructuras, sino que es un camino interior de encuentro entre
maestros y alumnos.
“La verdad no circula a través de sonidos o muros, sino en el
encuentro profundo entre las personas”, señaló León XIV, alentando a los
docentes a fomentar el diálogo del corazón y a acompañar a los jóvenes en la
búsqueda de sentido en un mundo dominado por las pantallas y la
superficialidad.
“... San
John Henry Newman sintetizaba con la expresión cor ad cor loquitur —“el corazón
habla al corazón”—, y que san Agustín recomendaba diciendo: «No quieras
derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside
la verdad» ... Son expresiones que invitan a considerar la formación como un
camino en el que maestros y discípulos caminan juntos ... conscientes de no
buscar en vano, pero, al mismo tiempo, sabiendo que deben seguir buscando incluso
después de haber encontrado. Sólo este esfuerzo humilde y compartido —que en
los contextos escolares se configura como proyecto educativo— puede acercar a
alumnos y docentes a la verdad.”
Unidad
y comunidad educativa
El
Pontífice dedicó parte importante de su discurso al tema de la unidad, lema que
ha marcado su pontificado: In
Illo uno unum (“En Aquel que es uno, somos uno”). Recordó que solo en
Cristo se alcanza la verdadera comunión, y que la educación debe ser un espacio
de encuentro y colaboración.
n este contexto, anunció su intención de retomar y actualizar el
Pacto Educativo Global, impulsado por su predecesor, el Papa Francisco, para
fortalecer los vínculos entre escuela, familia y sociedad. “Compartir el saber
—afirmó— no puede tomar otra forma que la de un gran acto de amor.”
El
amor, corazón de la enseñanza
León
XIV definió el amor como el alma de toda labor educativa. Citando a san
Agustín, explicó que el amor a Dios es primero en el orden de los mandamientos,
pero el amor al prójimo es primero en el orden de la acción. El Papa invitó a
los educadores a ser constructores de paz y de diálogo, especialmente con los
más frágiles y excluidos. También advirtió sobre el riesgo de una sociedad que
no valora suficientemente el papel del maestro. “Dañar el papel social y
cultural de los formadores es hipotecar el propio futuro”, expresó con firmeza,
subrayando que la crisis en la transmisión del saber puede convertirse en una
crisis de esperanza.
“Compartir
el conocimiento no basta para enseñar, se necesita amor. Sólo así el
conocimiento será provechoso para quien lo recibe, en sí mismo y, sobre todo,
por la caridad que comunica. La enseñanza nunca puede separarse del amor...”
La
alegría de educar
El
último valor que el Papa propuso fue la alegría, una actitud esencial del
verdadero educador. “Los verdaderos maestros educan con una sonrisa y logran
despertar sonrisas en el alma de sus discípulos”, afirmó. León XIV expresó su
preocupación por el aumento de la fragilidad emocional en los jóvenes y alertó
sobre el riesgo de aislamiento que puede acentuar la inteligencia artificial.
Frente a ello, insistió en que la enseñanza es, ante todo, una tarea humana,
capaz de “fundir las almas y de muchas hacer una sola”, en palabras de san
Agustín.
“No podemos
cerrar los ojos ante estos reclamos silenciosos de auxilio; al contrario,
debemos esforzarnos por identificar sus causas profundas. La inteligencia
artificial, en particular, con su conocimiento técnico, frío y estandarizado,
puede aislar aún más a estudiantes ya aislados, dándoles la ilusión de no
necesitar a los demás o, peor aún, la sensación de no ser dignos de ellos. El
papel de los educadores, en cambio, es un compromiso humano, y la alegría misma
del proceso educativo es plenamente humana...”
Una
misión con horizonte evangélico
Patricia
Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Fuente: Vatican News
