Dios tiene una invitación
especial para ti en los días de tristeza

El mismo Jesús
sintió una profunda tristeza cuando se acercó el momento en que habría
muerto en la cruz. Cuenta la Biblia que Él invitó a tres de sus
mejores amigos para ir a un lugar apartado donde quería rezar,
pero no quería estar solo.
Ese es el primer
error que, normalmente, cometemos cuando la tristeza llama a nuestra
puerta. La solución es tener la humildad de pedir ayuda
a Dios y a los amigos.
Rezar es el
primer remedio, realmente eficaz, ante la tristeza. Dios nos escucha y
encuentra siempre una manera sorprendente de consolarnos. Lo que sucede es que,
muchas veces, estamos tan trastornados, que no tenemos inspiración para
decirle nada a Dios. Pero ¿acaso es necesario?! En esos momentos,
todas las palabras dicen casi nada y una
Entonces, ¿cómo rezar?
Una sugerencia
es abrir la Bíblia y leer un Salmo cualquiera. Verás que la tristeza
estaba en el corazón de los autores de muchos de esos poemas
sagrados. Algunos estaban incluso indignados con Dios. Escuchamos frases
extremamente dolorosas como: “debajo de los sauces colgamos
nuestras arpas y nos pusimos a llorar. ¿Como cantar en una tierra
extranjera?”.
Es signo de madurez
espiritual mostrar el corazón a Dios tal y como se encuentra.
El Señor no quiere vernos maquillados o con algún tipo de máscara.
El propio apóstol Pablo, cuando nos aconseja, reconoce que no siempre
estamos tan bien: “¿Estás alegre? ¡Canta! ¿Estás triste? ¡Reza!”.
Santos y sabios han
intentado entender esa dinámica interior. Ignacio de Loyola, por ejemplo,
la llamaba de “mociones”. Serían movimientos del ánimo que varían desde la
consolación hasta la desolación. Vale la pena conocer sus
ejercicios espirituales, en los que establece reglas para discernir
el significado de esos “sentimientos místicos”.
Dicen que
incluso la gran santa Teresa de Ávila vivió grandes momentos de
tristeza espiritual. A pesar de eso, se mantuvo fiel. Ese es un signo seguro de
que el amor es auténtico. Cuando vivimos momentos de euforia, no
podemos tener seguridad de que lo que estamos haciendo está movido por “puro
amor”.
Aprovecha los
momentos de tristeza y desolación para purificar
tus motivaciones. Recuerda: nada como un día después de otro.
ALBAN
Fuente: Aleteia