Lo más admirable es que las tribus de indios, aun las más belicosas, y opuestas a los blancos, recibían los sermones del santo con una docilidad y un provecho que parecían increíbles
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Su
padre era alcalde de la ciudad, y el jovencito desde muy pequeño se caracterizó
por su habilidad en poner paz entre los que se peleaban. Cuando había algún
duelo a espada, bastaba que Francisco corriera a donde los combatientes a
suplicarles que no se pelearan más, para que hicieran las paces.
Estudió
con los Jesuitas, pero entró a la comunidad Franciscana porque le atraían mucho
la pobreza y la vida tan sacrificada de los religiosos de San Francisco. Los
primero años de sacerdocio los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de
España. Sus sermones no tenían nada de rebuscado ni de elegante, pero llegaban
hasta el fondo del corazón de los pecadores y conseguían grandes conversiones.
Es que rezaba mucho antes de cada predicación.
Primer
contagio. Llegó a Andalucía la peste del tifo negro y Francisco y su compañero
Fray Buenaventura se dedicaron a atender a los enfermos más abandonados.
Buenaventura se contagió y murió (y ahora es santo también) luego se contagió
también Francisco y creyó que ya le había llegado la hora de partir para la
eternidad, pero luego, de la manera más inesperada, quedó curado. Con eso se
dio cuenta de que Dios lo tenía para obras apostólicas todavía más difíciles.
Pidió
a sus superiores que lo enviaran de misionero al África, y no le fue aceptada
su petición. Pero poco después el rey Felipe II pidió a los franciscanos que
enviaran misioneros a Sudamérica y entonces sí fue enviado Francisco a extender
la religión por estas tierras. Fue una gran alegría para su corazón.
Y
sucedió que una terrible tempestad lanzó el barco contra unas rocas frente a
Panamá y se partió en dos. No había sino una embarcación para volver a tierra
firme, y el misionero prefirió aguardar allá en esos escollos con los esclavos
negros que él había venido instruyendo durante el viaje y acompañarlos hasta
que llegara otra barca a salvarlos. Y aprovechó esos tres días de terror y
peligro, para acabar de instruirlos y bautizarlos allí mismo. Varios de ellos
perecieron luego entre aquellas olas pero ya habían sido bautizados.
La
pequeña embarcación los llevó a unas costas inhospitalarias y allá pasaron días
terribles de hambre y peligros. Cuando los marineros se desesperaban lo único
que podía calmarlos era la intervención del Padre Francisco. Cuando había
peleas, al único que le hacían caso para dejar de pelear, era el Padre Solano.
Al fin lograron que un barco los recogiera y los llevara a la ciudad de Lima.
Fray
Francisco Solano recorrió el continente americano durante 20 años predicando,
especialmente a los indios. Pero su viaje más largo fue el que tuvo que hacer a
pie, con incontables peligros y sufrimientos, desde Lima hasta Tucumán
(Argentina) y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo. Más de 3,000 kilómetros y
sin ninguna comodidad. Sólo confiando en Dios y movido por el deseo de salvar
almas.
Y
le sucedió en aquel gran viaje misionero, que lograba aprender con
extraordinaria facilidad los dialectos de aquellos indios a las dos semanas de
estar con ellos. Y le entendían todos admirablemente sus sermones. Sus compañeros
misioneros se admiraban grandemente de este prodigio y lo consideraban un
verdadero milagro de Dios. Pero lo más admirable es que las tribus de indios,
aun las más belicosas, y opuestas a los blancos, recibían los sermones del
santo con una docilidad y un provecho que parecían increíbles. Dios le había
concedido la eficacia de la palabra y la gracia de conseguir la simpatía y
buena voluntad de sus oyentes.
Fray
Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y aunque al principio
lo recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un
crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón
dócil y que se hicieran bautizar por centenares y miles.
Un
Jueves Santo estando el santo predicando en La Rioja (Argentina) llegó la voz
de que se acercaban millares de indios salvajes a atacar la población. El
peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a la defensa, pero Fray
Francisco salió con su crucifijo en la mano y se colocó frente a los guerreros
atacantes y de tal manera les habló (logrando que lo entendieran muy bien en su
propio idioma) que los indígenas desistieron del ataque y poco después
aceptaron ser evangelizados y bautizados en la religión católica.
El
Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la
guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes
con sus alegres canciones. Un día llegó a un convento donde los religiosos eran
demasiado serios y recordando el espíritu de San Francisco de Asís que era
vivir siempre interior y exteriormente alegres, se puso a cantarles y hasta a
danzar tan jocosamente que aquellos frailes terminaron todos cantando, riendo y
hasta bailando en honor del Señor Dios.
San
Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por
Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie,
convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles. Su
paso por cada ciudad o campo, era un renacer del fervor religioso. Un día en el
pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del
corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al santo y
éste se le enfrentó calmadamente al terrible animal. Y la gente vio con
admiración que el bravísimo toro se le acercaba a Fray Francisco y le lamía las
manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral.
A
imitación de su patrono San Francisco de Asís, el padre solano sentía gran
cariño por los animalillos de Dios. Las aves lo rodeaban muy frecuentemente, y
luego a una voz suya, salían por los aires revoloteando, cantando alegremente
como si estuvieran alabando a Dios.
Por
orden de sus superiores, los últimos años los pasó Fray Francisco en la ciudad
de Lima predicando y convirtiendo pecadores. Entraba a las casas de juegos y
hacía suspender aquellos vicios y llevaba a los jugadores a los templos. En los
teatros, en plena función inmoral hacía suspender la representación y echaba un
fogoso sermón desde el escenario, haciendo llorar y arrepentirse a muchos
pecadores. En plena plaza predicaba al pueblo anunciando terribles castigos de
Dios si seguían cometiendo tantos pecados y esto conseguía muchas conversiones.
Un
día estando predicando en una misa empezó a temblar. Las gentes quisieron salir
huyendo, pero él les dijo: "Si piden perdón a Dios, no les sucederá nada
malo". Todos pidieron perdón y nada malo sucedió aquel día allí. Otro día
en pleno sermón exclamó: "Por las maldades de estas gentes, todo lo que
está a mi alrededor será destruido y no quedará sino el sitio desde donde estoy
predicando". Y así sucedió años después. Llegó un terremoto y destruyó el
templo y todos los alrededores, y el único sitio que quedó sin que le pasara
nada, fue aquel desde donde el santo había predicado.
En
mayo de 1610 empezó a sentirse muy débil. Los médicos que lo atendían se
admiraban de su paciencia y santidad. El 14 de julio, una bandada de pajaritos
entró cantando a su habitación y el Padre Francisco exclamó: "Que Dios sea
glorificado", y expiró. Desde lejos las gentes vieron una rara iluminación
en esa habitación durante toda la noche. San Francisco Solano: pídele a Dios
muchas bendiciones para América.
Fuente: ACI