EL PRIMER PASO A LA SANTIDAD ES LA ORACIÓN Y EL ORDEN

Los santos nos enseñan que vivir con orden es parte de la santidad, y que quien deja la oración no tiene posibilidad de alcanzar el cielo

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Santidad, oración y orden van de la mano. Así lo han creído los santos. Testimonios abundan acerca de hombres y mujeres que han vivido un caos existencial, y cuando se encuentran de frente con Dios, su primera transformación ha sido reencauzar lo que se había desparramado.

Y, por supuesto, comienzan a dialogar intensamente con el Señor, quien les ha hablado de mil maneras para rescatarlos y para que no se vuelvan a perder.

El padre José Humberto Negrete Lezo está convencido de esta verdad, por eso constantemente repite la frase:

"El primer paso a la santidad es la oración y el orden".

Tal como alecciona san Pablo en su primera carta a los Corintios (14, 33):

 "...porque Dios quiere la paz y no el desorden".

Para comprobarlo, demos una vista a estos dos casos:

1. San Camilo de Lelis

¿Quién podría imaginar que este santo vinculado a la Cruz Roja llevó antes una vida disoluta? Jugador, adicto al alcohol y a frecuentar prostíbulos se convertiría en fundador y santo patrón de los enfermos.

Su conversión llegó cuando durante un viaje al convento de San Giovanni Rotondo, encontró a un fraile que lo llamó aparte, para decirle:

“Dios es todo. Lo demás es nada. Es necesario salvar el alma que no muere…”

Su primero biógrafo dijo que san Camilo había decidido llevar la cruz en su hábito para distinguirse de los jesuitas y para que quien quisiera seguir su modo de vida supiera que la suya era la religión de la cruz, es decir, de muerte, de patíbulos y fatiga, pero también:

 "Para hacer conocer al mundo que todos nosotros, marcados con esta marca de Cruz, somos como esclavos vendidos y dedicados al servicio de pobres enfermos".

2.  Beato Bartolomé Longo

Próximo a ser canonizado, el beato Bartolomé Longo fue satanista, ¡caso inconcebible sin la intervención directa de Dios para que ahora esté a un paso de ser santo! Indudablemente en su vida no había oración y el orden -en el sentido espiritual- le era desconocido.

Abogado de profesión, se dejó envolver por cultos espiritistas. Él mismo contó que en octubre de 1872, se hallaba en la casa de Fusco, donde era administrador. De repente tuvo un arrebato de tristeza, y cerca de la desesperación, salió corriendo. Esto escribió después:

"Reinaba un silencio profundo: dirigí mi vista por todo mi alrededor, y no veía alma viva por todo aquel paraje [...] Entonces me detuve de repente: y era tan vehemente, tan agitada la palpitación de mi angustiado corazón, que me parecía quería salirse de los estrechos límites de mi pecho.

En medio de tan indecible aflicción de mi espíritu creí escuchar aquellas consoladoras palabras que yo mismo había leído más de una vez, y que no cesaba de recordarme mi querido y santo amigo, que ya goza de Dios: Si quieres salvarte, propaga la devoción del santo Rosario: es promesa de María".

Vuelve a Dios

La vida cotidiana nos puede apartar de lo verdaderamente importante. Creer que hay prioridades, dejando de lado a Dios, solo nos garantizará un vacío que nada podrá llenar, aunque lo material abunde.

Vivir con desasosiego espiritual orilla al ser humano a caer en el desaliento y en la falsa idea de que nada puede hacer para remediar su situación porque todo está perdido.

Pero Dios es paciente y misericordioso y nos envía los medios necesarios para volver a Él; sin embargo, nuestra existencia es efímera y demasiado breve como para perder tiempo.

Por eso, para ordenar tu vida, reconcíliate con Dios y habla con Él. Organiza tu vida en torno a la oración y pon orden en tus asuntos, relaciones y deseos; de este modo tendrás paz y alcanzará la santidad.

Mónica Muñoz

Fuente: Aleteia