MEDITACIÓN DIARIA: SÁBADO DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

PERMANECERÁ HASTA EL FIN DE LOS TIEMPOS

Dominio público
I.
Indefectibilidad de la Iglesia, a pesar de las persecuciones, de las herejías, de las infidelidades.
           
II. Los ataques a la Iglesia nos llevarán a amarla más, a desagraviar.

III. Tampoco en nuestra vida faltarán momentos de oscuridad, de tribulación y de prueba. Seguridad junto al Señor. Ayuda de la Virgen. 

“A la caída de la tarde, los discípulos bajaron al lago, subieron a una barca y emprendieron la travesía hacia Cafarnaúm. Era ya de noche y Jesús no había llegado. De pronto se levantó un viento fuerte que alborotó el lago. Habían avanzado unos cinco kilómetros cuando vieron a Jesús, que se acercaba a la barca caminando sobre el lago, y les entró mucho miedo. Jesús les dijo:
- Soy yo. No tengáis miedo.
Entonces quisieron subirlo a bordo y, al instante, la barca tocó tierra en el lugar al que se dirigían” (Juan 6,16-21). 

I. Narra en Evangelio de la Misa que los Apóstoles navegaban hacia Cafarnaúm cuando ya había oscurecido. El mar estaba agitado por el fuerte viento, y la barca estaba batida por las olas. La tradición ha visto en esta barca la imagen de la Iglesia, zarandeada a lo largo de los siglos por el oleaje de las persecuciones, de las herejías y de las infidelidades. Siempre, desde el principio sufrió contradicciones, y hoy como ayer se sigue combatiendo a la Iglesia.

Eso nos hace sufrir, pero a la vez nos da una inmensa seguridad y una gran paz, que Cristo mismo esté dentro de la barca; vive para siempre en la Iglesia, y por eso, las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella (Mateo 16, 18); durará hasta el final de los tiempos. No nos dejemos impresionar porque ha arreciado la tempestad contra nuestra Madre, porque perderíamos la paz, la serenidad y la visión sobrenatural. Cristo está siempre cerca de nosotros, de cada uno, y nos pide confianza.

II. La indefectibilidad de la Iglesia significa que ésta tiene carácter imperecedero, es decir, que durará hasta el fin del mundo, e igualmente que no cambiará cambio sustancial en su doctrina, en su constitución o en su culto. La razón de la permanencia de la Iglesia está en su íntima unión con Cristo, que es su Cabeza y Señor.

Después de subir a los cielos envió a los suyos el Espíritu Santo para que les enseñe toda la verdad (Juan 14, 16), y cuando les encargó predicar el Evangelio a todas las gentes, les aseguró que Él estaría siempre con ellos hasta el final del mundo (Mateo 28, 20). La fe nos atestigua que esta firmeza en su constitución y en su doctrina durará siempre, hasta que Él venga. Los ataque a la Iglesia, los malos ejemplos, los escándalos, nos llevarán a amarla más, a pedir por esas personas y a desagraviar. Permanezcamos siempre en comunión con Ella, fieles a su doctrina, unidos a sus sacramentos, y dóciles a la jerarquía.

III. Jesús llega inesperadamente caminando sobre las aguas, para auxiliar a los Apóstoles que se encontraban llenos de pavor, para robustecer su fe débil y para darles ánimos en medio de la tempestad. En nuestra vida personal no faltarán tempestades. Con el Señor, mediante la oración y los sacramentos, las tormentas interiores se tornan en ocasiones de crecer en fe, en esperanza, en caridad y fortaleza. Con el tiempo comprenderemos el sentido de estas dificultades. Siempre contaremos con la ayuda de nuestra Madre del Cielo, especialmente cuando lo pasamos mal. No dejemos de acudir a Ella.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org